El tren pasa a metros de mis sueños, tirando con fuerza de los vagones cargados de ilusiones. El maquinista hacer sonar el pito de la locomotora cuando me ve y mueve su brazo encogido arriba y abajo, como si estuviera jalando una soga invisible.
El tren siguió su rumbo, dejando tras su paso el silencio roto, las vías vacías y el humo perdiéndose en el aire.
Es un punto en el horizonte, como mis metas. Volverá a pasar mañana y pasado, y cada día. Sin embargo me he acostumbrado a contemplarlo y resignarme a la complicidad de un maquinista ajeno a la verdad que distrae mi mirada y esconde mi alma.
La noche de Catalina.
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La sombra surgió de un margen de la noche, era la hamaca, el viento
suavemente la balanceaba, Catalina recordó sus días no lejanos en los que
di...
Hace 5 días.