Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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30 de mayo de 2018

Letras olvidadas

La carta llegó después de su muerte. Era de hacer esas cosas, de sorprender de las maneras menos esperadas. Pero aquello... aquello era demasiado.
En lugar de abrirla, la guardó sobre la pila de libros que estaba leyendo antes de ese fatídico viaje y que nunca terminaría.
De tanto en tanto se detenía a observarla, pero no atinaba a agarrarla. El polvo se fue acumulando sobre la carta y los libros. Los años cambiaron muebles, color de las paredes, pero aquel rincón parecía ajeno a todo, sumando cada vez más telarañas, que es la forma que toma el olvido.
La carta se perdió para siempre en un montículo de nostalgias, junto a otras lecturas perdidas.
Misteriosas palabras que jamás dirían aquello para las que fueron escritas.

17 de mayo de 2018

La palabra

El sonido intercalado y espaciado de la gotera interrumpía el ocioso silencio en el que se sumía el sótano del viejo Barraza.
La humedad trasladaba a los huesos el frío de la muerte. Una muerte cercana e inminente. Y Gómez lo sabía. Maniatado y con la cabeza como un melón por culpa de la hinchazón, tenía plena consciencia de su suerte. Había una palabra para aquella instancia, pero no podía encontrarla.
De tanto en tanto lo miraba a Barraza, al que un infarto lo había reducido a un cuerpo inerte, sorprendido en pleno ejercicio de la tortura.
En el momento que había ocurrido, Gómez lo había celebrado como justicia divida. Pero ahora, sin noción del tiempo, con la gotera como única ilusión de compañía y el final por inanición o deshidratación acercándose, no podía hacer otra cosa que echarlo de menos.
Tampoco era que no mereciera el atroz suplicio, vaya que lo merecía, pero así, de ese modo, con su verdugo tirado a tan solo medio metro y la imposibilidad de escapar, aquel final le sabía a morbosa comicidad del destino.
Morbosa, esa era la palabra.