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30 de mayo de 2009

La pena máxima

(dedicado a don Oso, que jugando con los finales de sus amigos blogueros para una historia en común, me dio las pautas para este relato)

Quizás en algún momento de nuestras vidas, todos estemos destinados a tener la oportunidad de alcanzar, de un modo u otro, la gloria, el éxito, el objetivo máximo alguna vez soñado.
Quizás esa oportunidad nunca sea distinguida entre muchas otras, yaciendo así en el anonimato, en el olvido silencioso.
Pero esa tarde de domingo, Miguel creyó ser dueño de ella. Una oportunidad que, no podía negar, ansiaba desde hacía mucho tiempo. La que había soñado un año atrás, cuando a pesar de sus treinta y largos y de no jugar al fútbol desde una década atrás, la dirigencia del club de su pueblo lo fue a buscar al taller mecánico donde un primo suyo lo había empleado a medio tiempo.
Había pensado entonces que era la ocasión para demostrarle a todos que aún estaba a tiempo de ser la promesa que muchos habían creido imaginar cuando de pequeño lo veían acariciar la pelota en los potreros del pueblo. Y podía ser al fin, el ídolo que alguna vez soñó. Ese ídolo de gambeta y gol que jamás llegó a ser, viendo de joven morir su ilusión.
Y fue en el taller, que con las manos engrasadas, apretó firme la mano tendida por los dirigentes y dijo si, al tiempo que sonreía por primera vez en más de diez años.
Desde entonces fue consciente que en el pueblo se iba a hablar y mucho. No esperaba sentir el calor de la gente y menos, el aliento de la hinchada. Pero se había prometido ganarse a todos jugando, haciendo lo mejor que sabía hacer. Quizás, lo único que sabía hacer.
Fue un buen año, no lo dudaba. Difícil, pero bueno. Había hecho oído sordos a los insultos. Había minimizado la indiferencia de sus compañeros. En la cancha, había dejado todo, sin que le pesaran los años, ni el pasado. Por momentos fue muy duro, triste, pero no claudicó, no le dio el gusto a los que querían verlo caer otra vez. Y se mantuvo de pie, jugando y bien.
Tan bien, que llegaron a la final de la liga regional, a esa tarde de domingo que soñaba con enmarcar de gloria y de la cual asirse para dejar atrás el pasado; esa salida ahnelante del suplicio diario, de la condena pública.
Creía haberlo pagado. Diez años en la cárcel, se decía, habían sido suficientes. Pero para el resto del pueblo, no parecían serlos. Esa tarde podía ser la respuesta.
La gran final del torneo había pintado de alegría el pueblo y hasta algunos se animaban a corear su nombre, los menos, claro. El momento del pitido inicial, los cánticos, los intentos iniciles para llegar al otro arco, los primeros sustos ante la llegada de los delanteros rivales, las piernas fuertes que se sabían no iban a faltar... todo se fue dando tan rápidamente, que no pudo pensar en otra cosa que correr y meter. Partido bravo, jodido, donde todos ponían hasta la última pizca de alma. Iban y venían. Los gritos desde las tribunas se fundían al unísono y nadie reconocía para quién iba el aliento o el insulto. Era una batalla con la lluvia de balas rociándolo todo, donde el pasar de los minutos aumentaba la tensión y desgastaba a lo protagonistas, llevándolos al estado exhausto en el que se encontraban, jugando ya no con los músculos, sino con el corazón, el temple.
Y allí estaba él, esperando de espaldas el balón, en el área grande rival. Allí estaba esperando el pase, observando de reojo al central de melena recogida que no le perdía pisada. Y vio venir la pelota, como una amante en un reencuentro, corriendo descontrolada, perdida por la pasión. Pero él no se obnubiló e intuyendo la pierna del rival, no detuvo el balón, sino que no dejó correr para así, de imprevisto, girar la cadera y quedar de frente al arco. Y lo que suponía que pasaría, pasó. La pierna del rival enganchó la suya y lo hizo caer. Penal.
Alboroto, quejas, empujones. Griteríos desde afuera. Pero nadie se acercó a levantarlo. Vio todo desde el piso. El árbitro marcando el punto penal, los rivales corriendo hacia la figura de negro y las expresiones felices en los rostros de sus compañeros. El referí sacó una roja al aire, pero no le importó saber a quién correspondía. Ya tenía la pelota en su poder y se había ubicado en el punto del penal. Nadie le sacaría ese tiro.
El árbitro se le acercó y le dijo que era la última bola en juego, que se pateaba y se terminaba. Hasta entonces no se había percatado que habían pasado los noventa minutos. Si no la metía, la copa quedaba en poder del rival. Derecho obtenido por haber terminado mejor ubicado en la fase regular. Estupideces reglamentarias que a la hora del festejo, solo servían de excusas para los que perdían.
La oportunidad que había soñado, estaba allí. Se respiraba la tensión, hasta hacía daño el silencio proveniente de cada lado. El ídolo caído en desgracia llegaba del olvido para alcanzar la gloria. Un remate lo separaba del pasado oscuro al presente radiante. Si hasta podía adelantarse al ruido imperceptible de la red al golpear la pelota, ese chasquido mágico, tan ténue como fugaz, pero tan conciso y doloroso para el oído de todo guardameta.
La última mirada al juez, la concentración en la meta rival. Las manos a la cintura, el porte de un caballero a punto de salir a batalla, de cabalgar hacia las colinas y batirse a duelo contra el ayer. El instante preciso del silbatazo. El momento de correr y patear. Y de repente, su imagen entre las demás imágenes. Su rostro, entre los demás rostros. Ah crueldad, por qué. Su rostro, su inmaculado rostro. Esa belleza sin precio, esos ojos de perla, esos rizos que me estremecen aún en sueños. Esa nariz perfecta, sus pómulos altos, su sonrisa infantil. Oh crueldad, por qué.
Su mirada lo atraviesa, lo deja sin defensas mientras corre al balón. La ve a ella y a nadie más. Ni a nada más. La pierna se extiende y golpea, pero lo hace sin convicción, y la pelota sube y sube y se pierde por lo alto, muy por encima del travesaño, como viajando hacia las nubes, para nunca más volver.
Siente gritos de fondo, insultos por doquier, reproches, el sonido del alambrado retorciéndose. Pero no quiere mirar, aunque ya su rostro entrañable cubre por completo la oscuridad detrás de sus párpados y todo su ser se estremece en llanto, no por el penal errado ni la proximidad del dolor físico a manos de hinchas desbordados que escucha, están rompiendo el alambrado para saltar al campo de juego, sino por ella. Ese rostro al que le corresponde un nombre. Su Laura amada. La misma que una década atrás asesinara a golpes, en un rapto de celos y locura. La misma por la cual purgara una condena que no terminó al salir de la cárcel.
Ese rostro que creyó en vano dejar atrás, pero que vuelve cada noche, a cada momento, reclamando justicia. Ese fantasma que no duerme ni descansa y que le hace compañía desde que se despierta hasta que se acuesta. Ese espectro que jamás olvidará y no dejará que se olvide.
Laura jamás se iría y ni siquiera el suicidio lo salvaría del sufrimiento. Su fracaso, era el triunfo de ella. Ciego había sido en no reconocer en ella, el verdadero triunfo de su vida. Y no solo eso, sino que además, la había matado.
Al sentir los primeros golpes en su cuerpo, esas patadas furiosas de los hinchas enardecidos, no supo discernir con claridad si eran producto de ese tiro mal ejecutado o bien, eran los golpes que mucha gente quiso alguna vez propinarle por la barbarie cometida y jamás pudieron dar.
En cualquiera de los casos, estaba bien.

15 comentarios:

Maga h dijo...

Uff, Don Neto, he tenido que respirar profundo para tomar fuerza y dejarle un comentario luego de leer este relato.
Vine contenta con su anuncio en mi blog. Me tiré de cabeza a leerlo, comencé como el personaje a tomar entusiasmo por la posibilidad de alcanzar la gloria, casi me olvidé, de acuerdo a la fidelidad al relato de Don OSO, cual debía ser el final de ese penal. Me lo banqué y seguí leyendo.
Glup, me encontré con Laura muerta y con su asesino... me desplomé en mi silla.

Genial relato, pasé por todas las emociones, y lo mas llamativo para mí, es que ud. hizo que leyera con atención todo un relato futbolístico. Lo felicito Don Neto, su homenaje a Don Oso es a la altura del homenajeado. Seguro le va a gustar.

Lamento haberme enterado tarde, hubiera querido publicar a la par suyo, pero mi humilde relato aún está sin cocinar, le aviso en cuanto salga. Ojo, recuerde que será al estilo de la Magah... posiblemente no haya partido allí.

Cariños y gracias por recordar mi pedido.

Alejandro Ramírez Giraldo dijo...

¿Vería a Laura por encima de la portería que tiró el balón tan lejos? De todos modos no se pudo redimir... después de un crimen no hay redención.

Un saludo.

SIL dijo...

TE JURO POR LA GLORIA DE MI MADRE(diría Joaquín Sabina) QUE NO ENCUENTRO UNA SOLA PALABRA PARA HACER ESTE COMENTARIO.
ESTOY ABSOLUTAMENTE FASCINADA.
SOS LO MÁS.
BESOS anonadados.
(a Don Oso le va a encantar...)

Martín Gardella dijo...

Netomancia. Muy buenoooo! Un relato futbolero, con amor, suspenso, muerte, espíritus que aparecen y fracasos! Todo por el mismo precio! Que explosivo combo. Atrapa de principio a fin. Felicitaciones!

Anónimo dijo...

hermano q partidazo! q tensión! un paso más y me muero cuando aparece el rostro de la amada laura... cuanto dolor! cuanta venganza y justicia ocasional contenida!
la brutalidad del ser humano queda reflejada en cada una de las situaciones de este relato; es genial neto como describis cada sentimiento. muy grande, muy grande! q gran homenaje se ganó el oso con esta historia q le dedicaste eh?
saludos!

el oso dijo...

¡¡Buenísimo Neto!! ¡Un relato de la puta madre! Uno va descubriendo la fina urdimbre paso a paso o con el tiqui tiqui progresivo, fileteado como camión de la Boca. Todos los ingredientes para que Miguel, héroe trágico, la ligue con la altura literaria que sólo ud. sabe hacerlo.
Queda agradecer, Neto, la dedicatoria y también agradecer la terrible belleza de sus relatos que hacen que valga la pena la existencia de estos chirimbolos llamados blogs.
Abrazo enorme.

Taller Literario Kapasulino dijo...

Que texto excelente.. primero hablas de la tension que siente el personaje, pero ¡¡¡no te das una idea lo tensionada que estaba yo!! al leer el cuento.
Queria con todas las fuerzas que metiera el gol, porque me daba pena que todos le gritaran, pero después, cuando supe porque estuvo en la carcel, me alegre que haya errado el gol, no se lo merecia.
Los golpes de los hinchas no son un castigo, obviamente el castigo ya lo tiene, al verla, en todo momento. Si, que sufra.
¿Soy muy mala?

Hay Neto, que buenas historias escribis siempre.

Netomancia dijo...

Doña Magah, flor de comentario se mandó. Muchas gracias por cada cosa que dice. Y no se preocupe, cuando lo tenga, publique así lo podemos leer.
Alejandro, claro que vio a Laura. No solo un rostro varios; el fantasma de Laura llenó cada punto de mente, con el recuerdo y la maldición. Y no hay redención para tremendo crimen.
Doña hermana Sil, gracias muchas. No se preocupe en buscar palabra, ya lo ha dicho todo.
Martín, graciaaaaaaaaas. No es un combo con cajita feliz, pero bueno, algo es algo.
Don Diego, un partidazo pal recuerdo, ud lo ha dicho! Dijo que le gustó, espero que no me mienta.
Don Oso, me alegra saber que le gustó, con tiqui tiqui incluido. Con lo de terrible belleza se fue al jocara, pero bueno. Debe querer que lo invite con unos mates de nuevo. Por ahí quién le dice, ganas de matear no faltan.
Carla, gracias por sentir el relato tan en la piel. Y no, no sos mala. Hay crímenes que por inentendibles y crueles, jamás tendrán el perdón. En la oración final comparto tu pensamiento. Saludos!

camila-ilustraciones dijo...

neto como andas tanto tiempo??... mira q pekeño q es el mundo en la red.. jajaj.. como caiste en mi blog?? ya te estoy agregando a mis amigos.. jajaj..

besotes!!

en cualkier momento se viene la rana rene de plastilina!!

Anónimo dijo...

Has logrado unir tal cantidad de componentes literarios en este texto que le hacen merecedor de los comentarios más fervientes y admirados.
Una situación (partido de futbol) una historia de desamor y de venganza, una soledad en el dolor, un pesar en la conciencia y un desenlace inesperado.
Magnifico Netomancia.
PAZ

Netomancia dijo...

Kamicha querida, espero esa Rana rené de plastilina! Qué linda épocas de delirios, te acordás? Saludos a las otras dos locas! Te espero más seguido por el blog.

Don Luis, sus comentarios son siempre esperados, puesto que los hace a consciencia y con sabiduría. Muchas gracias como siempre!

Severi dijo...

Gran relato! admirable tu capacidad de pasear por los climas y ritmos ! yo cero futbol, y aun asi me enganchò. un abrazo!

Anónimo dijo...

impecable su relato amigo!!
como verá yo siempre llegando tarde jaja
besos!!

Annie dijo...

DON NETO:

NO PUEDO MÁS QUE APLAUDIR...
Con Miguel pasé de la lástima, al odio, a la pena, etc, etc...
QUE SUFRIMIENTO, POR DIOS!!!

ME FASCINÓ SU CUENTO y que
conste que yo con el fútbol
no me llevo bien... JA,JA!

BESOSSS

Netomancia dijo...

Gracias Marquitos!
Gracias Meli y nunca es tarde para un relato.
Doña Annie, no sufra tanto mija! Gracias!!!