Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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28 de septiembre de 2009

Una espina en el lago

Desde la orilla del lago veía la fogata encendida y cómo las siluetas de los chicos se contorneaban contra el fuego, mientras danzaban al compás de una melodía y voces que le llegaban muy tenuemente a través del aire fresco de la noche.
Era la última, la despedida. El campamento había sido un éxito. Podía volver tranquila, sabiendo que los niños se habían divertido.
El agua parecía tan calma en la noche que no podía evitar acercarse. Le transmitía paz. Veía el brillo de la luna reflejada en la superficie, casi como en un espejo. Sentía melancolía y por eso huía del resto. De vez en cuando volvía su mirada hacia el campamento y sonreía con sinceridad al ver como los demás disfrutaban.
Había una sorpresa para los niños, que los otros profesores de educación física prepararon durante la tarde. Una torta inmensa, que llevaron a cocinar al puesto de la guardia del parque. En cualquier momento vería por el lado del camino de tierra acercarse las luces redondas y potentes del jeep del parque y sabría que sería su momento de regresar con el resto.
Sin embargo quería quedarse allí mismo, a la orilla del lago, porque la tristeza le empañaba la noche. En realidad, toda la excursión. Desde el día que salieron, buscó los lugares más apartados para llorar en soledad. Volvía con el grupo sonriente, pero sintiendo la espina clavándole el corazón.
Odiaba sentirse así. Pensaba en él. En la noche que estaba armando el bolso para salir esa misma madrugada. Buscaba prendas íntimas que le resultaran cómodas, cuando su novio le hizo un comentario que no le gustó. ¿Cuál había sido? Ya no lo recordaba. Así eran todas las peleas. Comenzaba por algo y llegaba un momento que ninguno de los dos sabía exactamente la razón por la que habían iniciado la discusión. Pero esa noche se pelearon. Feo. Se dijeron barbaridades que jamás se habían dicho. Algunas palabras aún resonaban en su mente, como un recuerdo culpable, como un dedo hurgando una herida.
Se había ido dando un portazo, tan fuerte que escuchó como caía dentro del departamento uno de los cuadros de naturaleza muerta que colgaban en la pared del living. Caminó las cinco cuadras que la separaban del colegio llorando. Haciendo un intento casi inhumano por no gritar de bronca, de desesperación. ¿Por qué esa noche? ¿Por qué justo antes de irse?
Llegó a la puerta de la escuela, donde el colectivo ya estaba esperando para partir, secándose los ojos con un pañuelo descartable. ¿Qué le pasa profe? le habían preguntado unas niñas y ella mintió muy bien. El resfrío que alegó sanó rápido y pronto se vio juntando los bolsos y subiéndolos al transporte.
En el viaje logró olvidarse de lo sucedido. La gracia de sus colegas, la algarabía de los niños, todo se convirtió de a poco en una manta que la cubrió del frío espiritual que la invadía internamente. Pero una vez en el campamento, empezó a recordar y las lágrimas se iban filtrando, de a poco, a escondidas, en un lamento infinito que no podía parar.
La última noche y como no podía esperarse de otra forma, era todo diversión. La pena llegaría en el viaje, ya cansados, los niños se darían cuenta que estaban volviendo a sus rutinas y eso sería el disparador de quejidos y alguna que otra broma sobre no querer volver. Pero aún faltaban varias horas para regresar y sin embargo ella estaba decidida: no volvería.
No soportaría regresar, no podría sobrevivir más tiempo con la realidad que le tocaría afrontar. Miró de nuevo hacia la fogata y ahora los chicos ya no cantaban ni bailaban, sino que estaban en silencio, todos sentados. Le llegaba un débil murmullo, acompañado del sonido de los grillos, que a esa altura ya le resultaba natural. Era la hora de las historias de terror, del silencio respetuoso, de los oídos atentos escuchando a los grandes.
Pensó en su novio, en la noche que armaba el bolso y parecía todo tan distante desde aquella orilla, que era como si le sacaran una tonelada de encima de sus hombros. Dio el primer paso hacia el campamento y otra vez sintió la angustia, el dolor. Se puso a llorar, desconsolada.
Se dejó caer y abrazar por la tierra. El agua le hizo caricias, tan cálidas, tan llenas de amor, que por un momento se creyó acompañada. Los ojos se dejaron llevar por las estrellas, mientras la frescura de la noche la envolvía en una mortaja de paz infinita y el sueño avanzaba letal, mortífero, silencioso, en tanto el agua cubría sus piernas, luego su cuerpo y finalmente los brazos y rostro, oscureciendo el cabello y ocultando su belleza, sin encontrar resistencia ni nuevos lamentos.
Al día siguiente, desde temprano la guardia del parque y la policía la buscaron en cada rincón del lugar. Al atardecer encontraron su cuerpo, en el fondo del lago.
La noticia llegó al pueblo antes que lo hiciese el colectivo con los niños y profesores. Sorpresa, incredulidad, las sensaciones dejaron a todos helados. La policía local notificó a la escuela y de allí fueron al departamento de la joven, donde vivía la única persona que podía considerarse un familiar, que era su novio. Los padres y demás parientes vivían en otra provincia, muy lejos. Forzaron la puerta porque nadie contestaba. Encontraron el cuerpo del joven sobre la cama, con la garganta cortada y signos de violencia por toda la habitación. Llevaba muerto varios días.

12 comentarios:

Felipe R. Avila dijo...

Sorprente final,la descripción del suicidio me parece notable.

SIL dijo...

Y si llama él...no le digas nunca que estoy...di que me he ido.
:(

Me arruinaste el comentario, che.
No te alcanzaba con que ella se suicidara, no me esperaba lo del homicidio !!
Debí sospechar, igual, que después de Romeo y Julieta... nadie se suicida sólo por amor.
MAGNIFICO, Hermanito.

Mannelig dijo...

Aparte del lenguaje, con la calidad acostumbrada en éste que ya es uno de mi blogs favoritos, me gustó sobre todo cómo se describe la separación entre emociones interiores y expresiones públicas, entre lo que la protagonista siente y lo que muestra.

Anónimo dijo...

me quito el sombrero.. Maestro del cuento!!

que barbarom que no me dejas de sorprender, esos finales me agarran siempre desprevenida.

por un momento pense que te ibas a ir por un lado poetico de que se habia itegrado a la naturaleza o alguna fumada asi, pero no fue mas real de lo que hubiera imaginado.

excelente.

un abrazote

Martín Gardella dijo...

Genial Neto! Negro, sangriento, y con final inesperado. Me hizo acordar a los primeros cuentos tuyos que leí. Por algo me volví tu seguidor! Un abrazo

Lisandro dijo...

Wowwwwwwww.... no pense que ella habia matado a su novio... con razon tenia la conciencia remordida... mirá vos che!!! Sos de terro Neto, la verdad me haces enrrollar en una historia y terminas soprendiendome en el final...
sos un garande!!!

Taller Literario Kapasulino dijo...

Que pena... se ve que se amaban mucho, pero la convivencia los hacia odiarse.
A veces el amor no alcanza... espero que se hayan encontrado ahora, y en un lugar de paz, puedan amarse sin rencores.

Netomancia dijo...

Don Felipe, chas gracias. Me especializo en suicidios, ja. Que feo queda. Un abrazo.

Doña Sil, si, que se pensaba que la iba a describir solo como una pobrecita, na na na, si no hay malicia, no vale. Saludos!

Mannelig, gracias, me parece genial que puedas disfrutar de cada detalle. Saludos!

Sonia, muchas gracias por el calificativo jaja. Bueno, una alegría poder sorprenderte!

Martín, gracias! Bueno, entonces prometo más cuentos que chorreen sangre! Un abrazo!

Lisandro, viste, vos contando historias de amor donde los enamorados van de la mano y acá de la mano va el cuchillo al cuello jaja. Un abrazo!

Carla, vaya a saber, me los imagino corriéndose de un lado a otro con cuchillo en mano, ja. Saludos!

LOLI dijo...

Neto!!!Por fin no es él quien acaba con ella sino al revés!!Pero que bien escribes!!
Por cierto ya paró de llover por aqui ;)Tengo mano con la madre naturaleza :)

UN BESAZO.

ESPERO ANSIOSA!!!!

Anónimo dijo...

del amor al suicidio hay un solo paso no?....
que relato Ernestito!!! Te juro que a medida que lo leía notaba esa misma presión interna de los personajes, esa desolación mutua que muchas veces corroe al ser humano.
Impecable!
Un abrazo!

Netomancia dijo...

Loli, cuidate de la madre naturaleza, es traicionera!

Dieguito, un paso y algo de locura. Un abrazo!

Anónimo dijo...

Caí en este cuento buscando otro que empecé hace tiempo y que dejé inconcluso... me atrapó, y ¡me sorprendió!, y mucho, el final.
Muy bueno. Especialmente narrada la parte del suicidio.
¡Cariños! (y seguiré buscando el otro ¡que no me acuerdo cómo se llamaba pero que quierooooo terminar de leer!!!!)