Decepcionado salí. El aire puro del exterior me devolvió la obnubilada vista. El pesar me abatía, me revolcaba interiormente y oleadas de furia desataban un tormento innecesario en el corazón.
Dentro, no había encontrado lo que buscaba. Por más que preguntara una y otra vez, la realidad se empeñaba en mostrarme lo mismo. Y entonces, desistí.
Las placas fuera de las salas decían distintas cosas, pero en fin, eran lo mismo: especialistas en riñones, en corazón, en oídos y garganta, otros en pulmones, otros en espalda, en piernas, en piel, en la vista, en el cerebro... y así. Cada parte, una especialidad. Y no aguanté más. Huí.
Porque nadie se especializa en lo más importante.
En el ser humano.
¿Dónde está Carlitos?
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El policía parecía tonto, le explicaba lo sucedido y no me entendía.
—Explíquese de nuevo señorita —me dijo— hable despacio y no grite.
Respiré hond...
Hace 4 días.
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