Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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31 de mayo de 2020

Casi un karma

Quedarse dormida, salir sin desayunar, correr el tren, llegar tarde al trabajo, sentarse y darse cuenta que los lentes quedaron en la mesa de luz.
Dolor de cabeza, cansancio, sueño, malestar general. Mucho trabajo en forma de papeles que se acumulan sin escrúpulos sobre el escritorio. Un jefe que pide las cosas a los gritos, compañeros de oficina que no colaboran en nada.
Llegar al mediodía con lo justo, las ganas de devorar un dinosaurio y encontrarse con el bar de la esquina cerrado. Conformarse con una sopa instantánea comprada en el chino de la vuelta.
La tarde se hace eterna, mientras el sol brilla del otro lado de la ventana, burlándose de las responsabilidades que otros asumimos con el afán de "ganarnos" la vida.
Fin de la jornada laboral, el sol se ríe de todos y se esconde detrás de nubarrones de tormenta que salen de la nada. Paro de transporte sorpresivo y hacer cola para tomar un taxi que saldrá una fortuna.
Suspiro y agradezco al menos todo lo bueno de la vida. Es cuando se larga el chaparrón. Me empiezo a mojar pero ya nada importa. Es un día más, otro día más, de una larga rutina llamada vida.

29 de mayo de 2020

Terremoto

El terremoto la tomó por sorpresa. Elena había pensado toda la vida que si vivía lejos de las montañas nunca sufriría uno. No lo imaginó así, tampoco, como una explosión seguida de una gran vibración.Todos sus libros habían caído sobre la alfombra del living. Las bibliotecas se habían desarmado por completo. Los vasos, los platos, estaban hechos añicos en la cocina. Ningún cuadro colgaba de su respectivo clavo en la pared. El techo parecía haberse partido como un cristal. El polvillo lo abarcaba todo. 
Entre jadeo y jadeo, logró ponerse de pie. ¡Martín! Corrió hacia la habitación de su hijo. Lo primero que vio, fue el desorden y el polvo en el aire . Lo siguiente, la ventana estallada. El corazón se le aceleró. ¿Dónde estaba Martín? 
Entonces lo vio: acurrucado detrás de la cama, con una granada en la mano y el rostro cubierto de hollín.
- Perdón mamá... - sollozó - en Mercado Libre decía que solo eran un poquitito más fuerte que una de juguete.

28 de mayo de 2020

El programador

Desde pequeño Facundo se había vuelto un adicto a los lenguajes de programación. Era incapaz de pronunciar dos palabras en castellano juntas, pero podía programar una aplicación en minutos. 
Para él no existían los lenguajes convencionales, solo Java, Phyton, Assembler, HTML5, C++, PHP, entre otros cientos que conocía de memoria.
Su comunicación con los demás era a través de robots programados o archivos .bat que ejecutaban funciones. Sus amigos y familiares lo contactaban a través de una sofisticada web, a través de la que codificaba y decodificaba la interacción con ellos. 
Un día llegó el amor. Una hacker rusa con la que se topó en la deep web mientras buscaba códigos de las naves de SpaceX. Mensajes encriptados van, mensajes encriptados vienen, decidieron pautar un encuentro virtual en Jitsi. 
Facundo invirtió varios bitcoins en un regalo especial, pero ella nunca se conectó. Una amarga sensación invadió su ser y de inmediato lo comprobó.
Ella no existía, no era más que un exploit. Nada quedaba en sus cuentas y todas sus password habían sido robadas. Un mensaje colgaba de fondo de pantalla en su ordenador: Lamer.
Nunca había deseado tanto terminar en la papelera de reciclaje como aquel día.
sudo rm -rf ~/.local/share/Trash/

27 de mayo de 2020

Dolor

El dolor de cabeza le pide que lo alimente. Primero con analgésicos, luego con algo más fuerte. Prueba unos ansiolíticos, pero el dolor se ríe a carcajadas. Se mofa del débil intento por derrotarlo.
Aborda la heladera, cuál pirata en atraco. Da cuenta de las seis cervezas que tenía reservadas para el fin de semana, luego de una botella de tinto que estaba por la mitad.
Se tambalea de la misma manera que el pirata en la proa del galeón asaltado. En la alacena hay un ron. En la biblioteca, detrás de un par de libros de Stephen King una botella de whisky. Las vacía en su boca. El calor le calcina el estómago, que devuelve bocanadas de fuego. Pero el dolor sigue allí, doblándose de la risa.
Para entonces, entre el mareo y el dolor insoportable, no ve. No distingue siluetas ni diferencia superficies. Primero bebe el detergente, luego la botella de lavandina. Va por la mitad del amoníaco cuando ya no siente el dolor... aunque a ciencia cierta, ya tampoco siente, ni sentirá, ninguna otra cosa.

26 de mayo de 2020

Grito sagrado

Todas las noches en el barrio se escuchaba el himno nacional. Los compases tan conocidos y sentidos entraban por las ventanas sin posibilidad alguna de pasar desapercibidos.
Las primeras veces, sorprendió la osadía del vecino que lo ponía, su sentido patrio en épocas en las que los simbolismos habían perdido fuerza. 
El volumen alto evidenciaba una intencionalidad: el de hacerse escuchar y ser escuchado.
Con el tiempo, se hizo una costumbre bienvenida. Si bien algún que otro se quejaba, la mayoría coincidía en la importancia del acto, no demagógico, sino de consciencia patriótica.
Hasta que una noche el himno brilló por su ausencia y varios móviles policiales tiñeron la calle de colores azules intermitentes. 
Mirta, la mujer del vecino que ponía el himno, había logrado defenderse y desmayar a su marido. Y esa noche, en lugar de los golpes que recibía y sus gritos sepultados bajo la canción patria, su voz en llanto pudo llamar a la policía.
En el silencio de la revelación, podía sentirse vibrar en el aire: "oíd el ruido de rotas cadenas"...

25 de mayo de 2020

Pueblo fantasma

En mi pueblo el tren de carga pasa dos veces al mes. Cuando va hacia el sur y cuando vuelve hacía el norte. 
No hay estación, no se detiene, es solo una formación que pasa velozmente a metros de las pocas casas que quedan habitadas en este paraje olvidado del país.
Los que aquí vivimos, somos viejos. Los jóvenes se marcharon hace tiempo y no van a volver. La existencia del pueblo es proporcional a nuestras vidas. Cuando no estemos, serán solo casas vacías a la veda del tren.
Quizá no falte mucho para que se convierta en pueblo fantasma. Aquí la causa de muerte de mayor frecuencia no es el cáncer, ni la gripe, ni los problemas cardíacos, ni la diabetes. Es por atropello en las vías del ferrocarril. Por suerte, el tren solo pasa dos veces al mes.

24 de mayo de 2020

Cálculos confiables

La mente de Raulito funciona muy rápido. Hace cálculos a una velocidad que impresiona hasta a los matemáticos más expertos. Ha superado en complejas operaciones a computadoras especialmente preparadas. Puede predecir órbitas espaciales y desplazamientos cuánticos en cuestión de segundos.
Sin embargo, en la góndola del supermercado, no puede encontrar la diferencia entre la gaseosa bajas calorías y la sin azúcar y cómo, de manera directa, puede mejorar la calidad de vida de las personas tal como lo afirma el afiche publicitario que acompaña las botellas.
Por eso Raulito trata de evitar el engañoso mundo que lo rodea y se abstrae en el silencioso universo de los números, que nunca mienten y mucho menos, traicionan.

Mal de olores

Sufro de olores. Suena extraño, lo sé. Pero desde pequeño los olores me abruman. Cuesta explicarlo, porque no son los mismos olores que los demás perciben. No es que se intensifican el olor de la rosa, del asado, de la caca del perro. Ni siquiera es olor a podrido. Si se pareciera a algo, sería al olor de la muerte. Pero más incisivo, penetrante. 

Lo peor es que llegan acompañados de sensaciones, premoniciones, la certeza de fatalidad. De niño supe que morirían mis padres, mis abuelos, mis tíos. Y a medida que fui creciendo, fui sabiendo de antemano de las muertes de muchas otras personas cercanas. 

El olor las hace inevitables. Y por eso lo odio, lo aborrezco. Porque cada vez que lo siento, es un aviso. Y cuando se intensifica, una señal, una orden. Es, entonces, cuándo los mato, antes que la locura sensitiva me destroce a mí.
Sufro de olores desde niño, así que imaginarán mi tortura.

22 de mayo de 2020

Malhumorado

Labios apretados, mirada al piso, las manos en los bolsillos de la campera. El hombre esperaba su turno en la farmacia, de manera silenciosa. Una persona recién llegada le preguntó si había que sacar número. Nunca obtuvo respuesta. 
El farmacéutico llamó al próximo y el hombre se acercó al mostrador, sin cambiar en lo más mínimo su postura. En lugar de abrir la boca y anunciar lo que necesitaba, arrojó sobre el mostrador un papel escrito a mano.
Con recelo, el farmacéutico lo leyó y comenzó a preparar el pedido. Finalmente metió todo en una bolsa y le dijo el costo. El hombre sacó un puñados de billetes del pantalón y los tiró al mostrador. Tomó la bolsa y dió media vuelta, hacía la salida.
- ¡Señor, su vuelto! - gritó el farmacéutico.
Sin detenerse, el hombre levantó la mano libre y extendió el dedo media hacia arriba. Dió un portazo y desapareció en la calle.
Al bajar la vista, el dinero ya no estaba. Desconcertado, el farmacéutico buscó por todas partes, mientras la única persona que aguardaba ser atendido, le preguntaba una y otra vez si debía sacar número.
 

21 de mayo de 2020

Marcas

Al OVNI lo vimos todos, los cuatro que éramos esa tarde en la vieja colina.  Pero a quien más afectó fue a Jazmín. 
No en ese instante, en el que los cuatro quedamos paralizados, con el corazón latiendo sin parar. Ella comenzó a manifestar su malestar con los días. 
Fuimos los primeros a los que les mostró las marcas. Decía que cada mañana despertaba vestida con ropa diferente a la que se había puesto al acostarse y con marcas en el cuerpo.
Empezó a hablar de abducciones, de naves espaciales, experimentos, secretos del universo... todo giraba en torno a eso. La gente dejó de hablarle por temor y sus padres terminaron por internarla, porque no sabían cómo tratarla.
Me había olvidado de ella, hasta esta mañana, cuando en todos los canales de televisión y de internet su figura encabezaba la comitiva de extraterrestres que bajaba de la nave nodriza en París, luego de devastar media ciudad y declararle la guerra al Planeta Tierra.

19 de mayo de 2020

Sobrevivientes

Lo tenía de vista de hacía tiempo, pero recién lo conocí personalmente en 1927, en las afueras de un colegio inglés. Volvimos a cruzarnos veinte años después, en una devastada Alemania. 
La tercera vez que coincidimos, Centroamérica estaba en ebullición. En los setenta lo encontré en Argentina. Desde hacía tiempo que no nos deteníamos a charlar. Un saludo desde lejos y cada uno seguía su rumbo. 
En 1993 volví a verlo, en Egipto. En vísperas del 2000 en Finlandia. En 2020, en una desolada calle de Italia, en plena pandemia. La última vez fue en lo que era Japón, en 2031, hace exactamente cuarenta años. La sensible ausencia presagia su partida.
Me cuesta creer que soy el último atlante con vida, pero es un aliciente saber que eso significa el reinicio de todo, una vez más. Ojalá poder vivir también tantos años en la próxima existencia.

18 de mayo de 2020

Chance

Solo quedaba una chance. Una sola. Distante, épica, imposible. Había que meter cuatro goles y el puntero perder por cinco. Nosotros jugábamos contra el tercero y ellos contra el último.
A nuestros rivales los arreglamos con algo de dinero, pero nada sideral. 
Los jugadores del equipo que marchaba en la cola de la tabla se nos rieron. Fueron muy claros. No era cuestión de plata, sino de habilidad. Ni todo el oro del mundo iba a lograr que el domingo jugaron mejor que el rival. Igual aceptaron un incentivo. 
Pero el éxito lo alcanzamos por otro lado. Si, pueden decir que nos sobrepasamos, pero así es esto. 
Mandamos a varios muchachos a ver los partidos en casa de los familiares del candidato. Y si, algunos iban armados. Nadie lo niega. Pero manda el negocio y a la larga, cómo decía un grande del fútbol nacional, todo pasa.

17 de mayo de 2020

Axioma

Morris siempre decía que había dos maneras de encubrir un crimen: bien o mal. 
Claro que el hecho que Morris esté cumpliendo condena deja en evidencia que hablar al respecto no significa ser un experto en la materia. 
No me gusta alardear, pero más allá del axioma de Morris, mi experiencia es mucho más positiva. He cometido cuánto crimen puedan imaginarse y aún camino libre por las calles. 
Por eso cuando Morris me mandó a llamar no fui a verlo. Él quiere que lo ayude a salir de la cárcel y a mí no me interesa que salga. Al fin de cuentas, está dentro porque las pistas lo pusieron en la escena del crimen. 
Cuando el agua te llega al cuello, hay que mantenerse respirando. O como diría Morris, hay dos maneras de hacerlo. Por más que para salvarse, haya que hundir a otro. 
Y en ese sentido, estar en libertad se me da muy bien.   

15 de mayo de 2020

El violinista

Subió hasta el techo para sentirse más cerca de las estrellas. Le sonrió a la luna menguante casi con picardía. Tomó aire y exhaló, nervioso. De solo mirar hacia abajo le temblaban las piernas. Pero infló el pecho, como en cada ensayo con la orquesta, antes de ejecutar la primera nota.
Acomodó el violín entre la clavícula y la barbilla, sintiendo la madera lustrada haciendo presión sobre su cuerpo, en un acto de mutuo afecto. Afirmó el instrumento con un leve movimiento y con la mano derecha acercó el arco. Y luego...
Dicen que se escuchó una melodía armoniosa, bella, espiritual. Que todo el barrio salió a la calle. Que todos miraron hacia el lugar de dónde provenía el sonido. Y que allí no había nadie. Tan solo la música, flotando, etérea.
Es increíble, dijeron. Viene del techo del malogrado violinista. Ese que se ahorcó antes de su primera función.

14 de mayo de 2020

Mate ruso

Éramos pibes y muy boludos. Y además teníamos algo de maldad, no me queda duda. Andábamos en el barrio siempre calzados, muchas veces sin una bala en el tambor. Pero asustábamos a los incautos. 
Éramos la banda de los pibes. La que un buen día consiguió una cápsula de cianuro y no tuvo mejor idea que inventar un juego. 
Armamos una ronda de mates y mientras iba pasando de mano a mano, entre cebada y cebada, nos reíamos de quién sería el "afortunado" al que se le desintegraría la cápsula enterrada entre la yerba.
Como la ruleta rusa, pero bien argentino, habíamos dicho. El juego se llevó al Raúl y nos metió en problemas. Pero de eso pasó mucho tiempo. Ya crecimos. 
Cada uno tiene su banda Y cuando matamos, lo hacemos cara a cara.

13 de mayo de 2020

La línea

Siente el deseo de dar ese paso, de trasnponer la línea que su mente ha dispuesto entre ella y él. Ese más allá del saludo, de la sonrisa casual, del café compartido en la hora del descanso, de las palabras triviales en jornadas aburridas, de la mirada esquiva al cruzarla en el ascensor, del adiós hasta mañana de cada día. 
Pero es más fuerte la timidez, la crianza, los miedos, los prejuicios, el qué dirán, la decepción, la cuasi amistad. Y el paso queda trunco, sin cruzar la línea.
Y cuando en la oficina lo echan, ella es solo una más que levanta la mirada para verlo partir. No hay ningún ademán extra, ni un gesto de consuelo. La última esperanza es que antes que la puerta del ascensor se cierre, ella se levante y trate de alcanzarlo. Pero no sucede. Él se abandona a su suerte, clavando los ojos en una botonera fría, que apunta hacia la planta baja. Desconsuelo, tristeza. El valor ausente. Frena, detiene. Ahora sube. Alto, bien alto. Hasta la azotea. Quiere que ella lo vea aunque sea una vez más, fugaz, cayendo, huyendo, dejando de ser.

7 de mayo de 2020

Espantapájaros

No le gustaba quedarse a dormir en casa de la abuela. Tenía mil motivos pero el peor de todos era esa ventana sin cortinas dando al patio. 
La habitación era tan pequeña que de un lado tenía la pared donde se proyectaban sombras horribles y del otro, el ventanal.
Lo asustaban los árboles inmensos, la luna en lo alto y sobre todo, ese maldito espantapájaros en la huerta, al que, de todas formas, no le encontraba el sentido. ¿Por qué ponerlo cada noche, si los pájaros solo andaban merodeando de día?
Una tarde, mientras ayudaba a su abuela a sacar la gramilla, le preguntó: ¿Dónde guardas el espantapájaros? Ella solo rio. Le acarició el cabello y soltó: ¡Qué ocurrente!
Esa noche, podía jurarlo, el espantapájaros parecía sonreírle.

5 de mayo de 2020

Patio prohibido

Nunca, pero nunca, se metan al patio del vecino. Era aquella una ley inexorable. Marcos y Jaime la sabían incluso antes de pronunciar las primeras palabras. 
Hasta aquella tarde, cuando sus piernas de niños grandecitos enviaron la pelota hacia el otro lado por encima del tapial. Había que cruzar. No lo dudaron. 
Treparon con esfuerzo y contemplaron el sitio prohibido. Esperaban ver un lugar tenebroso, con árboles raquíticos señalando hacia el cielo, y un vecino irascible apuntándoles con un rifle. 
Pero no, lo que vieron fue un terreno liso, removido en algunas partes en montículos rectangulares, y a su padre cavando una fosa, con una bolsa de plástico negra y forma humana, a sus pies.

4 de mayo de 2020

Ataúdes

Molinari no se decidía, el de caoba era imponente pero aquel con detalles en metal llamaba su atención.
¿Puedo probarlo? preguntó a un atónito vendedor que aprobó luego de sopesar las palabras varias veces. Molinari abrió el ataúd con los detalles y se metió dentro. Cerró y abrió la tapa varias veces. Luego fue hasta el de caoba e hizo lo propio.
Me quedo con éste, dijo y extendió un cheque. "Tiene la fecha de ayer, descuide, es un mero detalle, fondos sobran". 
Don García - interrumpió un empleado -, una tal Sra de Molinari lo espera en la recepción. Parece ser que anoche se suicidó el esposo y quiere ver ataúdes. 
García giró sobre sus talones y descubrió que estaba solo. En su mano, la tinta sobre el cheque aún estaba fresca.