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31 de diciembre de 2023

Reseña y reflexión: Los combates cotidianos

Sabés que leíste algo fuera de lo común cuando al terminar el libro, estás sin palabras, ausente, procesando aún lo que durante las últimas horas te tuvo absorto. 
Los combates cotidianos de Manu Lacernet, es de esas obras. Profunda, a veces dura, repleta de franqueza, sin golpes bajos pero que te mantiene al borde de la emoción, tocando sentimientos a más no poder.
Una obra madura, con muchas voces, puntos de vista, y que abarca temas cruciales: crisis de identidad, la paternidad, la familia, los hijos, el trabajo, el arte, la vejez, la ausencia, la muerte, el arrepentimiento, el perdón, la política, todo bajo un velo del pasado que insiste, de modos diferentes, de infiltrarse en cada cuestión de la existencia.
El personaje principal, Marco, un joven fotógrafo que ha hecho laburos en lugares inhóspitos y se ha ganado una reputación por ello, decide alejarse un tiempo de su trabajo. No solo por descanso, sino porque entiende que la fotografía va más allá de lo meramente informativo. Será en ese período donde, luego de dejar sus sesiones de análisis semanales, decida replantearse su vida. 
La relación con sus padres, su hermano y la familia de éste, el hecho de haber alejado tanto de su casa de la infancia, será lo primero que ponga sobre la mesa. Luego llegará una relación sentimental, una inesperada amistad, y el descubrimiento de un pasado desconocido de su padre, que a todo esto, le confiesa tener Alzheimer.
Cada pieza de su vida, será un engranaje sin aceitar, que le costará poner en movimiento, a veces por decisión propia, otras por miedo. 
El autor nos propone un relato que por momentos se pausa y otras, toma vertiginosos hechos, que en pocas páginas desencadenan fuertes emociones. Cada página del libro es hermosa, en composición, colores y dibujo. Las expresiones, las formas, incluso esas páginas hechas de las fotografías que toma el personaje principal, nos meten en contexto de las sensaciones y pensamientos que se ponen en juego en la trama de la historieta.
La importancia que para Marco toma, de un momento a otro, el astillero donde trabajó toda su vida su padre (según su madre, porque no le quedaba ninguna otra opción y tenía dos hijos que mantener) es también una muestra de cierta necesidad de crecer pero sin soltar aquello que en algún momento lo hizo feliz. Por más que sean recuerdos, la memoria se impone en el instinto de supervivencia. Y es la memoria lo único, quizá, que nos puede mantener cuerdos. 
La política también, a lo largo de varias instancias claves de las luchas presidenciales de Francia, es reflejada como un factor vital en lo cotidiano. El desencanto, el miedo a lo nuevo, la desconfianza eterna en quienes gobiernan, siempre alejados de la realidad, de quienes trabajan, de los que ponen el hombre.
Emilie, la novia de Marco, es quien cambiará, muy de a poco, ciertas costumbres en él, siempre solitario y parco a las responsabilidades de pareja. Es alguien positiva, con sueños, deseos, que incluyen a ambos, pero que a veces siente perder debido a los miedos de su novio, principalmente sobre el hecho de tener juntos un bebé.
Los combates cotidianos, nunca mejor puesto el título. Cuántas cosas se dicen, cuántas verdades discurren en las bocas de los personajes. Me siento afortunado de haberlo leído. 
Si alguien todavía tiene dudas de lo que puede contar una historieta, si alguno sigue aún diciendo que es un arte menor, es que no entiende nada. Como le sucede a Marco, que comprende que la fotografía es más que una imagen periodística, la historieta es más que un conjunto de viñetas compuestas sobre la página. Y vaya manera de dejarlo en claro Lacernet. Porque no hay arte menor ni mayor, hay arte. Y si el arte te transforma, te habla, te hace quedar callado y te pone a pensar, es que estamos ante la obra de un gran artista, más allá del formato.
Disfrutar es poco. Creo que me veré obligado a leerlo una y otra vez. Se que no cambiará ningún ápice el contenido, pero si es probable que en cada lectura, ese contenido cambie algo en mí.
Para eso es el arte. Y en tiempos dónde se quiere pasar una aplanadora sobre el arte en todas sus formas, al menos en Argentina, toda reflexión sobre este es válida y necesario. 
Gracias Leo Cabrera por este regalo. Y será nuestra responsabilidad ponerle un freno a quiénes traten de robarnos lo que nos pertenece. El arte, es parte del ser humano. Aunque, claro, a veces parece que los que nos gobiernan vinieran de otro planeta. 
Terminemos como podamos el año. Arranquemos el 2024 sin dejarnos avasallar. Serán todos, día a día, combates cotidianos.