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22 de octubre de 2009

Recuerdo Borneo

Recuerdo Borneo. Ese gran pedazo de tierra que desde el aire parecía caber en la palma de la mano. Allí fue cuando comencé a notar que la avioneta hacía un ruido extraño. Un chic chic cada treinta o cuarenta segundos.
Cruzaba entonces entre bancos de nubes y la isla se me antojaba una forma de facilitar las cosas. Descender, revisar la maquinaria y proseguir la hoja de vuelo. Pero sabía que no podía darme ese lujo.
Llevaba atrás un cargamento de quinientos kilos de cocaína pura. Me esperaban unos narcotraficantes en el continente. El sudeste asiático no es lugar fácil de meterse en este negocio y al fin tenía una venta. Con la avioneta me ahorraba un intermediario, pero el riesgo era el doble, era jugar con fuego y sostener la mecha hasta el último instante.
Si bajaba a la isla seguramente tendría a la policía encima. El chic chic debería esperar hasta llegar al continente. De todas formas el sonido seguía sin gustarme. De vez en cuando miraba por encima del hombro, hacia la parte trasera de la avioneta. Allí estaba la droga. Eran varios millones y el principio del negocio en esa parte del planeta.
Las moscas en el aire eran culpa de Adrián. Mi ex socio. La relación se había roto diez horas antes, cinco minutos antes de despegar. No nos pusimos de acuerdo en las ganancias de cada uno. Y aún a pesar de haber ganado la disputa, seguía pensando que no tendríamos que haber llegado tan lejos, puesto que además de negociar, en mi caso, ponía también el avión para el contrabando.
Pero Adrián quiso discutir. Y no se le discute a una Glock 17 9 mm. Dos disparos y asunto zanjado. No pude deshacerme del cuerpo. Despegué pensando que lo podría arrojar al océano, pero en todo el viaje hubo turbulencias y no quise arriesgarme a maniobras extremas. Así que ahora su cuerpo viaja también en la parte trasera, junto a la droga.
Cada vez que el ruido se repetía, me acordaba de Borneo. Era instantáneo: chic chic, Borneo. Minuto que pasaba, más seguridad tenía en que debía haber bajado a tierra. Aún no veía el continente. Si acaso el sonido provenía de alguna falla menor, no existiría problema para alcanzar la pista. Pero mi temor era algún daño mecánico de importancia.
Volví a buscar alguna señal de esperanza en el horizonte. Nada. La línea interminable del océano confundiéndose entre los bancos de nubes y el interminable espacio aéreo.
Miré la hora. Según mis cálculos, aún quedaba una media hora de vuelo.
Treinta minutos de incertidumbre y chics chics. De recordar la chance que tuve de bajar a tierra al pasar por encima de la isla. De estar cortando clavos deseando que no pasara nada grave.
Chic Chic.
Los nervios casi de punta, como decía Adrián. El altímetro, el velocímetro y el resto de los controles marcaban datos coherentes. Nada parecía estar fuera de lo normal. Por la ventanilla no se veía que hubiese alguna parte floja o desprendida, ni siquiera que la avioneta perdiera combustible.
Chic Chic.
Miré de nuevo el reloj. No habían pasado ni dos minutos desde la última vez.
Chic Chic.
Chic Chic.
¡Track!
Me sobresalté. Una corriente de aire en el cuello me hizo enderezar en el asiento. ¿Qué carajo había hecho ese ruido? Miré por sobre mi hombro y noté que la penumbra habitual de la parte trasera había desaparecido. La luz ingresaba de alguna parte. Dejé los controles y arrojé los auriculares sobre estos.
En la parte trasera algo había pasado. Un panel lateral de la avioneta se había desprendido. En su lugar se veía peligrosamente el cielo. Fuertes ráfagas de aire entraban al aeroplano y hacían que comenzara a moverse de un lado a otro.
Atónito observé el cadáver de Adrián con un brazo estirado hacia el lateral faltante. Su mano pálida y rodeada de moscas sostenía aún un tornillo. Los demás estaban a su alrededor.
Intenté sostener parte del cargamento que estaba desplomándose hacia el exterior por el agujero abierto, pero tropecé con el cuerpo. Quise asirme del metal del fuselaje, pero el vacío me absorbió. Me ví de repente cayendo al océano mientras la avioneta se alejaba sin destino alguno, cada vez más lejos.
Desperté hace una hora. Una patrulla naval de la costa asiática me encontró flotando en el agua, sobre una mochila cargada de drogas. Me estuvieron interrogando pero no entiendo su lengua.
Sospecho que ya han localizado la avioneta, que se debe haber estrellado en alguna parte. Imagino también que no van a creer ningún cuento sobre la droga que me mantenía a flote, ni mucho menos sobre lo que haya quedado dentro de la avioneta. Y me refiero a la cocaína y a mi ex socio.
La cabeza me duele intensamente, pero no quiero cerrar los ojos. Cuando lo hago me acuerdo de Borneo y de la mano de un Adrián muerto mucho antes, y la imagino sacando de a uno los tornillos.
Pero lo peor de todo es ese sonido, que tanto me hace estremecer y que sigo escuchando, aunque ahora con seguridad, proveniente de abajo de la cama.
Chic chic.
Chic chic.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

y él creía que el asunto estaba zanjado con dos disparos nada más no?
ayyyy si la venganza es un plato suculento creo que Adrián se dió un festín...
Sumado a esto creo que todavia se oye a lo lejos el click click....
muy buen texto Neto, tiene un ritmo impresionante!!!!
casi como una melodia explosiva de Sonic Youth jejeje!

Anónimo dijo...

Click, click, click sonando machaconamente y absorbiendo la atención del lector que no puede dejar de mirar a la pantalla aún a riesgo de perder la fina línea del horizonte y caer al océano.
Estupendo relato.
Gracias

Con tinta violeta dijo...

Increíble relato, Neto. Lo he leído de un tirón.
El chic, chic, yo creo que era un problema de conciencia chirriante, si se puede decir así, ja, ja.
Encantada de leerte.
Saludos.
Paloma.

Lisandro dijo...

Por favor!!!! como se podria volver a matar a un muerto???... la conciencia le esta reviviendo ese sonido, a Adrian. yo le aconsejaria que cuando vaya a dormir se ponga auriculares y escuche algo de música!!! jeje... Un abrazo amigo!

SIL dijo...

Chic Chic.
Con los nervios casi de punta, como decía Adrián...


Exactamente así , fue como tuve que leer este relato...
Completito, no te faltó un solo ingrediente, para que resulte espectacular (no hagas chistes de recetas ehhhh)
;)
Great, Netito.

Anónimo dijo...

al filo del asiento... en eso te especialisas!!mantnerno asi.

excelente Neto, me gusto mucho =0) y lo que tenia es una cajita de mentitas tic tac? XD


besitos!

leoriginaldisaster dijo...

lindo y misterioso relato:)
un abrazo neto!

Martín Gardella dijo...

Buenisimo! Me diste ganas de escribir un relato sobre aviones, aunque va a ser difícil superar este. Me gusto mucho. Saludos

Un Poco Rara dijo...

Primero lo vi tan largo que fui leyendo a los saltos, pero al llegar al final me ganó la curiosidad por lo que me había perdido y lo releí completo, jaja.
Buenísimo cómo mantiene la tensión y la atención. Me encantó.

Felipe R. Avila dijo...

¡Excelente aventura, Neto!

HUMO dijo...

Impecable!!!!!

Besote!

=) HUMO

HUMO dijo...

Te agregué un comentario abajo.

Netomancia dijo...

Dieguito, lo peor de un muerto es cuando aún muerto toma venganza. Un abrazo!

Luis, gracias por el comentario. Mantener al lector siempre atento a la lectura es un anhelo. Saludos!

Doña Tinta, encantado también que siga pasando. Saludos!

Lisandro, que le podríamos recomendar que escuche, algo de los 80 como "Chic" Corea? Jaja. Un abrazo.

Doña Sil, nada de recetas entonces. Tenía un chiste en el menú que no se imagina. Gracias!

Sonia, más que mentitas tic tac (las de naranja!) eran tornillitos sin aceitar. Saludos!

Leo, muchas gracias!

Martín, cómo no vas a superar este por favor, si te sobran recursos y capacidad! Dale, quiero leer algo de aviones en el Living! Un abrazo!

Bays, bueno, gracias entonces por recomenzar la lectura! Es bueno saber que te atrapó y obligó a leer atentamente. Gracias!

Felipe, muchas gracias! Dígale a su jefe que le de más tiempo para dedicarle a la cultura!

Doña Humo, muchas gracias y hacia el otro texto me remito. Saludos!