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8 de junio de 2008

El sueño de Sasha

Se encontró de repente en medio del sueño que la perseguía desde hacía tiempo. Sabía que estaría agitándose en la cama, transpirando y con los cabellos húmedos, como si tuviera fiebre.
En el sueño, su madre, cada días más débil, sollozaba con la cabeza sobre la mesa. La miraba a los ojos, con los suyos totalmente enrojecidos, y le pedía que por favor lo hiciese, pero ella no accedía.
Entonces, su madre, revelaba de abajo del brazo el revólver que allí reposaba guarecido de la vista y se pegaba un tiro en la sien. Y así es cómo se le permitía vivir. Maldecida en vida, debía morir cada noche para despertar al alba.
Sasha, en el sueño, permanecía despierta llorando a su lado, sosteniendo su cabeza pálida y fría, intentando no tocar la sangre. Y ni bien comenzaba a salir el sol, la sangre se secaba, la temperatura volvía al cuerpo de su madre y ella amanecía somnolienta, y de inmediato se veía rodeada por los brazos de su hija.
Y otra vez, en el sueño, llegaba la noche, y nuevamente la madre le imploraba que lo hiciera, que la ejecutase. Pero ella se negaba y la escena volvía a repetirse, en un ciclo sangriento, una y otra vez. Pero a cada despertar, su madre estaba más débil, más disminuída.
Y llegaba entonces una noche en el mismo sueño en el que ya no tenía las fuerzas para levantar el revólver y le rogaba, le imploraba que por favor lo hiciese, que si no disparaba, moriría. Y con lágrimas que le bañaban las mejillas, temblando por el horror, sacaba el arma de la mano avejentada de su madre y casi en un suplicio dirigía el cañón hacia su blanco y entonces, con fuerzas que no venían del corazón ni de su mente, apretaba el gatillo.
Y allí, como cada noche, despertaba, totalmente asustada, casi en un llanto, mojada de pies a cabeza, con las sábanas hechas un ovillo a un costado. Respiraba profundo y exhalaba, respiraba y exhalaba, de a poco pasaba la agitación.
Ya calmada, en puntas de pié para no despertar a nadie, llegaba hasta la puerta del domitorio de su madre y se quedaba allí, en la penumbra, contemplándola con una extraña mezcla de amor y tristeza, y ante todo, miedo. Un miedo indescriptible, que parecía arañarle la piel en ese mismo momento, agazapado en alguna parte de la casa.
Pero su madre descansaba tranquila, en el silencio de la noche, su contorno subiendo y bajando a medida que respiraba. Su mamá dormía y ella debía ir a hacer lo mismo si quería levantarse para ir a clases.
Echó un último vistazo y se fue conforme. Su madre descansaba como un angel y el revólver yacía manso sobre la mesa de luz.

3 comentarios:

Ninia Pastelillo dijo...

Estos relatos me ponen la piel de pollo! Muy bueno!!!

El Paci dijo...

Conozco una persona, que soño "casi" el mismo sueño que tuvo Sasha.
Confieso...me impresiono de buena manera.
Saludos!

el oso dijo...

Cada uno con su revólver juega a la ruleta rusa que otro le propone. Unos pocos fallan, entonces alguien sonríe. El problema lo tiene quien no falla...