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22 de enero de 2013

El arte es un acertijo

La historia de Benito Nardone comenzó en el preciso momento en que algo, una razón equis, lo obligó a detenerse delante del escaparate principal de la importante sala de arte Le Vanguardist. Iba de paso, con el tiempo justo en realidad, cargando las bolsas de los mandados. Tenía los minutos contados para llegar al departamento, dejar las compras sobre la mesa, bajar por el ascensor, tomar un taxi e ir a buscar a su hija más pequeña al jardín.
Sin embargo, al pasar por la vereda de Le Vanguardist, un destello llamó su atención. No se trató de un reflejo de la luz, o algo por el estilo, fue mucho más profundo. Aquello que vio con el rabillo del ojo, mientras pensaba en otras cosas, fue suficiente para ganar su atención.
Lo primero que pensó es que aquello era imposible, que debía haber un error. Pero no lo parecía, porque las personas que estaban del otro lado del vidrio, muy cerca del escaparate, que observaban lo que allí estaba expuesto, lo hacían con total seriedad, como absorbidos por lo que a él, en cambio, le había provocado una sensación que bien podría definirse como diferente a la de total respeto, que se podía apreciar en la gente.
Es que, sincerándose, aquello que se exhibía como una obra de arte en Le Vanguardist, le parecía muy distante al concepto que manejaba de arte. Y si bien se consideraba una persona tolerante, que incluso podía encontrar en lo abstracto significados con asidero en lo real, aquello que sus ojos le mostraban le causaban una sensación de abismo bajo sus pies.
Casi en un murmullo, dijo para si mismo:
- Si esto es arte, mi hermana es virgen.
Benito entró. No dudó en tomar una posición cercana y observar con detenimiento aquello. Le costaba pensar en eso como "la obra". Es que, en definitiva, no era otra cosa que un rollo de papel higiénico colocado sobre una silla de mimbre. ¿Acaso cuando iba a cagar y llevaba un rollo de papel y lo dejaba sobre algún mobiliario del baño, estaba haciendo arte?
- Perdone - le dijo a un señor de anteojos que tomaba fotografías afanosamente - ¿Me puede decir si es un rollo de verdad o es una escultura o algo así?
- ¿Cómo va a ser una escultura, hombre? Es arte realista en su máximo esplendor.
- ¿Y cómo se llama la obra?
- Rollo sobre silla.
Agradeció con una sonrisa, que fue más una mueca que otra cosa. Rollo sobre silla. Arte realista. Máximo esplendor. ¿Acaso era una broma? No resistió estar en el lugar mucho más y recordando todo lo que aún debía hacer, abandonó la sala.
Hizo todo lo que tenía que hacer, pero con una sola idea en la cabeza. El rollo sobre la silla. Esa noche no durmió. Su mujer le preguntó si le pasaba algo, pero divagó sobre cuestiones del trabajo, los impuestos y al final ella se durmió.
Se levantó antes que de costumbre. Había vuelto a ver aquel extraño destello que lo había motivado a ver la obra en Le Vanguardist. Entró el tendedero que su mujer dejaba en el balcón, descolgó la ropa y la arrojó desprolijamente sobre un sillón. Buscó una revista, no importaba cual. Encontró una sobre viajes. No se preocupó en mirar la fecha. Fue arracando las páginas de a una.
- Los broches - dijo en voz alta.
Los encontró en el lavadero, en una bolsa azul. Con cuidado fue colgando las hojas en el tender, apresándolas con los broches de madera. Cuando terminó, se alejó unos pasos hacia atrás.
- Le falta algo.
Los ojos brillaron. Salió disparado hacia la pieza de su hija y regresó con un ventilador de pie. Lo colocó a una distancia prudencial del tender, lo encendió y lo puso en la velocidad mínima. Las hojas recibieron la corriente y con suavidad, comenzaron a mecer sus delgados cuerpos, ante la atónica contemplación de Benito.
No pudo contener el impulso.
- ¡Hice arte! ¡Hice arte! - gritó con fuerza, despertando a su familia.
El resto, como todos saben, es historia. Hoy lo conocemos más como Ben Nar, el vanguardista más revolucionario del arte mundial.
Las grandes historias comienzan de las formas menos pensadas. Increíble pero real, nuestro querido Ben se volcó al arte por creer que el arte que había visto era una mierda. Como muchos otros, Ben aprendió la lección. El arte es un acertijo y nadie tiene la respuesta correcta.
Por eso, demos la bienvenida a Ben, hoy con nosotros en esta presentación, aquí en Le Vanguardist, estrenando su obra "Fresco y batata".

2 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Divertido, que buena parodia a las supuestas vanguardias.

SIL dijo...

Genial, genial, :D



Otro abrazo.



SIL