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17 de julio de 2016

El número de la quiniela de mañana

La ciudad, cualquier ciudad, parece otra en invierno. La gente se esconde en sus hogares escapando del frío, dejando las calles en soledad. De tanto en tanto algún que otro valiente escudado en abrigos las atraviesa en pos de un mandado que no puede esperar, aunque retornan rápido con el fin de buscar reparo en el calor artificial de puertas adentro.
Hay otros que no tienen esa suerte, para quienes las calles representan todo: su vivienda, su medio de vida, su rutina diaria. Escapan de la realidad solo cuando entran algunos minutos a un bar a pedir limosnas, a un garaje para llevarse bolsas con cosas que los dueños piensan tirar o cuando son llevados a la comisaría por alguna denuncia de un vecino malhumorado.
Detrás del supermercado de la calle principal suelen encontrarse por las noches varias personas que juntan cartón, otras que van por el vidrio y el plástico, y hasta casos más críticos que pelean hasta la última sobra de comida o alimento que se haya descartado por haber superado la fecha de vencimiento.
Como hormigas se van llevando poco a poco, hasta limpiar el lugar. Lo van haciendo sabiendo que tienen toda la noche por delante y que allí o dónde tengan el colchón para dormir, sufrirán el mismo frío. Para ellos, el invierno es eterno.
- Me gustaría saber el número de la quiniela, don Alfredo y poder comprarme un lugar decente para dormir - dijo Horacio mientras separaba cartón por un lado y vidrio por el otro.
Alfredo, a quien solo le interesaba por el vidrio, aguardaba a que el hombre más joven terminara para poder cargar lo suyo en su carretón.
- ¡Imagínese! Una casita con estufita, un plato de sopa cada noche y a dormir, nada de estar yirando en medio del frío para poder ganar unos mangos.
El viejo a su lado sonreía. Qué otra cosa podía hacer. Sueños tenían todos y cada uno de los que cada noche se cruzaban en aquel amplio patio. 
- ¿Sabe lo que estaría bueno, Alfredo? Una máquina del tiempo ¿Qué me dice? Uno viaja hasta mañana, espía el numerito que salió y vuelve. Al día siguiente lo juega y solucionados todos los problemas.
-  Si fuera tan fácil - contestó el viejo, mientras frenaba con la zapatilla un frasco de mermelada que rodaba hacia donde estaba.
- Ya lo sé Alfredo, es un decir, esas cosas no existen.
El viejo largó una carcajada.
- No se me ría Alfredito, por favor.
- No me rio de usted, Horacio. Sino de lo que acaba de decir...
- Por eso, de que quiero viajar al futuro... 
- ¡De lo de la máquina me rio! De eso que dijo que no existe.
- Si existiera, todos seríamos ricos - ahora el que reía con toda la jeta era Horacio.
- No, ricos no. Fue un caos. 
- ¿Qué cosa?
- Todo.
- ¿Todo qué? 
- Todo, la sociedad, las guerras, el hambre, todo fue un caos.
- No le entiendo un pito Alfredo, de qué me habla. Si estábamos hablando de la quiniela y de...
- ¡Viajar en el tiempo! De eso le hablo. ¿Para qué quiere eso de nuevo, Horacio? Aquello...
- Perdió la chaveta don Alfredo. ¿Cómo de nuevo?
El hombre mayor, que tendría unos setenta años se movió inquieto. Sacó dos cigarrillos de un bolsillo y extendió uno hacia Horacio. 
- No fumo, gracias.
El viejo insistió, agitando el cigarrillo.
- Bueno, uno no me va a matar - aceptó el otro.
- Venga Horacio, tómese unos minutos y descanse mientras le cuento algo.
- A menos que me vaya a decir el número que sale mañana en la quiniela, me quedo trabajando.
- Le voy a decir por qué no le conviene conocer el número que saldrá mañana.
- Explíquese Alfredo.
- Así como me ve, estoy aquí por decisión propia. Nadie me quitó la casa, ni me despidió de un empleo. No me abandonó mi familia, ni me dejó una mujer. Muy por el contrario, fui quién se fue de su casa, renunció al empleo, se alejó de su familia, de su mujer, de sus seres queridos...
"Todo comenzó hace treinta años, cuando logré lo que me había propuesto desde mi juventud: vencer al tiempo. Cuando era pequeño, leía y veía en cine todo lo que tuviera que ver con viajes en el tiempo. Sabía que era ciencia ficción pero al mismo tiempo, estaba seguro que era posible. Estudié Física e Ingeniería. Me gradué con las mejores notas. Y comencé a trabajar en ese imposible, en una máquina del tiempo. Y hace treinta años, exactamente, lo logré. Fue todo un acontecimiento, el mundo se rindió ante mí". 
"Me dieron el Nobel, di conferencias en todo el mundo, fue multimillonario de la noche a la mañana. El mundo hablaba de mí. Alfredo Titor figuraba en todos los diarios, revistas, canales de televisión, radio... la máquina del tiempo era un éxito. Los experimentos iniciales permitieron a historiadores revisar la historia con descubrimientos notables... si usted supiera Horacio, que distinta es la verdad... pero si tan solo se hubiesen atenido a eso, pero no, usted sabe como son, ellos, los que tiene poder, los que viven bien... ellos quieren más y más, y si bien no viajaron al futuro para buscar un simple número de quiniela, lo hicieron para cosas más atroces, conocimientos que todavía no debían llegar..."
"Horacio, si usted hubiese visto, el mundo se había vuelto demente, estallaban guerras por problemas que aún no habían comenzado, por agravios aún no recibidos, guerras a cuenta de un futuro que transformaban en presente sin interpretación alguna. El pasado quedó en el olvido, la cuestión era el futuro, cómo sacarle ventajas. El caos fue insostenible".
"No lo dudé Horacio. Viajé en el tiempo hasta el momento mismo de la creación y llevé conmigo imágenes grabadas de lo que sucedería si esa máquina que acababa de construir llegaba al conocimiento de la humanidad. Entonces, ese hombre igual que yo, que llegó advirtiéndome que cometería el error más grave en la historia de la humanidad, me persuadió de lo que estaba haciendo y destruí todo. Hasta la nota más minúscula, todo. Arrojé por la borda mis sueños, mi trabajo, absolutamente todo. Mi ruina fue la culpa. Porque por más que obré a tiempo, otorgándole a la humanidad esta segundad oportunidad, día a día me carcome esa otra existencia paralela, en la que no fuimos de capaces de progresar como sociedad".
"Prefiero esta soledad nocturna, mi amigo. Esta vida anónima, sobreviviendo con lo justo, pasando hambre y frío. Prefiero estar aquí con usted, soñando con un futuro mejor, que vivir una pesadilla gracias a poder ver el mañana. El mañana es el esfuerzo del hoy. Sin embargo, si existiera la mínima posibilidad de espiarlo por un breve lapso, lo que haríamos sería justamente lo inapropiado: cortar camino. Y el camino que no es recorrido, es una enseñanza perdida. Lo aprendí hace treinta años. Y pesa sobre mi consciencia, a diario".
"Vamos, apure ese cigarrillo, que hay bastante por hacer. Y no se preocupe por el número de mañana. Ese número siempre estará allí. Pero no siempre nos pertenece. Así es el futuro. Y así debe ser".

3 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

¿Se le puede creer? No se entiende el motivo de haber terminado en la calle, pudo haber elegido una vida gris, sin trascendencias, pero con algunas comodidades mínimas.

Juan Zara dijo...

Increíble. Una historia que (Dentro de la historia) te agarra tan desprevenida como lo agarró a Horacio, para dejarte con la duda, ¿estaba loco el viejo al final o todo lo que nos contó era verdad?

Llegué al blog por recomendación de un amigo, y no me arrepiento.

¡Saludos!

el oso dijo...

Muy bueno, Neto. Recuerdo (aunque no tanto) otro tuyo con una temática similar, pero debe ser la edad o que viajé en el tiempo, jajajaj
Abrazo