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30 de marzo de 2017

Una palabra

Se escondía detrás del palo borracho. Aprovechaba la hinchazón del tronco para ocultar su figura. Su hermano la buscaba fastidiado. Cada tarde la misma historia. Podía leerle los labios con claridad. Él juraba y perjuraba que sería la última vez.
Escuchó un fuerte chirrido a sus espaldas, del otro lado de la plaza. Dejó de prestarle atención a su hermano pero permaneció en el sitio. Desde donde estaba podía observar la escena. Un auto azul había frenado de repente para evitar un choque. Pero no podía distinguir contra qué.
La gente comenzaba a correr hacia el auto. La mujer que lo conducía se apeó temblando. Las voces se alzaron en la tarde y varios llamaron al mismo tiempo a la ambulancia. Para entonces, todo el barrio estaba en las veredas. Algunos vecinos se acercaban con miedo. Caminaban lentamente, tratando de descifrar que había ocurrido.
Recordó a su hermano y espió con cuidado. Ya no lo veía. Fue hacia el otro lado del tronco y volvió a espiar. Tampoco estaba allí. Giró en redondo y llevó su mirada a la calle, donde todos se arremolinaban alrededor del coche azul. Entre la multitud, vio a su hermano tratando de hacerse lugar entre los mayores.
Quiso entonces ir también en aquella dirección, olvidar su juego de cada tarde de escapar de casa y correr a toda velocidad para que su hermano la alcanzase. Quiso hacerlo, pero no pudo. Algo la aferraba. Pensó que se había enganchado la ropa en el árbol pero al bajar la mirada no había ropa, ni cuerpo, ni nada.
Se volvió hacia la calle. No había auto azul, ni vecinos, ni accidente. Solo su hermano, caminando despacio hacia aquel lugar, las manos en los bolsillos, el rostro vencido por la tristeza. Se sintió confusa, aturdida. Las imágenes, desordenadas, se debatían ante sus ojos. Supo que estaba desapareciendo, como si estuviese hecha de humo. Lo último que percibió fue un grito. Y aunque su hermano estaba lejos, callado, mordiéndose los labios mientras lloraba, el grito le pertenecía. Una sola palabra envuelta en un tono de desesperación y lamento, de desgarro y fatalidad.
Una palabra equivalente a su nombre.

2 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Parece una continuación del relato anterior. Fue ella quien murió atropellada y se encontró viendo el accidente desde otra perspectiva.
Demoledor giro argumental

Armin dijo...

Muy interesante manera de la vida después de la muerte. Excelente relato Don Ernesto.