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24 de julio de 2014

¿Y dónde querés que esté?

El teléfono sonó tres veces antes que atendiera. Lo hizo mecánicamente, mientras en la computadora guardaba el archivo en el que estaba trabajando. Dio su nombre, como era costumbre, como le habían enseñado hacía ya cinco años, durante sus primeros días en el puesto, antecedido siempre por un "buenos días" o "buenas tardes".
- ¡Pablito, por fin te ubico! - dijo con júbilo la voz del otro lado de la línea.
Conocía esa voz, claro que si, pero provenía de recuerdos distantes, casi de otra vida. Su mente le dijo que era improbable, mientras el corazón comenzaba a latirle frenéticamente.
- ¿Filomeno? - preguntó tímidamente.
- ¡Y quién otro puede ser! - contestó eufórico su entrañable amigo, al que no veía desde hacía veinte años. El cálculo era exacto, ni un año más, ni uno menos. La última vez que habían estado juntos fue para mediados de aquel año en el que habían ido de viaje a la Cordillera de los Andes, con el grupo de amigos de la universidad, que se había forjado a través de los años y que luego, tras terminar los estudios, prosiguió con entusiasmo.
Ese viaje lo habían organizado para celebrar el décimo aniversario de amistad. Era ineludible la fecha. Los veinte años, sin embargo, habían pasado volando. ¿Veinte años, ya? se preguntaba una parte de su cabeza, en tanto la otra, trataba de ordenar un poco las ideas.
Un viaje que ninguno jamás olvidó. La idea inicial había sido la de conocer el lugar. Pero dos o tres de la barra insistieron y al segundo día todos estaban internándose en aquel completo paisaje de rocas elevadas. El problema surgió casi de inmediato, cuando arreció la noche antes que ninguno se diera cuenta: no tenían la menor idea sobre supervivencia.
Armaron las carpas donde pudieron, improvisando sobre la marcha. El frío se acrecentó y el viento no permitía mantener el fuego demasiado tiempo. La noche se fue haciendo eterna, sin poder dormir, alarmados por los sonidos extraños del lugar. Aquello se tornó en pesadilla. Filomeno fue el primero en decir que no se quedaría de brazos cruzados. Y salió a la intemperie. Nunca más volvieron a verlo.
Apenas salió el sol, emprendieron el retorno. Mal dormidos, cansados y casi al punto de morir congelados, volvieron con la esperanza de encontrar en el camino a Filomeno.
Veinte años después, Pablo lo estaba escuchando al otro lado del teléfono.
- Filomeno... - las palabras parecían no querer salir de su boca - ¿Dónde estás?
- ¿Y dónde querés que esté, en Cancún? En casa perejil, como siempre. Che, a que hora salimos mañana, a las nueve o a las diez. Mirá que leí que hace frío allá.
Su voz se convirtió en una daga helada, pudo sentir el filo en cada fibra de su cuerpo, traspasando la realidad, llegando a lugares hasta ahora desconocido de su ser. Esas palabras, esa contestación, cada sonido articulado proveniente del otro lado de la línea, era un gigantesco déjà vu. Y de repente entendió que estaba sucediendo, que estaba recibiendo la misma llamada que veinte años atrás y...
- ¡Filomeno, no vayas...! - alcanzó a gritarle al auricular, antes de escuchar el sonido de la línea al quedar muerta. Sus ojos se posaron en el teléfono, que por un instante pareció convertirse en el viejo aparato gris con discador que estuviera en casa de sus padres durante años, ahora en silencio, con sus teclas modernas como ausentes, quietas, inertes, distantes de su semblante.
Pablito se movió incómodo en su asiento, con un dolor incipiente en el estómago. Colgó el auricular. Apagó la computadora. Se puso de pie y miró por la ventana. Su ciudad, las calles de siempre, la gente en movimiento, su tiempo, la vida que había seguido después de los Andes, tratando de dejarlo atrás. Pero hay cosas que nunca concluyen. La muerte, por ejemplo. Siempre vuelve, siempre está. Casi como una broma.
Se largó a llorar sin darse cuenta. Las lágrimas nublaron su vista. La oscuridad devoró el momento.

2 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Tuvo la oportunidad de cambiar el pasado pero no pudo.

maria dijo...

Cuando iba a la secundaria una amiga me contó que a ella le sucedió algo asi, sonó su teléfono y era su abuelita que había fallecido unos años atras.