Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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21 de enero de 2011

Buscadores

Doscientos años atrás el mundo pensaba distinto. Hasta podría decirse, en forma primitiva. Las consecuencias estaban a la vista.
La superficie se extendía accidentada, con excavaciones por todas partes. La inmensidad de la llanura se veía grotescamente malherida por cúmulos de tierras y perforaciones que parecían no tener ningún sentido.
Sin embargo el paisaje era producto directo de la supervivencia. Y los ojos de cada ser humano estaba tan acostumbrado a ello, que formaba parte de lo cotidiano. Solo las noches frías, con el viento arrasando desde diversas direcciones, obligaba a dejar la búsqueda y encontrar refugio.
Alguna construcción abandonada, una perforación a medio terminar, cualquier lugar servía para mitigar a la naturaleza, tan inclemente cuando la noche se acostaba sobre el manto celeste del día.
Henry B y Aníbal compartían el andar desde hacía un tiempo, pero no las palabras. Cuando la noche los envolvía, encendían fuego con algunas ramas y calentaban sus manos, oyendo el sibilante y poderoso soplido del viento, para luego comer algo de lo que llevaban en sus mochilas y posteriormente echarse a dormir.
A veces sus miradas se cruzaban y hasta parecía que el silencio de vocablos al fin moriría, pero la rutina se aferraba a existir y nada brotaba de sus labios, más quedaban esos gestos latentes, tan a punto de parir.
Eran buscadores. Henry B desde que tenía noción, porque eso hacía su padre, del otro lado de las montañas. Aníbal a partir de la adolescencia, tras la muerte de sus abuelos. Historias que nunca habían contado y que a nadie les importaba.
Habían coincidido varias veces en la misma ruta. La rudeza del peregrinaje los mantuvo juntos varios días, que luego se convirtieron en semanas y finalmente en meses. Hubo un acuerdo tácito, conveniente.
Siendo dos la búsqueda se ampliaba y podían contemplar un área mayor por día. Con el correr de los años se hacía más difícil.
Si doscientos años atrás alguien hubiese aventurado este presente, lo habrían tildado de loco. Es que en los albores del siglo XXI aún se confiaba en los recursos naturales y los gritos de advertencia de quiénes hablaban de los cambios climáticos, el faltante de agua, la extinción de las especies eran desoídos impunemente.
Nada quedaba de aquellos seres que condenaron a la humanidad, tan solo el recuerdo de una generación soberbia y un legado de muerte y sufrimiento.
¿Cuánto había tardado el mundo en enfrentar la realidad de la falta de agua potable? ¿Cómo podía hacérsele entender a millones y millones de personas que a pesar de estar rodeados de océanos, mares y ríos, el agua que podía consumirse era escasa? Como alguna vez lo había sido el petróleo, los diamantes y el oro, el agua se transformó entonces en la excusa de las armas y la sangre corrió por todas las latitudes.
No hubo victorias, no hubo progreso, tan solo miseria. Un mundo diezmado por la guerra, por el hambre y por la sed. Sin agua buena se morían poblaciones, animales y crecía el caos. No existió un día en el que “el mundo se fue de las manos” de los gobernantes. Fue un proceso en caída libre, vertiginoso.
Y el mundo siguió su curso. Algunos afirman que se encamina a desaparecer tal cual lo conocemos. Otros que pasarán miles de años hasta que otra especie logre adaptarse. Pero en tanto los que sobreviven, deben subsistir.
Henry B y Aníbal son dos de los tantos buscadores de la región. Recorren a pie metro a metro de la superficie, portando péndulos y varillas, esperando el instante en el que la naturaleza misma les indica donde perforar para dar con una napa subterránea.
Van con los brazos extendidos, lentamente, soportando el frío de las épocas heladas y el calor fulminante del resto del año. Sus manos sostienen los precarios instrumentos y sus sentidos están puestos a ese momento mágico que el agua escondida metros abajo produce por la propia fricción con la tierra, generando la electricidad negativa necesaria para que se atraiga con la electricidad positiva que generan sus cuerpos. Y entonces, esa sensación extransensorial se transforma en un mecánico gesto hacia su compañero.
El péndulo, que tiene una plomada en la punta,  tiene otra función, que es la de determinar si la napa es profunda o no. Las vueltas que el mismo da sobre el lugar equivale a los metros que tiene de profundidad. Sin embargo se guardan las sonrisas y los gritos de efusividad. Tantos años recorriendo la ruta es experiencia suficiente para saber que no siempre son napas buenas lo que detectan, sino caudales subterráneos de agua de lluvias, contaminadas con los elementos impuros que aún a décadas de las últimas guerras, aún pululan por el aire.
Conformes con el resultado, marcan el lugar con un aerosol de pintura brillante y pálida haciendo una cruz tan grande como pueden, dejando que el cruce de las líneas indique el sitio exacto donde comenzar a cavar.
No se detienen, no pierden el tiempo. Se colocan sus mochilas otra vez, afirman en sus manos las varillas y el péndulo y continúan su marcha, con lentitud y paciencia, sin importarles el clima y aguardando solamente que la noche caiga para encontrar refugio.
Ni siquiera giran sus cabezas al escuchar el inconfundible sonido del helicóptero que recorre la región en busca de las señales hechas en aerosol de pintura brillante, para luego enviar a los equipos de perforación para completar la misión.
Jamás conocerán a los que beben de esas napas, nunca tendrán descanso, pero es lo que hacen, es para lo que nacieron. Si tan solo el mundo hubiese sido más cauto doscientos años antes, quizá podrían tener otras posibilidades. Se conformaban con saber que mucha gente sobrevivía gracias a ellos. Y esa gente, en el anonimato de sus refugios, agradecían a sus héroes silenciosos, de los que no conocían rostros ni nombres, pero de los que bebían la esperanza y el anhelo de seguir siendo, de seguir existiendo, de seguir poblando la Tierra.

9 comentarios:

HUMO dijo...

Extraordinario, revelador y futurista es este cuento relato soberbio y magnífico. Hoy los cartoneros son parte a causa de falta de trabajo y lo poco de dignidad que les queda, estan cooperando con nosotros la naturaleza, son los recicladores anónimos de tantos.


Te felicito ojala la prudencia, el oido y la cordura formaran parte imprescindible de quienes gobiernan este pedacito de mundo, pequeño planeta llamado tierra.

buenas noches, un honor leerte!

=) HUMO

SIL dijo...

Cuando la ficción se viste de profecía, y esa profecía se nos acerca en el tiempo inexorablemente, este tipo de textos cobran un valor inestimable;
porque pasan de ser un mero entretenimiento de lectura, a un llamado de advertencia y toma de conciencia tangible y palmario.

Descreo de la posibilidad de revertir el caos, pero es un deber conservar la esperanza, y un derecho.

Great, Netuzz

Abrazo

SIL

Carla Kowalski dijo...

Un cuento interesante, ecológico, futurista. La verdad que da miedo al leerlo, porque uno se pregunta si eso nos sucedera...

Con tinta violeta dijo...

Un tema duro y brutal que nos enfrenta con nuestras contradicciones: no dejamos de exigir cada día mas productos, no dejamos de consumir por consumir, y generamos mas residuos de los que la naturaleza es capaz de reparar...
Por un momento me entró miedo...¿y si las aguas subterráneas también están contaminadas...uf!
Abrazos!

Netomancia dijo...

Doña Humo, cierto lo que dice de los cartoneros. Pero no alcanza con tanto daño que hacemos el resto. Y los que gobiernan, ni hablar, ni una pizca de conciencia... por eso gobiernan ja. Saludos y gracias!

Doña Sil, no me vista de profeta, espero errarle cono bizco al mate!!! Ja. Gracias!!! Saludos! Y felicitaciones de nuevo por el libro!!!!

Carla, da miedo saber que si no se evita, puede ser verdad. Esperemos no llegar a tanto... Saludos!!!!

Doña Tinta algo de esperanza che! Jajaja. Si que sería complicado el tema, habría que apuntar para otros lados o hacer algo con los océanos. Saludos!!!

Pito dijo...

Lindo blog Neto.
Para colgarse un par de horas.

Abrazo.

Anónimo dijo...

he publicado tu cuento Neto, mil gracias!!!


un abrazote!

Mariela Torres dijo...

Hermoso cuento, pero espero que nunca sea una triste realidad.

Saludos.

Carla Kowalski dijo...

Hay dos cuentos en mi blog por si querés pasar a leerlos.
Besos!