Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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30 de octubre de 2005

Papi...

- Papi... ¿el abuelo era inmigrante??
- No Carlitos, no era inmigrante.
- Ahh... pero... ¿¿no nació en el norte??
- Si, pero en el norte de este país Carlitos.
- Ahh. Papi...
- Si Carlitos.
- Si yo me voy a vivir a la Luna cuando sea grande... ¿¿voy a ser un inmigrante??
- Carlitos, nadie vive en la Luna.
- Ahh... Papi...
- Si Carlitos, qué pasa ahora?
- ¿La Luna queda en el norte?
- No Carlitos, queda en el espacio.
- ¿Y el espacio queda en nuestro país?
- No Carlitos, no queda en nuestro país.
- Papi...
- Qué Carlitos, qué..
- Ya lo decidí. Voy a ser inmigrante como el abuelo y voy a vivir en la Luna!!
- Carlitos, el abuelo no era inmigrante y no podés vivir en la Luna.
- Ufa Papi, pero el abuelo... mami siempre dice que…
- Carlitos, escuchame bien, mami lo que dice siempre es “indigente lunático”.
- ¿Y no es lo mismo, papi?
- A esta altura Carlitos, me da igual…

22 de octubre de 2005

Hombre muerto

-Entonces, qué me dice. Si esa persona existiera, si realmente alguien tuviera la dicha de poder vaticinar con un ciento por ciento de precisión cada jugada en un mazo de barajas, cada bolilla que deja de girar en la ruleta, cada vez que alguien hace caer una palanca en los tragamonedas... si esa persona existiera, cuánto dinero le daría para que no vendiera sus servicios en forma particular y le hiciera perder dinero en su casino. ¿Cuánto?
-¿Cuánto? Ud está loco, no le pagaría un solo centavo. Si esa persona existiera, ló mandaría a matar y listo. ¿Acaso conoce alguno?
-No no, tan solo quería saberlo. Ja, por favor, quién podría hacer algo así, sería un fenómeno, un...
- Un hombre muerto.
- Eso, si, eso, un hombre muerto. Je.
- Ahora, si no le molesta, voy a recorrer un rato el casino, charlando no se puede vigilar un negocio.
- Claro, claro, vaya tranquilo.
Lentamente, el dueño del casino, de enorme porte, se retiró de la barra del bar. El hombre que lo acompañaba, de aspecto esquelético y nervioso apuró de un sorbo el último trago de su copa. "Hombre muerto" se dijo a si mismo y sonrió. El azar era previsible para su mente, pero no la forma de pensar del ser humano. Jamás podría adivinar lo que alguien le diría. Y aunque sabía que la suerte no existía, la tuvo esa vez. "Hombre muerto" volvió a decirse y se alegró por no haber confesado desde el vamos sus poderes. "Cero" gritó un croupier desde la otra punta y el ya lo sabía desde antes que llegara la palabra a sus oídos. Se marchó con un secreto en la cabeza y la vida en un bolsillo.