Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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6 de septiembre de 2010

El muñeco de nieve

Salvo en películas, jamás he visto un muñeco de nieve y dado que no soy precisamente un ser de mucha imaginación, escapa de mi comprensión la razón por la cual todas las noches sueño con ellos. Vivo en una región de clima cálido, los fríos más inclementes del invierno pueden provocar alguna que otra helada, pero jamás han provocado una nevada. Y a menos que los cambios climáticos de los que tanto se hablan sean extremos, tampoco tendré oportunidad alguna de presenciar alguna en un futuro.
No me sobra el dinero para ir de vacaciones a sitios donde la nieve caiga en abundancia, ni tampoco la idea me atraería de tenerlo estando en sillas de ruedas y siendo consciente de las dificultades que representaría el querer movilizarme bajo dichas condiciones del clima. De todos modos, no es mi intención conocer la nieve. En realidad, no es la nieve lo que me preocupa; lo que me preocupa es el muñeco de nieve.
No la figura que uno se hace en la mente, sino, quiero que me entiendan, ese muñeco de nieve, el de mis sueños, que cada noche puntualmente suceda donde suceda el argumento de mi historia surrealista mental, hace su aparición estremeciendo mi ser.
Enorme, de quizás dos metros o dos metros y medio, con grandes botones en lugar de ojos, una zanahoria bañada en sangre a modo de nariz, una bufanda oscura y de una textura similar a una telaraña y largas ramas secas haciendo las veces de brazos, lo veo venir cada noche con su porte descomunal, mirándome fijo a los ojos y amenazándome en forma tácita, hasta que la sombra de su cuerpo me oscurece, absorbiendo por completo todo el sueño logrando despertarme.
Es allí que empiezo a temblar, como si el frío fuese algo real y miro mis sábanas empapadas, quiero creer del sudor de mi piel producto del miedo y la desesperación. Pero al ascender la mirada encuentro entonces colgando de una de las esquinas del techo una enorme telaraña que antes con seguridad no estaba y afuera, a través de la ventana, el árbol más próximo extiende sus ramas con salvajismo y perversidad y estoy seguro que son las mismas que antes eran brazos; pero aún se que todavía no he dado con los botones y la zanahoria, entonces busco denodadamente, debajo de la cama, dentro de los roperos, porque se que en alguna parte aparecerán, como cada noche. Me rindo, el oprobio de la resignación, el sueño que se  ha ido y mis ojos que se desvelan.
Los dedos tamborilean en el colchón mientras los ojos se adaptan a la noche y la vista viene y va hacia las sombras, atentos los oídos a cada murmullo de las sombras, expectantes y acechantes, aguardando ese algo, esa razón que me impide descansar. El mismo rito cada noche, incluso los mismos pasos en el pasillo, el roce de las paredes de alguien que se aproxima y de pronto el golpe en la puerta. Se que pasará, pero no puedo adelantarme. Vuelvo al suelo, me arrastro una vez más, ahora sobre la silla de ruedas y avanzo hacia la puerta. No hay nadie allí, pero en el pasillo está mojado.
Quiero gritar, deseo hacerlo. A veces lo hago. Entonces la enfermera llega, me vuelve a acostar, me arropa y la noche se repite, incansablemente, murmullo a murmullo, paso a paso, golpe a golpe. Pero ya no repito el viaje: resisto, soporto. Y cuando el amanecer amenaza con nacer, el sueño regresa y me sumo en él. Sueño entonces con primaveras y colores, pero es efímero. Me llevan el desayuno y con los ojos derrotados por el cansancio, le doy la cara al día.
Mi mente, sin embargo, queda atrapada en la noche por la figura horrible del muñeco de nieve. Y si bien nunca he visto uno, tarde o temprano lo veré. Esta mañana he amanecido con la zanahoria a mis pies, dos botones sobre la frente y algo que creo era nieve, cubriéndome.
Pero no es la nieve lo que me preocupa... sino aquello que no logro ver..

8 comentarios:

Anónimo dijo...

ufffff que tortura para el pobre tipo!!! que llegue su primavera antes que el maldito muñeco de nieve!!! es genial Netito como se describe el trauma, el terror, la terrible realidad de esa pesadilla blanca que no deja de aparecer...
Por cierto, es un relato muy bueno para acompañarlo escuchando The Cure, no? jeje
Impecable!!!
Abrazos!

Don Belce dijo...

Muy bueno Neto, como siempre sus textos tienen un ritmo que parece acelerarse conforme se acerca el final, y termino leyendo las últimas líneas conteniendo el aliento.
Un abrazo!

mariarosa dijo...

Wawww... neto, ese muñeco es de terror. Muy buen cuento, una se va metiendo despacio en la historia, hasta que el final hace estremecer. muy bueno.

mariaorsa

SIL dijo...

Vaya Chucky invernal...

Es una pesadilla magníficamente narrada.
Los sueños, si mucho se sueñan, terminan cobrando visos de realidad.

Buenísimo, Netuzz

SIL

Felipe R. Avila dijo...

Que las enfermeras le cambien las pastillas que toma, no se qué color, si la roja por la azul,¡pero ya!
Se ve que le está cayendo fatal tanta postración...

Con tinta violeta dijo...

Neto, dile a tu personaje que ya le estoy empaquetando un poco de "cierzo" sobrante de por estos lares, para que se lleve la nieve, el muñeco, la zanahoria y cualquier otro rastro...dejará la atmósfera de lo mas despejado...
El cuento muy bueno, al menos a mi me hizo pensar en nuestras obsesiones...esas que de un modo u otro nos pueden llegar a atenazar o bloquear en cualquier momento.
Abrazos!!!

el oso dijo...

Cuando las obsesiones se apoderan de nosotros nos llevan a caminos insospechados que creemos elegir.
Conozco gente para quien su muñeco de nieve es cualquier otra persona con la que se tenga que cruzar.
Maravillosamente descripto.
Abrazo

Netomancia dijo...

Obsesiones de invierno podría haberse llamado, no? Ja. Bueno, muchas gracias a todos por los comentarios. He estado descansando, con poco tiempo en el blog y me alegra volver y ver a gente querida en los comentarios.
Muchas gracias!