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14 de abril de 2014

Extrema obsesión

A Fernando, científico de mediana edad retirado tras un pico de stress, no le bastaba con estar informado. El quería estarlo al instante. Pero ese deseo se había transformado en una obsesión. Se pasaba horas delante de la computadora con decenas de pestañas del navegador abiertas, saltando de una a otra constantemente, tratando de no perderse ninguna novedad de último momento.
Contra la pared opuesta tenía un televisor bastante viejo, pero que aún emitía una imagen clara. Estaba siempre encendido en un canal de noticias. Muchos más modernos, de pantalla plana, eran los otros tres televisores colocados en soportes sobre la pared derecha. Todos sintonizados en canales informativos.
En todas partes, repartidos, diarios viejos, que parecían alfombrar el lugar. Había estado suscripto a dos periódicos, pero los había cancelado. No le veía el sentido al hecho de pagar por información atrasada.
El dinero que destinaba a los periódicos los empleaba ahora para abonar el servicio de noticias vía sms al celular. Aunque estaba dudando si continuar con el mismo, dado que jamás había recibido una primicia.
Cuando salía de su casa, iba pendiente del teléfono, en cuya pantalla de cinco pulgadas se las arreglaba para ir intercambiando entre el navegador con diarios onlines y aplicaciones que sincronizaban las últimas noticias en las áreas de su interés.
Sin embargo, todo aquello le parecía poco. Los hechos se sucedían continuamente, mientras se enteraba de uno, ocurría otro. Para cuando leía la información, cientos de otros eventos habían tenido lugar en el mundo. La lógica era entonces un puñal al corazón: no se podía estar informado de todo y mucho menos, al instante.
Debía entonces cambiar las reglas del juego. Anticiparse, estar un paso por delante. De esa forma, al menos, ganaría tiempo. Si lograba saber los hechos antes que sucedieran, podría disponer de tiempo para otras clases de informaciones, menos impactantes, pero importantes al fin.
La obsesión, como sucede siempre en estos casos extremos, lo alejó de sus amigos y familiares. A menos que fueran noticia, no tenía ni siquiera un segundo para ellos. La información lo era todo.
Cuando aquella mañana logró al fin interceptar una onda radial proveniente del futuro, primero creyó que se había quedado dormido y estaba soñando. Tenía su lógica. Hacía casi tres meses que estaba despierto. Salvo siestas durante breves períodos, se mantuvo trabajando para cumplir su meta. Las pocas horas que no ocupó leyendo o observando noticieros, había estado trabajando en una serie de antenas radiotelescópicas que había construido basándose en varios estudios que había leído sobre la búsqueda de señales extraterrestres.
Enfocó su búsqueda en los canales de la frecuencia del hidrógeno neutro, que es el elemento más abundante del universo. Es decir, una frecuencia natural óptima para la emisión y recepción de señales.
Su teoría era que en algún punto del tiempo, los hechos ya habían tenido lugar y que entonces, la información viajaba por el espacio, sin la esperanza o propósito de ser captada.
Mediante el uso de la onda continua, equipos radiotelescópicos y antenas, centró todo el esfuerzo en lograr su propósito y vaya que lo hizo.
¿Estaba soñando? Claro que no. El mensaje que iba descifrando al mismo tiempo que se registraba en el disco duro del ordenador principal conectado a los equipos era claro. Demasiado al punto de sentirse exultante, como hacía tiempo no le sucedía.
Acababa de interceptar una señal generada quince años en el tiempo. Se estremecía de solo pensarlo. Tomó los auriculares y no esperó a que finalizara la recepción de los datos. Podía captar la voz detrás del ruido. Era una transmisión del año 2029. El que hablaba era un periodista. No podía definir si de radio o televisión. Tan solo tenía la voz. Había nombrado fechas y lugares, nombres que desconocía y situaciones que parecían trágicas.
Fue tomando nota, a gran velocidad. La emoción era enorme. Las noticias estaban llegando y no eran buenas. Pero eran noticias al fin. Una gran guerra, líderes combativos, pueblos replegados ante la violencia. Sonreía, aquello era increíble. Muertes en oriente, muertes en occidente. Ataques por aquí y por allá. Un futuro trémulo, angustiante. Fernando alzaba los brazos en señal de victoria. Dejó de tomar apuntes. Quería darle descanso al brazo.
Se echó hacia atrás en la silla, mientras observaba con felicidad como en la pantalla de la computadora los indicadores daban cuenta de los datos que se iban grabando en el equipo. Miró alrededor y vio los televisores encendidos. En otra computadora, la pantalla plagada de periódicos online abiertos. Las hojas de diario en el suelo.
Lanzó una carcajada y meneó la cabeza. Tonto, se dijo mentalmente, casi burlonamente. Se había engañado durante años pensando que estar pendiente de la información iba a ser suficiente para afrontar el mundo en el que vivía. Lejos estaba de estar en lo cierto. Pero eso ahora había cambiado. Se puso de pie, avanzó hasta donde estaban los controles a distancia de los televisores y los apagó. Luego fue hasta la otra computadora y cerró el navegador.
Volvió a la silla y se puso nuevamente los auriculares. Ahora si. ¿Para que preocuparse por el presente si tenía a mano el futuro? Feliz, se puso a escuchar las noticias quince años antes que sucedieran.

3 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Algunas obsesiones pueden convertirse en descubrimientos.
Tu relato tiene algo de Philip Dick.

el oso dijo...

Ja! De paso se entretiene como en una rara forma de facebook!
Abrazo

SIL dijo...

El hallazgo debiera ser propagado, conocido, difundido, para que - quizás - se pudiera evitar esa noticia futura tan trágica.


Abrazo.