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30 de marzo de 2008

Caprichos

El papá de Leandrito no creía en imposibles, desde pequeño se lo inculcó como una regla básica. Todo podía hacerse realidad, era cuestión de proponérselo. Sin embargo Leandrito comprendió muy pronto que los costos de esos ideales eran enormes. Un día le pidió a su padre que le trajera la luna, para poder abrazarla y sentirla entre sus brazos, como si fuera un muñeco amigo. Tras ese pedido, Leandrito jamás volvió a ver a su padre.
Una tarde, mientras jugaba con sus hijos, Leandro, que alguna vez fuera Leandrito, escuchó el tiembre de su casa. Al abrir la puerta se encontró con un señor mal vestido cuya sonrisa le atravesaba toda la cara. A su espalda, atada con una soga gigantesca, tenía amarrada a la luna. Leandro reconoció a su padre, pero le cerró la puerta en el rostro.
No podía tolerar que su padre, por seguir un capricho suyo, se haya apartado de él cuando más lo necesitaba. Que se entienda bien, le dijo más tarde a sus hijos mientras les contaba la historia: comparto sus ideales, pero no los costos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

exacto y cargado de sentido, honesto y brutal, efímero como los sueños, las lecciones de la vida en tu pulso cada día mas firme...

el oso dijo...

Al final, el caprichoso era el padre de Leandrito. Si habré bajado lunas yo...