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26 de agosto de 2013

Prefabricada

Cuando Venancio se decidió a construir su casa, tenía un buen dinero ahorrado. Alquilaba desde que tenía memoria y dado que nunca había formado pareja, la idea de un lugar propio no había prosperado en su vida.
Pero los hombres cambian, se dijo Venancio, como así también las mentes. Y ese cambio, en su caso, se debía más bien al poder de convencimiento de Evaristo, un viejo conocido que ahora estaba en el negocio de la construcción.
- Construcción no, querido Venancio. Yo te ofrezco el futuro, pero ahora - lo corregía días atras Evaristo, mientras compartían un café en el bar que está cruzando la plaza y cerraban el trato que ahora lo tenía entusiasmado y esperando.
Todo había comenzado en el club del barrio, en una partida de casín. Evaristo no era habitué, pero aquella tarde, había ido a acompañar a un amigo. La casualidad dispuso que Venancio, que tampoco concurría muy seguido, fuese en el mismo horario. Y casi sin darse cuenta, se toparon, se saludaron y mientras disputaban una partida, se pusieron al tanto de sus vidas.
- ¿Cómo que todavía alquilas, Venancio? ¿A esta altura de tu vida?
En su momento la respuesta fue la de siempre, excusándose en cosas triviales, como que así no tendría mayores responabilidades. Evaristo, no obstante, le contó que se dedicaba a vender casas. Pero no eran casas ya construidas. Su empresa las erigía de la nada, en cuestión de horas. Eran prefabricadas, pero no las habituales, le había aclarado. Las suyas, eran las casas del futuro.
Le dejó un folleto, una tarjeta con su número de teléfono y una promesa.
- Invertí tus ahorros, que no te vas a arrepentir.
Descartó la sugerencia, pero guardó todo lo que le había dado. Con el correr de los días, lo fue pensando. Consideró la idea de tener algo propio y para su sorpresa, le gustó.
A la semana llamó a su viejo conocido. Pactaron encontrarse en el bar que estaba frente a la plaza y allí conversaron durante una hora. Para cuando volvió al sitio que alquilaba, ya era dueño de una de las casas del futuro de Evaristo.
Aún resonaba la última parte del diálogo.
- Tengo un problema Evaristo, no tengo el terreno.
- ¿Terreno? - preguntó riendo su interlocutor - Esto es el futuro, Venancio. En el futuro, el terreno no significará nada.
Había querido indagar más sobre esa preocupación, pero Evaristo le dijo que no dijera una palabra más, que se olvidara de los conceptos actuales de construcción y que aguardara unos días, que tendría noticias suyas.
No podía ocultar la impaciencia. Varias veces al día sacaba de su billetera la tarjeta de Evaristo y se acercaba al teléfono para llamar al número, pero se contenía y seguía esperando.
El sonido del timbre, no fue presagio de nada. Observar por la mirilla de la puerta al cartero, tampoco. Pero luego, tras firmar la planilla de entrega, supo que aquel paquete que tenía entre manos era importante.
Tenía el logo de la empresa de Evaristo en el envoltorio. Era apenas más grande que una caja de zapatos. Rompió el paquete con energía. ¿Qué sería? ¿Un presente de la empresa?
Cayó al suelo un folleto, que parecía en realidad un manual de instrucciones. Venancio lo estudió atentamente. Le llamó la atención que tenía pocas hojas. En la caja había un cubo no más grande que una pelota de tenis. Venía protegido por un plástico, que impedía que se moviese.
Sacó el cubo de su protección y lo comparó con el de la foto que había en el folleto. Era el mismo y según el pie de foto de la imagen, aquello se llamaba "Kit de Vivienda Portátil Prefabricada EVST-977".
Las indicaciones eran escasas. Buscó por las dudas si había algún otro manual, pero no lo encontró. No entendía. ¿Había pagado un dineral por un cubo? ¿O era una broma de su viejo conocido?
Leyó lo que decía el papel que tenía en sus manos.
1) Coloque el Kit de Vivienda Portátil Prefabricada EVST-977 en una superficie lisa, cuidando de dejar al menos diez centímetros de distancia con cualquier objeto.
2) Busque y presione el dispositivo de encendido en uno de los lados.
3) Colóquese encima del cubo, cuidando de no pisarlo. Lo mejor es que el cubo quede entre sus pies.
No había punto cuatro. Se sentía tonto de seguir las instrucciones, pero lo hizo. Encontró el encendido, volvió a depositar en el piso el cubo y se posicionó tal como indicaba el folleto.
Lo que siguió a continuación, no tuvo explicación posible. Sintió que algo sucedía, y al segundo siguiente, estaba dentro de una vivienda enorme, de habitaciones espaciosas, totalmente amueblada, con terminaciones hermosas, tal como le había mostrado Evaristo en catálogos.
Pero no podía ser, era ridículo. Buscó una ventana y corrió hacia allí. Necesitaba saber hacia donde daba. Al asomarse, vio su living. Es decir, el living de la casa que alquilaba. No podía ser. Aquello no tenía explicación. Fue hasta la puerta y sin dudarlo, abrió y salió. Quedó en medio de su sala, en la que estaba antes de seguir las instrucciones. Giró en redondo y detrás suyo, en el suelo, estaba el cubo.
En ese preciso momento llamó el teléfono.
- ¿Y mi amigo, has visto la casa? - preguntó la voz, que no era otra que la de Evaristo.
- No entiendo nada, estaba en mi casa, y de repente, estaba dentro de otra casa...
- Te corrijo Venancio, estabas en la casa que debes rescindir el contrato y de repente, apareciste en tu casa. Te lo he dicho, es la casa del futuro. Sin terreno, sin necesidad de amoblarla, la llevas dónde quieres. Cuando quieres estar dentro, la dejas en el piso y listo. Tu adentro, el cubo afuera.
- Es imposible.
- No me hagas reír Venancio, que ya lo comprobaste. No quieres creerlo, que es muy diferente.
- Pero... pero incluso si fuese cierto, que pasaría si alguien patea el cubo mientras estoy dentro.
- El cubo desaparece, no es un simple objeto. Venancio, olvida la física tal como la conocemos. Olvida todo preconcepto, todo paradigma. El futuro no los necesita, porque siempre fueron erróneos. Esta es la verdad. Si quieres que alguien te visite, tu decides aparecer.
- No, no es posible.
- Si que lo es. Y ahora, debo cortar.
- ¡Espera! ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo es que nadie las utliza?
- ¿Nadie? No tienes idea de la gran cantidad que hoy por hoy es dueño de un Kit. En el futuro, es la única forma de vivir seguro.
- Entonces dime como es que tienes esta tecnología...
- He ahí mi truco, viejo amigo. Yo tengo otro Kit, algo más grande. Y cuando lo abro, no veo mi casa, sino mi planeta.
- ¿Tú...?
El clásico ruido de la línea al cortarse interrumpió su incredulidad, o en realidad, la prolongó junto al silencio que provenía de otro lado, ahora sin nadie que pudiera escucharlo.
Miró hacia el suelo, hacia aquel objeto inanimado que escondía un secreto. Lo observó con recelo y miedo. Pero fue solo un instante. Sin perder tiempo, lo levantó y lo puso encima de la cama.
El paso siguiente era idear la mudanza.

2 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Esto ha sido una historia de una vivienda contruida en una habitación de La Dimensión Desconocida.

SIL dijo...

Quiero una.
Que prescinda de terreno y de quehaceres, ja.




Otro abrazo.



SIL