Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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30 de julio de 2020

No tan bien

Volví con mi hija, indignado. Como buena adolescente, decía que no quería pasar vergüenza. Ni bien llegar, le presenté mis quejas. La peluquera se encogió de hombros: "La verdad que no me di cuenta en su momento. Se ve bien, pero podría verse mejor" dijo con indiferencia, sin dejar de cortarle el flequillo a una clienta.
No salía de mi asombro. 
- ¡Le cortó la oreja! 
- ¿Y ella la quería larga?
- ¡No! ¡La quería donde siempre!
- Ahí está el cesto - me señaló - si la encuentra, llévesela.
De una patada lo volqué. Además de cabello, rodaron por el suelo al menos una docena de orejas. Le indiqué a mi hija que buscara la suya. La vi dudar.
- ¿Me puedo llevar esta? Me gusta más.
A regañadientes, se lo permití. Mirá si al final, el ogro terminaba siendo yo.

28 de julio de 2020

Querida

El correo electrónico llegó exactamente hace un año, justo cuando estaba por cerrar el navegador. Me detuve y lo abrí. El asunto me llamaba la atención: "Querida". ¿En femenino? ¿Error de tipeo? Había un texto muy escueto. 
"Soy Kimala Omumu de Antolopia y tengo un millón de dolares para vos, querida."
Entre Alejandro y Alejandra hay solo una letra, así que les respondí firmando con este último, diciéndole: "Hola Kimala, te leo atentamente".
Y aquí estoy ahora, un año después, en un aeropuerto de Costa de Marfil, esperando en una sala de detención, por un arma en la valija. Maldito Kimala, no solo me estafó, sino que en plan de venganza, hace seis meses que recorro África tratando de dar con su paradero. Cada día que pasa siento con mayor fuerza que, detrás del hijo de puta ese, se encuentra algún Juancito de Villa Devoto. Pero prefiero seguir engañándome y perseguir una venganza imposible a reconocer una derrota ineludible.

27 de julio de 2020

Moneda

Una moneda de bordes dorados. Un rostro en una cara, un monumento del otro. El valor imposible de distinguir. Derruida. Olvidada.
La encontró debajo de viejas valijas, en el sótano de una casa que iba a ser demolida. Deshabitada, perdida en el tiempo. Con algo de antiguo mobiliario, echado a perder. Se la puso en el bolsillo antes de echarse a dormir en el sofá cubierto de tierra. Era una suerte haberla encontrado. 
Afuera las máquinas se pusieron en marcha. Las primeras paredes cayeron cuando comenzaba a dormitarse. Estaba tranquilo. Ahora tenía con qué pagarle al barquero.

26 de julio de 2020

Alfombra

En la casa de mi abuela, ni bien se abría la puerta de la cocina, había una alfombra roja. Era una alfombra fea, rústica, siempre sucia, pero de un rojo impoluto. Recuerdo que de niño había sugerido quitarla del lugar y como respuesta recibí un cachetazo en la cara. Como esos aprendizajes son los que más dejan secuelas, jamás volví a mencionarla. 
Hasta hoy, que tras treinta años regreso a la casa, para concretar su venta. Está vacía, sin amoblamientos, las paredes recién pintadas. Le pregunto al albañil que estaba terminando de arreglar una pared, que por qué no han quitado la alfombra. El hombre con desconfianza, preguntó qué alfombra. Se la señalé. Eso es sangre, me dice. Sangre que incluso ha traspasado el nuevo piso de cerámicos que han puesto.
Y no pregunto nada más. Total, la casa ya fue vendida.

Presencia maligna

Tengo miedo. Mucho miedo. Me he asomado a la ventana y lo he visto. Temo que el movimiento de la cortina me haya delatado. Escucho sus pasos fuera, me imagino su cuerpo al acecho, olfateando, escuchando, tratando de encontrar la manera de llegar hasta dónde estoy. ¡Hay ruidos en la puerta!
Contengo la respiración, al extremo de palidecer. Siento que el sonido galopante de mi corazón desbocado atraviesa la pared y que tarde o temprano me delatará. 
Cierro los ojos e inhalo, luego exhalo, inhalo, exhalo... me mantengo así un tiempo indeterminado. Solo sé que al volver a mirar, pude finalmente respirar. El cobrador ya se había ido.

21 de julio de 2020

Olvidos fatales

Sufría una rara enfermedad en la que olvidaba cosas muy puntuales. Entre ellas, cortarse las uñas. Las del pie lo recordaba cuando al querer ponerse una zapatilla, no había manera de entrase.
El problema era las uñas de las manos. Parecían cuchillos afilados, que revoleaba de un lado a otro, sin percatarse del tamaño. Fue así que hirió de gravedad a un oficial en la entrada de un banco y que, al ser apresado, le sacó un ojo a otro. 
Por supuesto, en el juicio abreviado no le creyeron lo de la enfermedad y en la cárcel lo primero que hicieron fue cortarle las uñas. Más de uno con el mismo cuento, las ha usado en el pasado para acuchillar a otro.

19 de julio de 2020

Un mal sueño

¡Qué sobresalto! Desperté sofocado y angustiado. Había tenido una pesadilla en la que me afeitaba y debajo de la barba aparecía una capa de tierra con decenas de lombrices muertas.
Corrí al baño, me lavé la cara y con temor agarré la máquina de afeitar. La pasé casi con los ojos cerrados, horrorizado de lo que podía ver.
Respiré tranquilo, y hasta reí un poco. Miré otra vez el espejo y allí estaba, el rostro rasurado, la tierra y todas las lombrices vivas.

18 de julio de 2020

La peor parte

La peor parte es lijar. Pasar el fijador, luego las dos manos de pintura, es lo más sencillo. Lijar es molesto. De tanto en tanto la mano se pasa de largo y termina raspando la pared. El polvillo también, es insoportable. Se te mete por la nariz, la boca, los ojos, hasta en las orejas. Además, si uno no está acostumbrado, termina haciendo las cosas mal, lijando de más o desprendiendo algún pedazo de mampostería. Y entonces, a meterle enduido. No, no hay dudas. Lijar es la peor parte. Lo posterior se hace en dos patadas. Y lo anterior también. ¿Qué es lo anterior? Envolver el cuerpo, meterlo en una bolsa que no deje escapar fluidos, ubicarlo en un rincón, levantar una pared para esconderlo. Recién después de eso, viene lo fulero. Se lo digo por experiencia.

17 de julio de 2020

Barrilete en el cielo

Cuando el viento se puso bravo temí por el barrilete. Lo ví tan frágil en lo alto, sostenido tan solo por una piola que terminaba en las manos de Marquitos, que de manera instintiva corrí a quitárselo para sostenerlo de manera más segura. Pero no ví la pelota con la que habíamos estado jugando un rato antes, la pisé y caí todo a lo largo empujando a mi hijo. Al caer abrió la manito y piola con barrilete se escaparon llevados por el viento.
Antes de oír su llanto, me llegó otra voz, seguramente la de la razón, que dijo claramente: "Ahí lo tenés al pelotudo".

16 de julio de 2020

Barranca abajo

La piedra rodó hasta el fondo del barranco, levantando en el camino una estela de tierra seca que se iba elevando al paso de la misma.
Rodolfo exhaló luego de un par de minutos sin poder respirar. Había estado a punto de caer y se había paralizado por completo. El corazón le latía de forma acelerada y estaba sudando. Se sentó, con mucho cuidado. Sabía que ir hasta el borde era peligroso y que si hubiera caído, nadie jamás lo encontraría.
Por otro lado, saberlo era también reconfortante. Al menos, estaba seguro que nadie encontraría el cuerpo que había lanzado segundos antes de tropezar.

14 de julio de 2020

Lavando ropa

Tengo la manía de mezclar ropa de color con ropa blanca dentro del lavarropas para que se destiñan. Incluso, que se destiña la de color con otra de color. Al cabo de varios lavados, ninguna prenda tiene la tonalidad original.
Hace poco compré un pantalón en oferta. Parecía de primera calidad, pero prácticamente me lo regalaron. De un negro tan intenso que la mirada parecía perderse en el entramado de los hilos, casi de forma hipnótica.
Cuando lo puse a lavar por primera vez, lo mezclé con ropa de color. Tenía el presentimiento que iba a teñir a las demás prendas. Atónito quedé al ver que el pantalón seguía negro impoluto y el resto de la ropa ahora era blanca.
Cuál agujero negro, les había robado el color.  Ahora lo lavo a mano, aunque creo que lo voy a regalar. Ya me decoloró dos fuentones y un balde.

13 de julio de 2020

Estrella personal

Cuando era pequeño, solía subirse hasta lo alto de un fresno que había en el fondo del patio. Jugaba con tocar las estrellas con las manos. Entrecerraba los ojos y trataba de alcanzarlas. Flor de susto se pegó la noche que al estirar la mano, agarró algo caliente y brillante. ¡Había agarrado una estrella! Era apenas un poco más grande de lo que se veía en el cielo. La guardó en una caja de madera, sobre la mesa de luz. Desde entonces, cada noche abría la tapa y la admiraba largos minutos.
Últimamente la veía con menos brillo, más pequeña. Finalmente, anoche, el fulgor se fue apagando hasta desaparecer del todo. Quedó una piedra redonda, toda chamuscada. Hoy fue hasta las vías y al pasar al ferrocarril se la arrojó con furia. Rebotó contra un vagón y se perdió en los matorrales. Quiso buscarla, arrepentido, pero en silla de ruedas y con el tubo de oxígeno a cuestas, lo mejor era volver para el geriátrico.

11 de julio de 2020

La cartera

En la cartera llevaba la billetera, el porta cosméticos, la tarjeta del colectivo, auriculares para el celular, el celular, un cargador, un espejo para mirarse de tanto en tanto, un peine ancho, un frasquito de perfume, una botella de agua de medio litro y un libro para leer en los ratos muertos.
Pero también, por las dudas, llevaba un sánguche de mortadela y queso, una manzana, servilleta, un juego de cubiertos descartables, un paquete de galletitas dulces, una tableta de chicles, una bolsita de caramelos media hora y un cepillo de dientes de viaje, que venía con la pasta dental.
Como estaba fresco, por las dudas, tenía también un par de guantes, bufanda y gorrito de lana. Y no podía faltar, para toda ocasión imprevista, toallitas y ropa interior de recambio. 
- ¿Señorita, tiene para rato? - repitió por enésima vez el oficial, en el control de rutina, mientras veía acumularse gente de manera preocupante.
- No me apure, que el DNI siempre lo tengo a mano.

9 de julio de 2020

Luna llena

Soñé que me asomaba afuera y estaba lleno de personas deambulando de un lado a otro, flores en mano. En lo alto, la luna llena iluminaba los rostros con un matiz de muerte que estrujaba el alma.
Desperté repentinamente, con cada hueso del cuerpo temblando. La agitación era tremenda. Dudé en asomarme o no. Tenía pánico. Al final lo hice.
El cementerio estaba vacío. La luna bañaba con su blanquecina luz a las tumbas más próximas. Suspiré. Total normalidad. Volví a la mía, a continuar con el descanso eterno.

8 de julio de 2020

Viejos locos

El viejo Solís estaba loco. Cada noche salía a la terraza para lanzar insultos al aire, que se escuchaban en toda la manzana.
Y se veía venir que el otro loco de la calle, el viejo Iriarte, en cualquier momento le salía al cruce. 
Fue así como durante cinco días los insultos iban y venían por el aire, de techo en techo, y nosotros, en nuestros hogares, tratando que las palabras y gritos no llegaran a oídos de los más pequeños.
Fueron cinco días nada más porque la señora María Rosa, la que hace pastelitos cada sábado y los regala en la plaza, se asomó por la ventana con el rifle de caza que había pertenecido a su difunto marido y los bajó de un tiro en la sien a cada uno.
Nuevamente las noches se viven en paz en el barrio.

7 de julio de 2020

Carnicería

La ruta es una carnicería de bichos, me dijo hace tiempo mi tío. Y recuerdo muy bien cómo el auto quedaba adornado por cientos de insectos destrozados en el impacto. Una carnicería, sin dudas.
Hoy no hay manera de atropellar a uno solo. No porque sean más vivos y ahora esquiven a los autos. Es que no se ven más. La mierda esa que rocían en los campos, dicen los más duchos en el tema.
Puede ser, claro que sí. Pero me temo algo peor. Un enorme complot. Todos los bichos ocultos bajo tierra, construyendo el coche más grande del universo, esperando el momento de sacarlo a la superficie y hacernos trizas.
Aunque esto solo lo escribo aquí, dónde nadie lo puede leer. Si me preguntan, son los químicos esos.

6 de julio de 2020

Palabras

¡Incesto, mamá!
Cuando Braulio apareció por el pasillo, con esas palabras en la boca, mamá paso del asombro, a la perplejidad, luego a la gracia y finalmente la nostalgia.
Cuántas veces en su infancia había provocado la risa de sus padres, tíos y abuelos, diciendo "canoba", "estuatua", "toballa", "bujero", "cocholate", "galartija". Junto a las palabras llegaron imágenes de tiempos felices, sin responsabilidades, de juegos y complicidades. De pronto, se sintió alegre, lejos de los problemas diarios de la vida de adulto.
Abrazó a su pequeño y llevándolo de la mano hacia el patio, le prometió juntar todos lo des "incestos" que pudieran encontrar.
Mientras tanto, en la habitación contigua, papá sometía a Clarita en una relación, que, mintiéndole descaradamente, le hacía creer que era normal.

4 de julio de 2020

Fantasmas callejeros

Dos pocillos sobre la mesa, el café humeante en su interior, las manos entrelazadas de las personas en la mesa, las miradas húmedas y brillantes, el sonido de fondo de cubiertos entrechocando, una suave melodía en los parlantes de pared, los televisores encendidos en un canal de noticias y un barman con el rostro vuelto hacia la cocina. 
Un instante en la mañana, breve, fugaz. Lo capta todo de una sola vez, al poner un pie dentro del bar. Tiene estampitas en la mano y un enorme deseo de comer. Pero solo hay una mesa con gente y mucho por recorrer. Se marcha sin siquiera cerrar la puerta. Nadie lo ha notado. Es un fantasma de la calle, uno de los miles y miles que deambulan con estómagos crujientes por la ciudad.

3 de julio de 2020

Espectáculo nocturno

Aquella noche desafiaron al frío y muchos prejuicios. A la distancia, para Ismael el recuerdo tiene otro peso. La enorme fogata, las llamas en su danza etérea pintando la noche y el crepitar del fuego, matizando los silencios de sus voces, embelesados por el espectáculo nocturno.
Entonces, escucharon los gritos, el sonido de gente corriendo y la presencia de un chico exhausto, que llegó hasta ellos. Estaba golpeado y asustado. Detrás llegaron otros, más grandes, gritándole obscenidades.
Fue un impulso. Se pusieron delante del chico. Y uno sacudió en el aire una antorcha encendida. Se fueron y más tarde, se marchó el chico.
La fogata se consumió con las horas. No así sus pensamientos. Aquellos insultos, esos "puto", "gay", "trolo", a Ismael le siguen doliendo al día de hoy.  Y cuando se los dicen a él, imagina que corre hacia una fogata en la que unos desconocidos lo van a defender.

2 de julio de 2020

Las formas del tiempo

Pasa el tiempo, las horas, los días, los meses. Inmóvil, lo veo escabullirse por los rincones. Tiene forma de telarañas, de hojas secas, de manchas de humedad, de polvo cubriendo los muebles, del canto de los pájaros, de la descomposición de la carne, de la vida minúscula que recorre las superficies, del fétido olor que de un momento a otro desaparece, de los impuestos amontonándose en la entrada, de los golpes a la puerta cada vez más espaciados de los vecinos, de los huesos que ya se notan debajo de la piel.
Tarde o temprano, la tirarán abajo y allí me encontrarán. Distraído, observando escapar al tiempo, ajeno al presente, distanciado del pasado.