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11 de agosto de 2014

Éxitos y fracasos de la vida online

Había descubierto que podía hacer lo que quisiera desde la computadora. No solo las trivialidades del día a día, que iban desde comprar comida a pagar los impuestos. El listado que Rigoberto había elaborado en su mente era muy largo.
Pero lo que más lo atraía, era aquello que no podría lograr sin ayuda de tecnología. Por ejemplo, conquistar mujeres. Su apariencia no era la mejor, estaba al tanto de ello. Prácticamente desde que se había visto en un espejo por primera vez. Pero no se trataba del único obstáculo. El hecho de no poder hablar dos palabras seguidas sin tartamudear delante de una mujer era lo que más lo angustiaba.
Las páginas de citas estaban de moda y él se había anotado en todas. En cada una asumía una personalidad diferente. Cambiaba nombre, fisonomía, gustos, absolutamente todo. Consideraba que de esa forma el abanico de posibilidades era mucho más grande.
Una vez que contactaba a una mujer (a veces jóvenes, otras de su edad, otras mayores), conversaba con ella durante días hasta pactar un día de encuentro. Prefería los almuerzos o cenas en pequeños restaurantes, no tanto los encuentros en lugares muy concurridos.
De todas maneras, cuando el contacto se forjaba de tal manera que obligaba a dar el paso siguiente de verse las caras, contrataba a alguien para que fuera en su lugar. El servicio de "personas para reemplazo" había sido la frutilla de la torta para su vida online.
Sabía, por otra parte, que tras esa cita, ya no volvería a chatear con esa mujer. Inmediatamente, mientras en algún lugar de la ciudad transcurría el encuentro, él desde su computadora borraba su perfil y creaba uno nuevo, con otra identidad, aspecto y hobbies.
Esto ocurría tan a menudo que la planilla en la que iba actualizando los datos ya superaba (en caso de querer imprimirla) las cien hojas.
Cada "cita fracaso", tal como denominaba el epílogo de toda relación online, marcaba un quiebre además en su corazón. La certeza de que jamás conocería a alguien para poder compartir su vida. Ni siquiera su familia, que tampoco estaba al tanto de su accionar en los sitios para buscar pareja, ayudaba demasiado. Lo veían tan bien en soledad, que no insistían para que saliera y conociera gente.
El primer indicio del fin, llegó una noche de lluvia. Había terminado de ver el capítulo de la semana de su serie favorita del momento y se proponía a entrar a uno de los sitios de citas.
El primer intento de acceso fue fallido. Por alguna razón, no reconocía la clave. Probó varias veces, sin éxito. Trató entonces de recuperar la contraseña, usando el formulario de contacto. Al entrar a su correo electrónico para buscar la respuesta automática que le permitiera generar una nueva credencial de ingreso, se encontró con la devastadora sorpresa.
Tenía correos de todas las páginas web de búsqueda de parejas en las que se encontraba registrado. El asunto de cada una era muy similar. Variaban en pocas cosas. Algunos decían "Inhabilitado", otros "Expulsado", otros "Baja del usuario".
¿Qué estaba pasando? Comenzó a abrirlos, buscando la explicación. Y la misma no tardó en llegar. Las quejas de las usuarias, las investigaciones posteriores, la detección de la misma dirección ip para crear las cuentas, la falsedad de los datos... los sitios no tardaron en detectar las anomalías y solicitar información entre sí. Los mails no solo advertían el hecho de no poder ingresar, sino que anunciaban medidas a través de la vía judicial del país.
Sintió un escozor en el cuerpo. Aquello se le había ido de las manos. Pensé en llamar a su hermano, pero dudó que la familia tomara bien lo que ocurría y lo que había hecho. Trató de pensar en algún amigo, pero cayó en la cuenta que solo tenía contactos en diversas redes sociales. De repente, sintió que estaba solo y no tenía nada. Pero no podía caer en un pozo, debía salir adelante. No dudó en dar el próximo paso y tecleó en el buscador "abogados online".
Rigoberto guardaba esperanzas. No importa lo que pasara. La computadora lo sacaría del problema.

7 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

No pueden acusarlo de nada, salvo de no tener confianza en si mismo.
No fue él, sino alguien más en su remplazo. Pudieron surgir nuevas parejas por sus intervenciones virtuales. Tal vez hasta deberían agradecerle.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

A lo mejor conoce a una abogada que se interese por e´l.

SIL dijo...

Neto: No puedo leer lo anterior.
No lo abarco.
Me he ausentado por demasiado tiempo.

Conclusión: Foja cero, arranco de acá.


=)

SIL dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
SIL dijo...

Yo creo que la vida virtual nos diluye como personas reales, pero tampoco creo mucho en la realidad absoluta, por lo que entiendo al pobre hombre, y banco el comentario del Demiurgo: el hombre de tu relato es inimputable.

Abrazo grande.

María José Moreno dijo...

Un buen relato con un final acorde a su alta estima en todo lo virtual. El refugio detrás del ordenador por no aceptar tal como es le ha llevado a confiar demasiado en la impunidad de la virtualidad.
Gracias por venir a mi blog. Un saludo y nos veremos por aquí :)

el oso dijo...

El colmo de la desesperación es acudir a "abogados online", es como darle un bife de hígado al Churri para que lo cuide!
Abrazo