Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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29 de noviembre de 2008

Negativa

Qué si no vamos. Qué si nos negamos. Qué si decimos basta y nos olvidamos de esa parte.
Qué si decidimos no morir y optamos por quedarnos.
¡¿Qué?!
¿Acaso nos perseguirán ángeles y nos llevarán a la rastra? ¿O enviarán demonios?
Cómo poder enojarse con nosotros si desde siempre hemos tolerado todo, cómo no permitirnos este últmo deseo.
Cómo convencer a la muerte que no nos lleven a quiénes amamos, cómo convencerla de que esto no es solo un juego...

14 de noviembre de 2008

Cuatro

Cuatro paredes te rodean y te hacen sentir.
Sentir la soledad y la condena.
Condena por no saber escapar y ser libre.
Libre de cargos y culpas, de hoy y de ayer.
Ayer de dolores y arrepentimientos.
Arrepentimientos que te obligan hoy a sufrir.
Sufrir por uno y por otros.
Otros que vivirán y vos entre paredes.
Paredes que serán por siempre, cuatro.

11 de noviembre de 2008

La vedette

Como si de una broma se tratase, la descomunal Brigitte arribó a su oficina. La Brigitte de sus sueños, el de todos.
La vedette estaba en desgracia. Su marido había sido asesinado. El detective la contempló con deseo, hipnotizado. Balbuceó antes de poder hablar, pero ella no se dio cuenta porque luchaba contra una marea de lágrimas.
La indagó ¿Sabía ella de enemigos de su marido? ¿Alguien que quisiera lastimarla? Bajo el arruinado maquillaje, una sonrisa triste y resignada surcó el rostro. Seguro que los había. La lista era innumerable.
El detective recorrió la zona, cabaret, sus contactos del bajo mundo, policías conocidos. Sacó fotografías de los alrededores de la mansión de Brigitte y las estudió minuciosamente.
La noticia fue tapa de todos los medios. La televisión se hizo un festín. La policía estaba desorientada. Pero William Scofet, tercera generación de detectives, no.
Sabía muy bien hacia donde apuntaban las pistas y los pasos que el criminal había seguido tras el crimen. Conocía el por qué y el cómo. Pero a pesar de ello, no podía develarlo.
El asesino era él y el destino lo había engañado con la broma de tener que descubrirse.
Era consciente que fallaría.

1 de noviembre de 2008

Resquicios

Para ese hombre de mirada perdida, su meta iba más allá de este mundo. Locura era lo que todos veíamos en él. Agachado en todo momento, buscando en los zócalos, en las uniones de las paredes, en los escondrijos más insólitos.
Qué es lo que buscaba. “Resquicios” decía él. Qué pasaría cuando los encontrara, indagábamos. “Sería al fin libre” explicaba. La gente afirmaba con la cabeza, fingiendo, como se suele fingir ante lo que nos desconcierta.
Libre de qué, le pregunté un buen día. “Libre de aquel que nos vigila con una lupa, desde lo alto. No te das cuenta… somos un experimento, una gran caja de cristal donde nos estudian, no es un cielo lo que nos cubre, sino la lente de una lupa”. Fingí, por supuesto. Hice que entendía.
Al tiempo nadie volvió a verlo. Encontró su “resquicio” nos decíamos. Ya casi no lo recordaba, pero hoy lo he visto del otro lado del río, agitando sus brazos. Señalaba hacia arriba, desesperado. No fue hasta entonces que levanté la mirada y esquivé la pinza gigantesca que venía hacia mí. Huí.
Estoy escondido, aún temblando. Necesito encontrar un resquicio y escapar. Dentro, la lupa me delatará tarde o temprano.

El que huye

Era un espíritu que soñaba con ser mortal, porque quería sentir y sufrir a la par de los seres que amaba. Era un espíritu que amanecía acompañando el último sueño de los moribundos. Susurraba esperanzas en los oídos de los indigentes y dibujaba ilusiones en los rostros de los niños sin familia.
Recorría en las primeras luces de la medianoche los lugares donde los hombres se juntaban a tomar, soplando en los vasos a medio terminar de los borrachos, cambiando amor por alcohol. Era un espíritu que reía cuando otro reía, que respondía con una sonrisa otra sonrisa, pero que abrazaba al que lloraba, sostenía al dolorido, acompañaba al solitario.
Era un espíritu que quería sentir ese abrazo, saber la sensación de una lágrima, quería que vieran su sonrisa. Anhelaba más que ser un aura, un sueño, una esperanza. Y se lo pidió al dios de los espíritus. Se lo suplicó una y otra vez. Pero el dios de los espíritus fue claro y no se lo permitió: debía ser una esperanza, debía inculcar amor, ser una compañía, sus propios sueños no podían entorpecer aquello para lo cual había sido creado. El hombre debía purgar sus pecados por el solo hecho de ser hombre, y él, debía cuidar que así fuera, aunque con los menos males posibles. Porque no todos los hombres eran iguales y aquellos de buen corazón, debían sufrir menos. Así estaba escrito, así debía ser.
Era un espíritu obediente. Pero no podía no ser lo que amaba. Entonces, se escapó del mundo espiritual y huyó al terrenal. Fue Jesús, fue Mahoma, fue Buda, fue Ghandi. Fue muchos y siempre sigue siendo. Huye, pero lo encuentran y logran callarlo. Pero su voz es fuerte y algún día prevalecerá. Sigue huyendo, buscando quien ser, cómo sufrir, como amar, como sentir y enseñar. Mantiene la esperanza de algún día vencer.