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11 de abril de 2017

La puerta mágica

El sonido del timbre debe ser el más lindo de todos en la escuela. Señala los recreos y también la hora de volver a casa. Cuando esa tarde el timbre sonó, Alexis y Tobías salieron con sus mochilas en dirección a la esquina.
- ¿Estás seguro que viste eso? – preguntó Alexis
- ¡Claro que sí! – respondió con fastidio su amigo – Es una puerta mágica, está en el patio de mi vecino. Anoche la vi brillar en la oscuridad desde la ventana de mi habitación. Pensé que era una alucinación, pero entonces la puerta se abrió y…
Un silbido agudo y fuerte los sobresaltó. Era Tito, un año más chico que ellos.
- ¡Eh amigos, qué hacen! – dijo al tiempo que sacaba caramelos de menta del bolsillo y le regalaba uno a cada uno.
- No me gustan de menta – avisó Alexis, rechazando el caramelo.
- “No me gustan de menta” – repitió en torno burlón Tito, que luego sacó un caramelo de chocolate y se lo cambió por el otro – Acá tenés de chocolate.
- Gracias - dijo Alexis, aceptando ahora si el caramelo – Escuchá lo que cuenta Tobías: dice que en la casa del vecino, hay una puerta mágica.
- En el patio de la casa del vecino – corrigió Tobías.
- ¿Y qué hace? ¿Lanza hechizos, regala algo? – preguntó curioso Tito.
- No sé, la vi anoche. Pero es imposible llegar. Hay un tapial enorme y un perro que se la pasa ladrando.
- ¿Qué viste salir de la puerta? – preguntó Alexis.
- ¿Viste salir algo de la puerta? – Tito estaba sorprendido con esa posibilidad.
- Si – contestó Tobías – Un conejo verde, de casi dos metros de altura.
- ¡Nooooooo! ¿En serio? – preguntaron al mismo tiempo los chicos.
La bocina de un auto los hizo mirar hacia la calle. Siempre distraída, María no había visto que el semáforo estaba en rojo. Por suerte para ella, el conductor había estado atento.
- Tenés que prestar más atención – le dijo Alexis – Si le cuento a papá que…
- Vos te callás la boca – le ordenó María a su hermano - ¿Qué hacen acá, tienen algún plan para más tarde?
Los chicos se miraron entre sí, pero no dijeron nada. ¡Claro que tenían un plan, irían a averiguar si existía esa puerta mágica! Pero no querían que María se sumara.
Caminaron en grupo, pero no volvieron a tocar ese tema. Era un “secreto” entre varones. Cuando los hermanos llegaron a su casa, los otros dos amigos le hicieron una seña a Alexis, que entendió perfectamente: lo esperaban más tarde en lo de Tobías. María también se dio cuenta de eso, pero se hizo la desentendida.
Cuando el reloj cucú que su padre tenía en la sala marcó las seis, Alexis dijo que iba a jugar con sus amigos. Sin perder tiempo, María esperó que la puerta se cerrara y luego, salió tras él, aunque manteniendo distancia para que no la viera. La casa de Tobías estaba a solo dos cuadras. Escuchó a su hermano golpear dos veces la puerta. Tobías y Tito salieron a recibirlo y en lugar de entrar, fueron al patio, por el costado de la casa. María se acercó para ver que hacían. Los encontró mirando el tapial que separaba la casa con la del vecino. Los chicos discutían entre sí.
- ¡Sin escalera no llegamos!
- Mi papá guarda la escalera bajo llave. Tenemos que conseguir otra.
- ¿De dónde?
Detrás de ellos se escuchó un carraspeó fuerte.
- ¿Y si usan un poco la cabeza? – dijo María, apareciendo por sorpresa.
- ¿Qué hacés acá? ¡Nos seguiste! – gritó su hermano.
- Y por lo que veo, llegué para solucionarles un problema. En lugar de estar discutiendo, hay que buscar una solución en equipo. Entiendo que quieren pasar por encima de ese tapial. Si no hay escalera, cooperando entre los cuatro podemos lograr que al menos uno de nosotros pueda llegar hasta arriba y saltar al otro lado.
- ¿Y después cómo volvemos a trepar desde el otro lado? Una escalera la podemos pasar por encima…
La niña le hizo “coquito” en la cabeza, aunque no muy fuerte.
- ¡Pensando, tontito! Podemos hacer una especie de soga, uniendo las tres remeras de ustedes. La sujetamos fuerte desde este acá y el que pase al otro lado, luego se trepa por ahí.
Los chicos se miraron entre sí. ¡Así de simple! No perdieron tiempo. Tito era el más liviano, por lo tanto, sería el que pasaría al otro lado. Alexis se ubicó abajo. Sobre sus hombros se paró Tobías. Sobre los suyos, María. Tito fue trepando con la ayuda de los demás y llegó hasta lo más alto. Pero al asomarse... ¡el perro del vecino se puso a ladrar!
La columna se desestabilizó y todos cayeron al suelo. Cuando vieron que nadie se había lastimado, comenzaron a reír.
- Tenemos que intentarlo de nuevo – dijo Alexis.
- Pero antes debemos conseguir algo para distraer al perro – sugirió María.
Tobías salió corriendo hacia el interior de su casa. Volvió al instante (la puerta se golpeó con fuerza a sus espaldas) trayendo una bolsa de galletitas.
- ¡Podemos darle algunas al perro! – dijo.
Los demás aplaudieron la idea y otra vez pusieron en marcha el plan de la “torre humana”. Esta vez Tito subió con masitas en la mano. Cuando el perro empezó a ladrar, le arrojó algunas. El perro movió la cola y se las devoró. Tito volvió a lanzarle otras. Para entonces el peludo “cuatro patas” bailaba de la alegría. Tito se animó a bajar. Cuando el canino se acercó, le dio más galletitas, esta vez en la boca.
- ¿Estás bien, Tito? – preguntó María desde el otro lado del tapial.
- ¡Si! Este perro es más bueno que una tortuga dormida. Voy a investigar la puerta – les gritó – Ustedes vayan preparando la soga de remeras.
Tito se puso a investigar el patio, en compañía del perro, que no dejaba de mover la cola. Miró detrás de unos arbustos, y nada. Detrás de una higuera, y tampoco. Estaba a punto de revisar cerca de un árbol de naranjas cuando escuchó un silbato que casi le perfora los oídos.
Un hombre lo observaba desde una ventana. Vestía un largo traje azul y llevaba una larga barba blanca. Tito se quedó inmóvil. Pensó que tendría tiempo de correr hasta el tapial pero entonces, el hombre desapareció de la ventana y apareció, como por arte de magia y tras una explosión de colores, delante de él.
Tito quedó con la boca abierta.
- ¿E… e… eres mago? – balbuceó.
- El mejor - contestó el hombre de barba blanca con una sonrisa en la boca - ¿Me puedes decir que buscas en mi patio?
- Una… una puerta mágica. Tobías… mi amigo… la vio desde su casa, acá al lado. Pero ya me iba, no queríamos molestarlo – Tito veía que la soga de remera colgaba en el tapial – así que si me lo permite, ya me voy.
El mago se puso a reír. Hizo un movimiento con las manos y un sonido como de abejas revoloteando dio paso a otra explosión de colores mucho más grande que la anterior. Y tras ese poderoso hechizo, aparecieron junto a Tito, los demás: María, Alexis y Tobías.
- Saltando tapiales se pueden lastimar mis queridos amigos, la próxima vez me tocan timbre y de paso los invito con una merienda – el mago largó otra risa, muy contagiosa. Los niños, al verlo, perdieron el miedo - ¿Quieren ver la puerta? Está ahí, delante de ustedes.
Los niños no veían nada. Solo el patio.
- Está siempre en el mismo lugar. La diferencia entre verla y no, son las ganas de creer que uno tiene. ¿Creen en la magia? Si lo hacen, la magia los recompensará. Creer es como la risa: contagiosa.
Tobías, que la había visto una vez, volvió a mirar y ahora sí la vio. Tito, Alexis y María dijeron al unísono: ¡Ohhhh! Ellos también la veían.
- Esa puerta nos transporta a nuestros sueños más hermosos – advirtió el mago – Y está en cualquier patio, en cualquier esquina, incluso, podemos encontrarla en nuestras habitaciones. Solo es cuestión de creer. Cuando estemos tristes, desesperanzados, solos… podemos invocarla. Y esa puerta nos llevará a viajar dónde nosotros tengamos ganas.
- ¡Es maravillosa! – dijo María, al abrirla. Desde el interior se escuchaban bellas melodías y el trino de los pájaros.
- Claro que lo es – dijo el mago – ¿Y saben cómo se llama?
Los chicos negaron con la cabeza.
- Se llama imaginación. Y la llave para abrirla, está aquí – y señalando su cabeza, desapareció dejando una sonrisa en el aire, tan hermosa como un arco iris.


* Cuento escrito para la clase de teatro que mi esposa Mariana dicta en escuela primaria, para poder aplicar diferentes técnicas relacionadas al sonido y con el eje temático del "trabajo en equipo".

1 comentario:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Podria ser una ficción que homenajee a las películas de lo 80.
Y el final me recordó a esa introducción de La dimensión desconocida, esa llave se abre con la llave de la imaginación.