Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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2 de diciembre de 2005

Colores felices

Me miré a mi mismo al espejo, reflejo cansado y austero, un rostro demacrado y torturado, tan falto de alegría como de encanto. Del otro lado de la lona, chiquillos reían y aplaudían antes del comienzo de la función. Alguien entró al camarín y volvió a recordar a viva voz que ya estaba por comenzar. Así era cada noche de cada semana, de cada mes, de cada año... así era mi vida, me gustara o no.
Pronto la música se haría sentir y los sonidos de trompetas irrumpirían por todo lo alto, y ya nada sería como es. La tristeza a un lado, como siempre; las penas al cesto de basura y una falsa alegría iluminando una cara, bañada de colores radiantes, que ya no era la mía.
La ilusión de los pequeños; mi muerte en cuotas. Payaso soy, solo para esconder mi dolor y disfrazar tanta tristeza entre trajes graciosos y zapatos enormes. Y los colores, no olvidarse de los colores...
En fin, la función va a comenzar... una vez más.

26 de noviembre de 2005

Adiós

Estrellada la noche que vertía sobre mi ser su voluntad extensa y multitudinaria, de puntos brillantes y luces inalcanzables, mientras el vaivén leve e imperceptible del gigante bajo mis pies me alzaba suavemente por sobre la borda, para que mis ojos, tristes y enrojecidos, poco acostumbrados a las penumbras y sus formas, buscara en vano un punto en el horizonte, siendo en todo momento inútil diferenciar la oscuridad de la nada, y la nada del todo que rodeaba aquel mar tenebroso y desafiante, que llamaba con fiereza a mi corazón, induciéndolo a la locura, a calmar las penas, a buscar una escapatoria al dolor, al desengaño y fue así que el frío del agua trepó a mi cuerpo y girando el cuello, sobre el cual caía el cabello mojado, ví alejarse para siempre ese barco, esa silueta enorme que se recortaba en un fondo de realidad que ya no me pertenecía…

El Descanso

La tarde llegaba a su fin y el batir del mar contra la costa adormecía el aire; el sol latía sin fuerza, como una artería a punto de dejar de bombear. La tarde se moría. Llegaría pronto el lúgubre avanzar de la noche, aunque las sombras de la misma, que son más oscuras, tétricas y asfixiantes, aún estaban lejos de atropellar la costa.
El día había sido largo, más con el sofocante calor. Y la sangre no huele igual en días así. Se seca, se vuelve una costra sucia y olvidada, que con el roce se descascará para dejarse caer, vencida por el tiempo y el descuido
El descanso, era una justicia. El cántaro de agua dejando libre esa pequeña cascada y el refrescante correr por la garganta: la sensación de placer tras la matanza. Matar deja ardor. El agua purifica, siempre lo he sabido.
La noche estaba pronta a caer y con ella, lo sabía, se irían los fantasmas que quisieran vengarse en la primera noche fuera de sus cuerpos.
Me acomodé en la hamaca y me dejé dormir.

1 de noviembre de 2005

Sueños

Quién es quién en estas tierras. La distancia se transformó de golpe en algo tangible y la esperanza en la necesidad de poner el hombro. Aspirino estaba solo, un mundo lo separaba de sus seres queridos y el azul de semanas había dejado paso a las amplias llanuras deseosas de mano de obra. Se ajustó las prendas de trabajo, miró el horizonte y se dijo a si mismo que era hora de empezar a erigir un sueño. Levantó la azada en el aire y cortó el viento de un solo envión.
Su tumba reza hoy en día que fue "un hombre con iniciativa" y lo lloran dos de sus hijos y varios nietos, los cuales solo lo conocieron por relatos y fotografías.
El sueño fue el porvenir de los suyos, en detrimento de los propios. Sin esa azada al aire, no habría quién lo llorara hoy. Aspirino sonríe en alguna parte, como tantos otros.

30 de octubre de 2005

Papi...

- Papi... ¿el abuelo era inmigrante??
- No Carlitos, no era inmigrante.
- Ahh... pero... ¿¿no nació en el norte??
- Si, pero en el norte de este país Carlitos.
- Ahh. Papi...
- Si Carlitos.
- Si yo me voy a vivir a la Luna cuando sea grande... ¿¿voy a ser un inmigrante??
- Carlitos, nadie vive en la Luna.
- Ahh... Papi...
- Si Carlitos, qué pasa ahora?
- ¿La Luna queda en el norte?
- No Carlitos, queda en el espacio.
- ¿Y el espacio queda en nuestro país?
- No Carlitos, no queda en nuestro país.
- Papi...
- Qué Carlitos, qué..
- Ya lo decidí. Voy a ser inmigrante como el abuelo y voy a vivir en la Luna!!
- Carlitos, el abuelo no era inmigrante y no podés vivir en la Luna.
- Ufa Papi, pero el abuelo... mami siempre dice que…
- Carlitos, escuchame bien, mami lo que dice siempre es “indigente lunático”.
- ¿Y no es lo mismo, papi?
- A esta altura Carlitos, me da igual…

22 de octubre de 2005

Hombre muerto

-Entonces, qué me dice. Si esa persona existiera, si realmente alguien tuviera la dicha de poder vaticinar con un ciento por ciento de precisión cada jugada en un mazo de barajas, cada bolilla que deja de girar en la ruleta, cada vez que alguien hace caer una palanca en los tragamonedas... si esa persona existiera, cuánto dinero le daría para que no vendiera sus servicios en forma particular y le hiciera perder dinero en su casino. ¿Cuánto?
-¿Cuánto? Ud está loco, no le pagaría un solo centavo. Si esa persona existiera, ló mandaría a matar y listo. ¿Acaso conoce alguno?
-No no, tan solo quería saberlo. Ja, por favor, quién podría hacer algo así, sería un fenómeno, un...
- Un hombre muerto.
- Eso, si, eso, un hombre muerto. Je.
- Ahora, si no le molesta, voy a recorrer un rato el casino, charlando no se puede vigilar un negocio.
- Claro, claro, vaya tranquilo.
Lentamente, el dueño del casino, de enorme porte, se retiró de la barra del bar. El hombre que lo acompañaba, de aspecto esquelético y nervioso apuró de un sorbo el último trago de su copa. "Hombre muerto" se dijo a si mismo y sonrió. El azar era previsible para su mente, pero no la forma de pensar del ser humano. Jamás podría adivinar lo que alguien le diría. Y aunque sabía que la suerte no existía, la tuvo esa vez. "Hombre muerto" volvió a decirse y se alegró por no haber confesado desde el vamos sus poderes. "Cero" gritó un croupier desde la otra punta y el ya lo sabía desde antes que llegara la palabra a sus oídos. Se marchó con un secreto en la cabeza y la vida en un bolsillo.

1 de abril de 2005

Ciclo

El cielo azul.
El sol radiante.
La plaza.
Palomas que se elevan y vuelven al suelo en un ciclo constante.
El anciano sentado en un banco.
El niño que lo mira a su lado.
La madre del niño que agradece al anciano por el cuento que le narró a su hijo.
El anciano que sonríe.
La madre que le pregunta a quién pertenecía la bonita historia.
El anciano que le contesta que a un tonto que un día despertó abatido por la edad, la artritis y dejó su sueño herrumbrándose en un rincón, diciéndose que siempre habría un tiempo.
La madre que lo mira con cierta ternura y le vuelve a agradecer.
El anciano que queda solo.
La lágrima que le recorre la mejilla.
Las palomas que siguen su danza hipnótica, ajenas al mundo.
El sol radiante.
El cielo azul.
La vida que no se detiene.

Explicaciones

Y si no tienes magia, como es que me haces volar con solo sonreír o decir te quiero?
Y si no eres inteligente, como es que me haces ver que tu verdad es tan importante como la mía?
Y si no eres bella, como es que mi corazón no deja de latir y agitarse en mi pecho al ver tu rostro y sentir tu cuerpo?
Y si no eres joven, como es que tienes tanta vitalidad y ganas de creer en un futuro mejor?
Y si no eres astuta, como es que sabes cuando estoy mal o algo me apena?
Y si no eres independiente, como es que siempre has logrado salir adelante estando sola?
Y si no eres maravillosa, como es que lo que siento por vos es algo que no se puede explicar?
Y si no eres un encanto, como es que cada día me enamoro más y siento que no puedo estar lejos de tu corazón?

Arazeas

Desmónesis, el más fuerte de los guerreros del Rey Ofidio, indiscutido líder de las tropas imperiales, volvió a fijar su vista en el impasible y juvenil rostro de Arazeas, uno de sus mejores pupilos y sin dudas, su preferido, pero apenas si pudo sostener su mirada por unos segundos, retomando otra vez la marcha.
La idea le parecía insensata y hacía una hora que intentaba (sin lograrlo aún), desarticular la idea del joven guerrero de encaminarse hacia el otro lado de las Tierras Leónidas, un territorio tan poco hospitalario como extenso en ancho y largo.
Caminaba de una punta a la otra de la gran habitación y el reflejo de sus ornamentadas prendas, que definitvamente no eran las que cargaba con orgullo sobre su cuerpo en cada batalla, iban y venían en los mármoles que revestían el recinto.
Finalmente y tras más de diez minutos de movimientos enérgicos, desgastantes caminatas en círculos sin sentido, Desmónesis volvió a preguntar a su pupilo:
- ¿Estás seguro?¿Estás totalmente seguro de lo que quieres hacer?
Arazeas lo estaba. No hacía falta esperar que las palabras lo confirmaran. Sólo había que ver su rostro, decidido, valiente, angustiado, para saber que no solo estaba seguro, sino que moriría en su causa si así fuera necesario. Y era esa decisión, esa determinación, lo que más preocupaba a Desmónesis, porque eran obstáculos a los que difícilmente uno podía oponerse o contrarrestar de forma alguna y sin lastimar a nadie. El pupilo, no obstante, fue sencillo en su respuesta:
- Lo estoy, maestro.
El "maestro", como siempre que lo hacía, fue pronunciado con mucho aprecio y respeto; Desmónesis, que había combatido en cientos de batallas y tolerado las decenas de heridas que azolaban su cuerpo en forma de cicatrices que parecían grabadas con fuego, sintió que esas tres palabras le producían un dolor como ningún otro, en el centro de su corazón.
Su rostro evitó contraerse en un gesto de disgusto y así fue, supo mantenerlo firme, pero el sabor amargo bañó sus entrañas y perforó su interior, como aceite caliente.
- Pues bien, si es tu deseo...
- Es mi voluntad maestro, es lo que debo hacer.
- Pues bien entonces mi joven y valiente guerrero, si esa es tu voluntad, tienes mi permiso, pero debes saber algo, es una insensatez.
El joven no hizo ningún comentario al respeto, lo siguió observando con la calma y el respeto de siempre, recibiendo cada palabra de su superior y maestro con suma atención, como lo hacía siempre en sus clases de aprendizaje, en las que desde el primer día, cuando descifró los dos difíciles acertijos que Desmónesis les había ofrecido como bienvenida, supo destacarse, tanto por su inteligencia, como su arrojo y osadía.
Desmónesis recobró aliento en el silencio y se acercó a Arazeas. Se paró justo frente a él y casi como un padre, apoyó sus manos sobre los hombros del joven, e inclinando sus ojos a los de su pupilo, intentó un último movimiento, aunque las piezas ya habían recorrido todo el tablero sin ningún éxito posible.
- Te lo he dicho varias veces y hace una hora que te lo estoy repitiendo en este salón, mi querido y valiente Arazeas. Esta voluntad que dices tener, terminará con tu vida. Es el amor de una mujer el que te llama y valoro en este afán de liberarla de sus captores, tu valentía, decisión y coraje para atravesar los confines más allá de las Colinas Ignias, adentrarte en las Tierras Leónidas, atravesar los mares oscuros y y si aún vives, enfrentarte al ejército gracio en los Condados de Merivea. Lo valoro, lo aprecio, pero le temo porque es tu sentencia de muerte, el paso que no has dado pero que darás hacia el abismo, impulsado por un sentimiento único, leal, repleto de pasión, pero carente de realidad, pues no te aferras a lo que sabes, a la certeza si realmente ella vive, si acaso el ejército gracio no la hizo ya una de sus tantas víctimas, una más tras la toma de Urenia, el pueblo de tu amada, en el corazón de las tierras del Rey Tiaro, incondicional de nuestro imperio.
Eres joven Arazeas, pero lo que conoces del mundo es muy poco. La maldad que se extiende más allá de las comarcas no es nada comparado con las maldades que has apreciado en las batallas donde has combatido. Tienes sangre ajena en tus manos, lo se, pero ello no significa que estás hecho para una cruzada en solitario. Arazeas, dudo que puedas sobrevivir más allá de las Tierras Leónidas. Juro que quiero creer lo contrario, pero nadie que ha ido solo ha sobrevivido para contarlo. Y te lo vuelvo a decir mi brillante aprendiz, todo por el corazón de una mujer de la que no sabes, si vive o no.
A medida que había hablado, se había ido agitando y su tono elevando, aunque más cerca a la súplica que al enojo. Azareas no expresó ningún cambio en su postura ni en su rostro durante todo ese tiempo. Pero habló al final, y su voz se hizo eco en el gran salón, firme y segura como decidido y fiel lo era él.
- Te admiro maestro, gran Desmónesis, gladiador de miles de guerras, conocedor de la sangre y el perdón, pero por primera vez reniego de tus palabras. Mi corazón va por ella y mi mente tras mis ideales, juntos atravesarán los lugares el destino ha deparado para mi y que tu muy bien has nombrado. Se valerán de mi cuerpo para cumplir su misión, de mis energías, de mi pasión. No le temo al ejército gracio, ni al hambre ni a la sed. Tampoco a las tormentas, el sol o el viento. Ni a la luz del día ni la oscuridad de la noche. Tampoco a mi muerte, porque muerto estaría en caso de desistir, de rendirme por miedo a la pesadumbre, a la desgracia o el dolor. Ella está viva, lo se. Mientras haya esperanza en mi corazón, ella vivirá. Y no descansaré hasta llegar a ella, no importa como, cuando y en qué lugar, derramaré hasta la última gota de mi sangre en caso de ser necesario, sacrificaré cada parte de mi cuerpo si así es la voluntad.
- Arazeas, morirás.
- Todos morimos mi apreciado Desmónesis; es el motivo el que nos diferencia.
- Los Dioses te bendigan hijo mío.
- Alabados sean, maestro.
El joven pupilo se retiró en silencio, con la cabeza en alto y sin volver su mirada atrás. Nunca se supo que sucedió con él y si pudo dar con su amada.
Desmónesis lo recordó por siempre, hasta el día de su muerte, incluso hasta el momento mismo de sumirse en el sueño final, en el que recordó aquello que años atrás había escuchado de alguien que sabía poco de la vida y que sin embargo le había dado la lección más importante, palabras que sonaban tan sencillas al oído pero que a la vez estaban colmadas en contenido, las mismas que en su mente, que ya se estaba apagando, se repetían una y otra vez, "todos morimos mi apreciado Desmónesis; es el motivo el que nos diferencia".

14 de enero de 2005

Rosa de mi corazón

Rosa sin rosedal
Cuya fuerza y dolor
Hacen de mi amor
Un solo fuego, un solo hogar

Un beso se alzó en vuelo
Y a través del contrario viento
Y rebosante de sentimientos
Rompió las barreras del cielo

Recorrió rutas si pensar en distancias
Y mucho mejor, sin reparar en detalles
Cruzando con el alma, llanuras y valles
Para que seas feliz, como en tu tierna infancia

Escucha con suma atención:
Ni tus días terminan,
Ni los míos comienzan
La edad es la del corazón

Y a ellos hacemos, la pregunta que nos domina
Enamorados que se toman de la mano
Qué hay del otro lado ?
Cuando juntos suben la colina

Y nos responden con orgullo
Saboreando la vida plena
Es como el sol, como la luna llena
Un hermoso sentir, un suave arrullo

Y en mi esperanza nos veo juntos
Abrazados sin prejuicios
Mayor y menor, ambos en sano juicio
Solo amor, epicentro del asunto

No existen amantes sin corazón
Como no existe la pasión sin beso y dolor
Ni el futuro, sin sacrificio y amor
Y tampoco el canto sin la canción

Rosa sin rosedal
No hay otra rosa que te opaque
Eres única e irremplazable
Como la primera nuez del nogal

Maravillosa entre todas las personas
Tan bella de día, tan preciosa de noche
Dos brotes de oro que son tu broche
Y con luz cegadora, amor a mí retornas

Tengo tantas cosas que decirte, pero olvido la carta
Este amor me atrapa y me vuelve vulnerable
Pero igual no creo que haya en nuestro lenguaje
Palabras que puedan decirte cuánto te amo, querida Marta