Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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18 de mayo de 2016

Caído del cielo

Habitualmente no circulo por las calles del centro para evitar las multitudes, sobre todo en esos días del mes que vencen los impuestos y la gente sale como loca a pagarlos, con las consecuentes colas en los cajeros automáticos y los puntos de pago. Pero esa mañana me resultaba inevitable, dado que el cliente que debía visitar tenía su estudio justo frente a la plaza principal y como toda ciudad construida a la española, la misma se encuentra en el corazón de la ciudad.
Dejé el coche estacionado a un par de cuadras de mi destino, más que nada para no tener que pagar el estacionamiento medido, tan de moda en los municipios, que ya no saben de dónde sacar fondos para los gastos. Pasé delante del café más lindo de la ciudad, atestado de gente, crucé la avenida principal y tras subir dando saltos la escalera del edificio, me instalé delante del portero eléctrico, para buscar el timbre correspondiente al hombre que debía visitar.
En algún momento de este breve trayecto, Ulises debió de verme. Porque cuando estaba por llamar a la oficina de mi cliente, Ulises apareció de la nada y me aferró el brazo.
- ¡Negro! ¡Cómo caído del cielo!
Mi susto inicial, al sentir que alguien me tomaba del brazo, trocó en perplejidad. Si la memoria no me fallaba, a Ulises no lo veía desde hacía una década. O más. Pero a pesar del tiempo, era imposible no reconocerlo. Con su pera pronunciada y la cabeza calva como una calabaza.
Me estrechó en un abrazo y sin dejarme ni decirle hola, lanzó su pedido.
- Necesito que me prestes 200 o 300 pesos Negro, te juro que te los devuelvo apenas puedas.
Quedé en silencio, con el "¡hola, tanto tiempo!" entre los dientes. Si bien estaba como lo recordaba de la última vez que nos vimos, una tarde en el bar del Gringo, al mismo tiempo no. Es difícil de explicar. Allí lo tenía a Ulises, de cuerpo y alma, pero paralelamente me decía que era imposible, en tanto la cabeza trataba de encontrar el motivo por el cuál aquello parecía extraño.
- Mirá, con 100 hasta podría andar la cosa. Es largo de explicar Negrito, la verdad que parece que hace mil años que no estoy en la ciudad y sos el primer conocido que me cruzo. ¿Podés creer, Negro? El primero.
Me hablaba sosteniendo su mano sobre mi brazo, como midiendo la distancia o cuidando que no me escapara. Y mientras seguía pensando, qué había sido del Ulises. Porque ese día en el bar nos juntamos para despedirlo. Se iba a alguna ciudad distante ¿Rosario? ¿Córdoba? No, Rosario no. Rosario está cerca. Quizá Mendoza. La cosa es que se iba. Y después de eso...
- Si no cargo combustible, estoy jodido viejo. Jodido.
Después de eso, no supimos más nada. Así, de golpe. Un rumor que trajo la novia de Ezequiel, la novia de ese momento claro, hará unos diez años, porque ahora Ezequiel anda con un tal Quique, era que el nombre de Ulises había aparecido en un programa de fenómenos extraterrestres.
- No es necesario meterle super, mucho menos premiun. La normal, de paso rinde más lo que me vayas a prestar. Sé que no es buen combustible, pero el tema es poder salir de acá, vos me entendés.
No, claro que no lo entendía. ¿Ulises, después de diez años, pidiéndome plata? Aquella mina había llegado exaltada, casi corriendo, a la canchita de fútbol cinco donde por esos años nos juntábamos los sábados. Recuerdo bien como venía moviendo las tetas dentro de la musculosa blanca que llevaba puesta. Y pensar que el Ezequiel la dejó porque empezaron a gustarle los pitos. Pero la mina, agitada como estaba, nos preguntó antes que nada si el nombre completo de Ulises, era Ulises Follman Ortiz.
- Fijate, Negrito, fijate si tenés, haceme este favorcito que los Polis están pisándome los talones.
No dijo polis. Yo le entendí polis. Y pensé que se había mandado una y lo estaban buscando. Recordé entonces lo que había dicho la tetona que era novia de aquel maricón: "Escuché en la tele, que en San Rafael, desapareció un hombre después que varias naves no identificadas se dejaron ver en el cielo, rodeadas de una luz azul intensa. Parece que lo abducieron. Se llamaba Ulises Follman Ortiz".
Ya me parecía que era Mendoza, al menos era la provincia. Desde entonces no supimos nada más de Ulises. Ni siquiera, si aquello había sido verdad o no. Y ahora, allí lo tenía, pidiéndome un par de billetes en la puerta del edificio de mi cliente, a media cuadra de la plaza en la ciudad donde nos criamos.
Al fin hablé.
- Ulises ¿por qué te persigue la cana?
- ¿La cana? - se arqueó para atrás y dio paso a una carcajada. Siempre se había reído así - Los Posh-It dije. Son de la constelación de Alambhra, a diez años luz de Andrómeda. Los cagué en una partida de poker y se la quieren cobrar. Y vos podés creer que la nave se me quedó sin combustible acá a medio kilómetro. Decí que le echás cualquier cosa y funciona, pero nadie me fía un bidoncito. ¡Y claro, con lo cara que está la nafta! En ningún lugar del universo sale lo que sale acá.
Me volvió a pedir la plata.
Le di 250, me volvió a abrazar y se fue contento. Lo perdí doblando por la esquina de la municipalidad. Se lo comenté esa noche a los muchachos en el club y se quedaron boquiabiertos. Nunca más lo volví a ver. Aunque trato de saber de él. Ojo, no espero que me devuelva el dinero, ni mucho menos. Muchas mujeres me han sacado más guita que esa con versos menos complejos. Sin embargo, no dejo de leer ningún blog o sitio web sobre el tema OVNI. Y no es que lo extrañe. Todos nos acostumbremos a que Ulises no esté. Pero que tan solo exista la posibilidad que mientras yo escriba estas líneas él esté surcando el espacio en una nave extraterrestre, ya es suficiente motivo para que su paradero sea mi desvelo.


1 comentario:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Me gustó eso del amigo abducido por extraterrestres, que tenga que ponerle nafta a su nave. Y el motivo de su huida. Bien planteado.