Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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24 de agosto de 2020

Todo era ella

Cada vez que sonreía me encandilaba, lograba sonrojarme de una manera que detestaba, porque quedaba expuesto ante los que me rodeaban. Pero era inevitable. Creo que estaba enamorada de ella desde que tenía doce o trece años. Desde que comencé la secundaria, duro ciclo de la vida para la gente tímida. Vaya si lo recuerdo. Creo que la mayoría de los traumas que uno asume en su existencia tienen origen en esta etapa. Pero apareció ella y dejé todo lo demás a un lado.
Era como vivir dos vidas, una, en la que era el chico pre adolescente que se juntaba con su barra de amigos, iba a la escuela, hacía las travesuras que cualquiera de la misma edad haría, volvía a su casa, discutía con sus padres por los motivos que fueran (porque no había temas puntuales para discutir, en realidad, nunca los hay, es solo desatar esa furia que no nos gustar retener dentro) y trataba, a su manera, de ser feliz.
En la otra, todo era ella. Mis ojos eran suyos, los oídos, sentimientos, sensaciones, cada palpitación, cada suspiro. Cuando estaba con mis amigos, mis pensamientos se escapaban a su lado mientras el cuerpo corría como un autómata detrás de una pelota en el potrero de la esquina. En la escuela, su rostro y voz se confundía entre las matemáticas, los pizarrones escritos con tiza, la historia de los próceres y las montañas más altas del mundo. Más de una vez el profesor a cargo de la clase pronunció mi nombre en voz alta devolviéndome al aula, a la fila de pupitres y las carcajadas generales que me dejaban rojo tomate. Y en casa, aquellas discusiones con mis padres solo terminaban cuando, cansado, solo quería irme a mi habitación a pensar en ella. Y, a mí manera, era feliz.
¿Cómo no soñar con un amor imposible cuando se es chico? ¿Cuándo sino? Después crecemos y creemos una y mil veces encontrar el amor, pero nos engañamos continuamente solo para no estar solos, y en nombre del amor, cometemos mil locuras y nos condenamos a otras tantas. Pero el amor imposible, el verdadero, ese que nos apuñala el corazón con dureza, que nos acorrala en sueños, que no nos permite sacarnos de la cabeza cada contorno de su cuerpo, que nos afiebra en la soledad, que nos acompaña en la oscuridad, que nos somete a llantos reprimidos, que nos produce un malestar de estómago que algunos confunden con mariposas, ese amor imposible, solo se vive una vez, cuando aún somos inocentes.
Y en ese entonces, estaba perdidamente enamorado de ella. Tanto que me solía escapar por las tardes para verla, aunque ella no lo supiera. A veces, no podía esperar a que sonara el timbre de salida del colegio y me escabullía en la última hora. Otras, no aparecía por casa y caía recién al atardecer, sabiendo que mamá y papá estarían preocupados, telefoneando a los padres de mis amigos. No importaban los retos, ni los castigos. Uno vive por lo que sueña y sufre por lo que cuesta. No necesitaba clases de filosofía para entenderlo. Todos tenemos un instinto natural que lo sabe.
Aquel amor duró un par de años. El final fue abrupto, doloroso. Lo  imposible fue aceptarlo. Busqué muchos culpables, la economía, las políticas del país, el poder adquisitivo de mis padres, pero fueron formas de seguir engañándome. La culpa, toda la culpa, era mía. Más allá que mi abuela no pudiera seguir pagando el canal de cable, que ya no pudiera escaparme cada tarde para verla conducir aquel programa para niños, que a partir de entonces solo pudiera aferrarme al recuerdo de su imagen, que mis padres se negaran a contratar el servicio, la desazón y angustia fueron mochilas que decidí cargar sobre mi espalda el mismo día que me enamoré de un alguien inalcanzable.
Con los años, fue perdiendo su rostro, su voz, su encanto. Y desde entonces, traté de remediar lo imposible con amores posibles, seres tangibles, mujeres reales. Pero ninguna se acercó jamás a ella. A pesar de todo, he simulado ser feliz en cada caso. Y con eso, me contento. 

1 comentario:

Maga h dijo...

Quien no guarda una amor de aquellos?
La política, la economía, el "progreso" siempre influyen, en definitiva el amor es una cuestión política.

Abrazo