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2 de julio de 2012

Tecnología de última generación

El viejo Pérez jamás imaginó que la tecnología podría incidir tanto en su existencia. Se había jubilado diez años atrás, luego de haber trabajando en el correo durante toda su vida. Mientras sus compañeros utilizaban computadoras y se veían los primeros celulares, Pérez (al que muchos llamaban a sus espaldas, viejo gruñón) prefería el tradicional papelerío en cuadernos y planillas.
Pero todo cambiaría el día que Tecnologix XXI, la compañía líder en todo el mundo en productos de última generación de electrónica e informática, sacó al mercado la tablet Nigro Max Connecting. No solo poseía un revolucionario concepto de las conexiones inalámbricas, sino que aprovechaba como ninguna la tecnología infrarroja, accediendo a cualquier dispositivo preparado para tal función, como ser un televisor, un equipo de audio, el equipo de aire acondicionado. Pero sin dudas, lo fantástico, era poder administrar la iluminación desde el mismo equipo, encendiendo, atenuando o apagando las luces del hogar o la oficina.
Hasta allí, un avance tecnológico con un propósito comercial bien definido y un éxito casi asegurado. Al menos, hasta que alguno de sus competidores pudieran sacar al mercado un producto similar.
Como era previsto, el día que salió a la venta vendió casi un millón de unidades. No fue el total de ventas lo que preocupó a Pérez, sino las que se vendieron en un radio de cinco kilómetros de su casa, que se calcula, fueron unas ochenta y ocho.
Por alguna extraña razón, la señal de las tablets hacían interferencia con la casa del viejo Pérez. Aunque claro, esto se supo después de varios días. El viejo, por otra parte, ignoraba absolutamente todo de la Nigro Max Connecting y si incluso hubiese visto la propaganda en la tele o el diario, hubiese desconocido lo que se promocionaba. Apenas entendía la diferencia entre un teclado y un mouse como para comprender el concepto de una tablet.
Sin embargo, ese día, después de las nueve de la mañana, su vida dejó de ser la misma.
Estaba subiendo al altillo de su casa a buscar unos diarios viejos cuando las luces se apagaron en su totalidad. Pensó de inmediato que serían los tapones y comenzó a descender por la escalera, cuando de repente la energía retorno y las lámparas resplandecieron. Gruñó por lo bajo y emprendió otra vez el ascenso. No había llegado a subor dos peldaños, cuando otra vez quedó en prenumbras.
Aquello no le gustaba nada. Si alguien estaba provocando que se cortara la energía cada dos segundos, ponía en peligro la integridad de los artefactos del hogar. Bajó la escalera y se encaminó a la cocina, para desenchufar la heladera y también el televisor. Lo último que quería era que se quemaran.
No había salido del pasillo cuando volvió la luz. Escuchó el motor de la heladera al arrancar y notó como le costaba. Lanzó un "que lo parió" al aire y fue raudo hasta el enchufe, para desconectarlo de la corriente eléctrica. Apenas lo había hecho, la casa quedó otra vez sin energía.
- ¿Pero que carajo están haciendo? ¿Están jugando? - dijo con bronca en la voz.
En ese momento volvió otra vez la luz y el televisor se encendió solo. Fue hasta el aparato y lo apagó. No le había alcanzado a dar la espalda que se volvió a prender. Lo apagó una vez más y lo desenchufó. Entonces, se volvió a cortar la luz.
- ¡La puta madre, van a quemar todo! - bufó a pecho limpio.
Se apuró es desconectar todos los equipos que necesitaran de corriente eléctrica para funcionar. La luz iba y venía, constantemente. Salió a la calle y afuera parecía todo normal, sin ninguna cuadrilla de la empresa de energía trabajando en la zona. Fue hasta lo de su vecino y le golpeó la puerta, temiendo que no anduviera el timbre.
- ¿Disculpe Ferreyra, pero dígame una cosa, usted también está teniendo problemas con la energía eléctrica?
- ¿Qué clase de problema, Pérez? - preguntó un recién levantado Ferreyra, que aún no se había dado cuenta que llevaba puestas las pantuflas rosas de su mujer.
- Viene y va. Me va a quemar todo.
- Fíjese si no tiene algo en corto. Acá funciona todo bien. Estoy viendo el canal de compras desde hace un rato y no se me ha cortado nunca.
Le dio las gracias y volvió a su casa. Allí la luz seguía dando su propio espectáculo. Llamó a la empresa. Aguardó hora y media hasta que llegaron para verificar lo que estaba sucediendo. No le encontraron respuesta a lo que estaban ocurriendo. Todo parecía estar bien...
- Mire señor, en realidad ni siquiera se le está cortando la energía - le explicaron - Son las luces las que se apagan, lo mismo que los aparatos. Fíjese el televisor, se acaba de apagar, pero las luces siguen encendidas. Y ahora mire... se han apagado las luces, pero la heladera está marchando.
El viejo Pérez no se había puesto a hilar tan fino. Aquello lo alarmaba. ¿Su casa estaba maldita? ¿O la instalación estaba pidiendo a gritos un recambio del cableado?
Para la noche, el viejo estaba a punto del colapso. Estaba presenciando el caos personificado. Se sentía estresado, al borde de un ataque de nervios. Apenas si pudo dormir. A la mañana siguiente se presentó en la empresa de energía y logró que volvieran a revisar todo. No encontraban ninguna anomalía. Y si no hubiese sido porque uno de los jefes de la empresa se acercó a conocer la magnitud del reclamo, la incógnita seguiría sin haberse revelado.
La diferencia entre el jefe y sus empleados no era el conocimiento, sino la tablet recién adquirida: la Nigro Max Connecting. Hacía gala de ella como un niño lo hace de su último juguete. Todo lo que le decían, lo volcaba con velocidad sobre el aparato. Estuvo así un buen rato, hasta que por error activó la función de encendido de las luces y con alarmante incredulidad notó como por coincidencia, las luminarias de la casa se prendían.
Podía haber sido una casualidad, una más de las tantas que nos da la vida. Pero el hombre no dudó en volver a probar, accionando la desactivación de las luces. Las mismas, aunque no podía creer, se apagaron en ese preciso momento. No, no era posible. No había configurado la tablet aún, ni siquiera en su propio hogar. Miró el televisor apagado. Buscó la función en su dispositivo portátil y cruzó los dedos. Al hacer On en la función de encendido remoto, el televisor se puso a emitir.
Al rato se apagó, pero no había sido él. Lo mismo con las luces, que seguían su show personal de estar brillantes para luego sumirse al silencio de la oscuridad y viceversa.
¿Y si.... ? No, no podía. Sabía que una de las características de la Nigro Max era el alcance. Pero le parecía imposible que tuviera algo que ver. ¿Cuántas se habrían vendido en la zona, como para provocar ese caos hogareño en lo de Pérez? No, era imposible. No obstante, dio aviso al fabricante.
Las pruebas fueron categóricas. Por alguna inexplicable razón, las frecuencia en las que trabajaban las tablets Nigro, coincidían con las instalaciones existentes en la casa del viejo Pérez, y por algún otro rarísimo motivo, hacía las veces de llave maestra a la inversa, permitiendo que toda función emitida por una tablet dentro del radio de alcance, modificara los valores existentes del lugar.
El fabricante negó falla alguna y adjudicó todo al destino. El viejo Pérez resolvió mudarse al quedar al borde de la locura, tras cuatro semanas de no ser dueño en absoluto de la iluminación de su vivienda ni de nada de lo electrónico que poseía bajo su techo.
Odiaba más que nunca la tecnología. Razón suficiente para mudarse a una cabaña cercana al bosque, en medio de la nada, sin más compañía que una estufa de leña y un paisaje acogedor. Su casa la puso en venta y la compró un tal Gómez, que pagó en efectivo.
A Pérez poco le importa que ese tal Gómez responda a la empresa Nigro Max Connectiong y que su antigua casa esté siendo estudiada por analistas en conjunto con el gobierno. Es que allí radica el futuro del convencimiento, el poder sobre la intimidad, el acceso a lo privado. Por eso, con dedicación y esmero, se analiza cada centímetro del lugar, en busca de respuestas.Pérez, en tanto cierra los ojos y respira aliviado.
Está a salvo.

4 comentarios:

Con tinta violeta dijo...

Divertidisimo y curioso relato. Pobre Pérez. Menos mal que al final cada uno se puso en el lugar correcto. Y para ser feliz, a Pérez no le hace falta la tecnología-
Tecnología que, a veces, parece cosa de brujas ¿O no?
Besos!

Juan Esteban Bassagaisteguy dijo...

Hubieron frases ("...allí radica el futuro del convencimiento, el poder sobre la intimidad, el acceso a lo privado") que me hicieron recordar a "Gran Hermano" y a aquella película de Jim Carrey.
Muy bueno, Netomancia.
Saludos.

mariarosa dijo...

Como cuesta la nueva tecnología diganmelo a mí, pobre Perez, nos parecemos.

mariarosa

Anónimo dijo...

Por qué mi amor sil no comento aquí? :( en este genial relato