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10 de septiembre de 2013

Rotisería express

Jaime's tenía la fama de ser el lugar de cómidas más rápido de la ciudad. Un pedido podía ser elaborado en apenas dos minutos y estar en el domicilio del cliente en uno. Siempre y cuando viviera a no más de quince cuadras del comercio.
Hubo quienes trataron de hacerle mala reputación al lugar haciendo pedidos estrafalarios, combinando comidas de difícil preparación, que si bien estaban contempladas en el menú, se trataban de modificar. Pero jamás pudieron lograr. Tres minutos después de colgar el teléfono, el cadete estaba tocando timbre para entregar el pedido.
El dueño del lugar, Jaime, era un hombre muy tranquilo, de movimientos lentos y paso cansino. ¿Cómo podía Jaime administrar un sitio tan veloz? Bien, ese era el secreto mejor guardado, tan bien, que ni siquiera el propio Jaime lo sabía.
Para muchos, hoy en día, la razón de aquello tenía una explicación: Zulma. Y cuando decimos Zulma, hacemos referencia a la esposa del trabajador gastronómico. Dicen que desapareció después del voraz incendio. Algunos creen en la versión más popular, que sin embargo, es la que los investigadores descartan. Pero no perdamos el hilo del relato.
Jaime's era el lugar por excelencia para pedir comida. Principalmente cuando uno llegaba cansado de trabajar y estaba muerto de hambre. Se marcaba el número en el teléfono y apenas si se tenía tiempo para lavarse las manos y sacar la bebida de la heladera. Ni hablar de las comidas organizadas espontáneamente entre amigos. El nombre de Jaime era lo primero que se cruzaba por la cabeza.
Aquella noche de junio, en pleno invierno, la mitad del pueblo vio el rayo de luz proveniente del cielo. La explicación del relámpago dada por la policía, no nos convenció. Si bien Jaime's ardió hasta los cimientos, aquello no nos pareció un relámpago.
El cuerpo del conocido Jaime fue encontrado todo chamuscado. El de Zulma, no apareció nunca. El viejo Bassaro, que otrora fuera timbero día y noche y ahora purga los avatares de su vicio mendigando por la ciudad, jura que la luz provino de un plato volador y que vio a la mujer del rotisero subir por una escalera invisible hasta la nave.
La policía ignoró siempre a Bassaro, logrando por contraposición, que el mito se propagase. La explicación sobrenatural resolvía el enigma de la velocidad en la preparación de las comidas. Dueña quizá de alguna maquinaria de tecnología que desconocemos, lograba los resultados inmediatos que maravillaban a la ciudad.
De todas maneras, conviven hoy las dos interpretaciones del caso, la oficial, que indica un fatídico desenlace, con el infortunio del relámpago y la muerte de sus dueños, dado que esa versión postula que la pobre Zulma se carbonizó hasta las cenizas, y la extra oficial, que habla de un castigo de los extraterrestres al enterarse que una de las suyas utilizaba sus poderes o tecnología para hacer negocio en el planeta. Y dado que la segunda explica el misterio de la comida rápida, la gente se queda con esa.
La verdad está muy distante. Jaime era en realidad un verdadero hijo de puta. Tenía a quince inmigrantes ilegales trabajando como esclavos en la cocina y su mujer, empleada municipal, evitaba a toda costa que le cayeron inspecciones. Si a eso le sumamos que tenían un cadete que era un suicida andando en moto, que disfrutaba de cruzar los semáforos en rojo y exceder todos los límites de velocidad, llegamos al fondo del asunto.
Eso no explica sin embargo, que le pasó al local y a Zulma. En realidad si, pero habría que hilar muy fino. Mantener a quince ilegales, por más que se los tratara como esclavos y estuvieran encerrados durante la noche en un sótano, no era fácil. El negocio funcionaba, pero Zulma no se podía dar los lujos que soñaba. Ella quería viajar, comprarse alhajas y vivir como una reina. A Jaime le interesaba seguir siendo el rey de la comida express y jactarse de ello. Un buen día Zulma se enojó, discutieron y le prendió fuego a todo, con Jaime e inmigrantes adentro. De éstos, se encargó que no quedara ni un hueso.
Perpetrado el hecho, coimeó al comisario, le prometió parte del seguro y unas noches de placer. A cambio, el comisario dijo que había desaparecido y se encargó personalmente del cobro del seguro, que Zulma había puesto sin que se enterase su marido a nombre de otra mujer, cuya identidad tomó ella tras mandarse a mudar de la ciudad.
Siempre dudé de las versiones que circulaban en la ciudad, por eso hice una investigación por mi cuenta. Pude dar incluso con la antigua Zulma, ahora llamada Analía. Tiene un comercio de panchos que abre los fines de semana y un puesto de café al paso. Se gana la vida con lo justo. El comisario la cagó y se fue al año con la guita a otro país. Ella no pudo decir nada. Si confesaba, iba presa al menos por veinte años.
Descubrir la verdad no me llenó de satisfacción, ni nada parecido. En realidad, solo quería saber como hacer para poner una rotisería express y llegué, sin quererlo, al meollo de todo esto.
Dudo entre escribir un libro o escribir el guión para una película. Pienso que ella debería pagar lo que hizo, no por Jaime, sino por los que eran explotados y terminaron calcinados, pero al mismo tiempo reflexiono que la realidad es el peor de los castigos. El único que salió bien parado, o al menos así parece, es el comisario.
Con respecto a la rotisería que quería poner, la verdad es que perdí las ganas. Aunque no voy a negar que a veces extraño levantar el teléfono y tener una pizza en tres minutos. Claro que con todo lo que descubrí, un poco revuelve el estómago. El solo hecho de pensar de dónde saco quince inmigrantes ilegales, hace que todo el proyecto se ponga cuesta arriba.
Si. Escribir el libro es la mejor opción. Al menos, hasta dar con el comisario y empezar a chantajearlo.

3 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Quien sabe si la explicación del personaje narrador es la acertada. Es raro que una mujer tan intrigante, como cree el narrador que es, le revele la verdad a alguien.
A ultimo momento se me ocurre que podría ser incluso complice, pagado por ella, con noches de placer. La teoria podria ser un rumor más para ocultar la verdad.

José A. García dijo...

La verdad ya no es lo que era, ya no es, no te llena como antes, como cuando descrubías algo de inestimable valor. Ahora es algo más que ocurre casi todos los días y pasa desapersibido la mayor parte del tiempo.

Saludos

J.

SIL dijo...

La realidad más cruda es a veces la más terrible de entender, por eso nos vamos por tangentes fantásticas o sobrenaturales.
La literatura - como siempre- le resultó un paliativo acorde a las circunstancias.