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18 de septiembre de 2011

Sentencia para el otro Ruiz

Cómo envidiaba a su hermano escritor. Lo veía siempre en las noticias, triunfando, recibiendo premios, alabanzas. Por la calle lo paraban (a él) y le pedían que saludara al hermano, que le transmitiera cuánto lo admiraban, que habían leído sus libros, que lo amaban. Cómo lo envidiaba.
No por el talento, porque el talento a veces no es nada por sí solo. Sino porque todo lo conseguía y a veces hasta sin pretenderlo. O al menos, eso le parecía. Tenía una casa lujosa, servidumbre, departamentos en otros países, coches de todos los colores, una biblioteca inmensa, y eso solo en lo material. Su esposa era hermosa, gentil, simpática. Sus hijos, uno más inteligente que el otro, aventureros, futuros genios.
Ya no atendía sus llamados. ¿Para qué? Siempre ofreciendo su limosna, invitando a comer a su mansión, pretendiendo que lo acompañara a lugares remotos para asistir a presentaciones que no le interesaban en lo más mínimo. Claro, se acordaba con seguridad para tener al lado a alguien con quien contrastar. Ruiz, el escritor y su hermano, Ruiz el empleado bancario.
Y ni siquiera eso, porque hacía un tiempo que lo habían despedido. No podía negarlo, era un fracaso. Al lado de su hermano era un enorme, gigantesco, fracaso. Una sola vez le había leído un libro. Todavía le causaba vergüenza pensar en la forma en la que lloró cuando llegó a la última página. Hasta a través de sus palabras lo hacía sentir mal. Maldita la vida, que los había alojado en la misma familia. Maldito el destino, que les había trazado caminos tan diferentes.
Determinó entonces que era hora de hacerlo llorar a él, al escritor. Para eso había decidido quitarse la vida. Quería humillarlo, además de escapar de la mala fortuna, que para entonces lo hundía cada vez más, ya sea en el juego, como en la búsqueda de trabajo. Redactó una carta donde lo culpaba de todos sus fracasos, sabiendo que no era así, pero al menos, al tomar carácter público ese papel, los medios acabarían con la afortunada tranquilidad del "gran novelista y dramaturgo".
El primer intento fue arrojándose a las vías del tren. Pero la enorme máquina iba por el carril contiguo. Volvió a su casa con hematomas por la caída. El segundo, fue en el mismo edificio. Se dejó caer al vacío, desde la terraza. Cayó dentro del camión de basura. Salvo el mal olor encima, salió ileso. Una tercera ocasión lo encontró atándose una pesada roca a la pierna, en la orilla del río. Cuando intentó levantar la roca, se le resbaló sobre el pie, fracturándole dos dedos. Tuvo que estar en reposo casi tres semanas.
Hubo una cuarta, una quinta, una sexta y hasta una vigésima quinta vez. Todas fueron un fracaso. Ni siquiera para matarse servía. Debió vivir con ello hasta el fin de los días, cerca de los cien años. Alguien a la pasada en algún momento de su oscura supervivencia le comentó de la muerte de un afamado escritor, cuyo nombre le pareció conocido, pero no le dio más importancia de lo debido, porque las noticias no le interesaban, solo seguir revolviendo entre la basura junto a los demás indigentes para encontrar algo que sirviera para paliar el hambre, al menos esa noche.

15 comentarios:

Panchuss dijo...

seras lo que debas ser, o no seras nada, o mejor dicho, el que nace para pito nunca llega a corneta.
dos caras de la misma moneda, los dos unos fracazados.
esta buena la idea, en especial, diagnostico para Ruiz, es una paradoja.

un abrazo

panchuss

Anónimo dijo...

Bueno, pasas de la comedia a la desolación. Dos historias en una.

Una dijo...

Vaya, un relato duro de un pobre infeliz, si en vez de compararse con su hermano se hubiera dedicado s sus menesteres, otro gallo cantaría.

La fama se busca, no se encuentra.

Romina dijo...

Impecable final el que describe usted, sin mas ni menos.
Lo justo para un menos que buscavidas.

cada uno cosecha lo que siembra.

Abrazo♥

SIL dijo...

Bueno, no sé si correspondía pero me reí bastante con las peripecias del suicida frustrado.

La envidia y el resentimiento, tal com lo demuestra el relato, sólo destrozan a quién lo siente.


Abrazo inmenso


SIL

SIL dijo...

Me faltó una o

=D

Camilo dijo...

Con esta historia no pude formarme una imagen clara del protagonista, del Ruiz fracasado. Ni siquiera me gusta decirle así, aunque el final me obligue a hacerlo. Porque he visto 2 facetas del personaje: Una es la del hombre resentido, que no triunfó porque no quiso, porque solo le importaba dañar a su hermano.
Pero en una frase descubrí un gran potencial:"Una sola vez le había leído un libro(...) lloró cuando llegó a la última página". Me he dado cuenta que una persona puede leer mil libros, pero solo un excelente lector llega a profundizar, así sea solo uno, de esa manera, hasta el punto de llorar.
Me he excedido un poco, pero era un análisis que quería hacer. Muy buena historia, mire usted la idea que ha desencadenado en mí. Solo una buena obra llega a profundizar en el lector.
http://idasueltas.blogspot.com/

Netomancia dijo...

Don Panchuss, creo que paradoja es una buena definición. En el éxito se fracasa, en el amor se sufre, en el dolor se ama... es como la vida misma. Los dos Ruiz son matices del destino, extremos, claro que si, pero caóticamente bellos. Muchas gracias! Saludos!

Doña Yun, no hay risas que oculten un dolor, ni lágrimas que escondan risas. Muchas gracias. Saludos!

Doña Aina, pero existe gente así, que en lugar de mirar su futuro, lo compara con el de otros. Muchas gracias. Saludos!

Doña Ró y lo que no cosecha, el destino se lo imputa con intereses. Muchas gracias! Saludos!

Doña Sil, reírse de las desgracias ajenas, que mal! Jaja. Si, es que ameritaban sonrisas las situaciones. Muchas gracias! Saludos!

Don Camilo, creo que el mismo Ruiz no sabía bien quién era o que quería, razón suficiente para buscar culpas en la imagen del ser que más deseaba ser. Me alegra saber que un texto puede llevar a tan minuciosa lectura. Muchas gracias! Saludos!

Con tinta violeta dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Con tinta violeta dijo...

Ay Neto...como le pasó a Doña Sil, cuando nuestro protagonista trató de suicidarse de manera tan infructuosa (ya se que está mal...)me reí como si se tratara de una comedia de enredo y este fuera el "gafe", ja!
Pero en plan serio...es una pena que nos estemos midiendo continuamente a otros y el éxito lo valoremos en función de algo externo. Seguro que él en su parcela hubiera sido el mejor si no se hubiera empeñado en la comparación con el "famoso" hermano...
pero ves cual es la conclusión? Ambos mueren, ja! Total...¿para que nos vamos a preocupar pues?
Buen doble relato (y muy bien por mirar la misma historia desde los dos lados)
Besos!!!

Netomancia dijo...

Doña Tinta, si, podría decirse que al final lo logró ja. Claro que tuvo que esperar demasiado. Muchas gracias! Saludos!

Alma Mateos Taborda dijo...

Muy buena historia, que despierta sonrisas en pàrte y dolor en otras. La envidia no lo dejó cambiar el rumbo de su vida. Muy interesante texto. Un abrazo.

mariarosa dijo...

Bueno a este Ruiz le sucedio como un tango que dice: "Ni el tiro del final te va a salir".

Que tontería es la envidia, hubiera disfrutado con su hermano y tal vez aprendia a vivir mejor. ¿No?

mariarosa

Netomancia dijo...

Alma, muchas gracias. De un extremo a otro, como lo es la ironía. Saludos!

Doña Maríarosa, seguro que si ponía el disco con ese tanto, se le rayaba. Si, así es. Muchas gracias! Saludos!

Martha Barnes dijo...

El tipo, se fué matando poco a poco, al no preocuparse por vivir su propia vida y llenar a ésta del veneno de la envidia y de los celos. ¡Qué desperdicio!!!