Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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22 de junio de 2004

Secreto de un ángel

La vida no es otra cosa que algo para distraernos de la muerte.
Desde que nacemos, paradójicamente, comenzamos a morir. Lo hacemos a diario, mientras reímos, comemos, dormimos, amamos. Vamos muriendo un poco a cada segundo. Suavemente. La mayoría de las veces, incluso, sin sentirlo.
Los avatares de la vida nos llevan por distintos caminos, repletos de matices diferentes. Pasamos por llantos, alegrías, tristezas y transitamos dolores, felicidades, pesadumbres...
Los problemas cotidianos nos envuelven, los pequeños obstáculos se convierten en grandes inconvenientes, las acciones de los demás nos agradan, enfurecen o le somos indiferentes.
La gran ruleta jamás deja de girar, unas veces más rápido, otras más lenta.
El tiempo se vuelve cansino y el olor a humedad se recuesta en la tierra varias veces durante largos veranos. Las hojas secas se extienden marchitas sobre añejos otoños.
Los cementerios se pueblan de cruces, como el cielo noche a noche nos regala sus estrellas. Los coches marchan a su ritmo, los peatones al suyo. Los niños juegan en el columpio y los campesinos moldean el suelo bajo el sol, día a día, como la luna brilla para enamorados e insomnes noche a noche.
Y de repente, cuando el tiempo ha sido lo suficiente a criterio de la parca, llega con el viento y nos arrebata de este cuerpo. Muchas veces no estamos preparados. Otras si. Pero estamos destinados a ella desde el mismo momento en que nacemos, desde que sentimos el primer contacto con un par de nuestra raza.
La luz que nos recibe se transforma en la oscuridad que nos despide. Todo sucede en un santiamén, pero no nos damos cuenta. Es que en el medio hay algo que llamamos vida y nos distrae lo suficiente como para que podamos darnos cuenta.

1 comentario:

Paul Grill dijo...

ya lo dijo bunbury en uno de sus canciones..."la vida es un ensayo de la muerte..."