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1 de noviembre de 2008

El que huye

Era un espíritu que soñaba con ser mortal, porque quería sentir y sufrir a la par de los seres que amaba. Era un espíritu que amanecía acompañando el último sueño de los moribundos. Susurraba esperanzas en los oídos de los indigentes y dibujaba ilusiones en los rostros de los niños sin familia.
Recorría en las primeras luces de la medianoche los lugares donde los hombres se juntaban a tomar, soplando en los vasos a medio terminar de los borrachos, cambiando amor por alcohol. Era un espíritu que reía cuando otro reía, que respondía con una sonrisa otra sonrisa, pero que abrazaba al que lloraba, sostenía al dolorido, acompañaba al solitario.
Era un espíritu que quería sentir ese abrazo, saber la sensación de una lágrima, quería que vieran su sonrisa. Anhelaba más que ser un aura, un sueño, una esperanza. Y se lo pidió al dios de los espíritus. Se lo suplicó una y otra vez. Pero el dios de los espíritus fue claro y no se lo permitió: debía ser una esperanza, debía inculcar amor, ser una compañía, sus propios sueños no podían entorpecer aquello para lo cual había sido creado. El hombre debía purgar sus pecados por el solo hecho de ser hombre, y él, debía cuidar que así fuera, aunque con los menos males posibles. Porque no todos los hombres eran iguales y aquellos de buen corazón, debían sufrir menos. Así estaba escrito, así debía ser.
Era un espíritu obediente. Pero no podía no ser lo que amaba. Entonces, se escapó del mundo espiritual y huyó al terrenal. Fue Jesús, fue Mahoma, fue Buda, fue Ghandi. Fue muchos y siempre sigue siendo. Huye, pero lo encuentran y logran callarlo. Pero su voz es fuerte y algún día prevalecerá. Sigue huyendo, buscando quien ser, cómo sufrir, como amar, como sentir y enseñar. Mantiene la esperanza de algún día vencer.

2 comentarios:

Panchuss dijo...

Que lindo texto, ! que texto iluminado ¡ cuando lo leia era como leer el resumen de una historia infinita y ciclica, la historia de un espiritu que alguno como yo le gustaria ser.
muy bueno.
panchuss
de literario Kapasulino

Anónimo dijo...

Ernes, sin palabras... muy bueno. No lo puedo creer. Salud!