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13 de marzo de 2011

Disfraces

El traje le daba calor, lo empapaba de pies a cabeza, pero no podía quitárselo. Era parte de su atuendo de trabajo, en la brasería "Mr. Pollo". Su función era la de representar al tal Señor Pollo, con un disfraz que incluía las plumas y el pico.
Ubicada en pleno centro, su presencia era casi un clásico desde que el lugar había inaugurado, seis meses atrás. Desde media mañana hasta después del mediodía, caminaba en un radio de cinco cuadras, repartiendo folletos del comercio, con un simpático logo en la parte superior.
Debía soportar toda clase de bromas, que con el tiempo había aprendido a tolerar. Sin embargo había un niño que se había ensañado con él. Durante los meses de verano, su ausencia había sido un alivio. Con el regreso de las clases, el suplicio había vuelto a comenzar.
El chico no solo le gritaba cosas, sino que tenía la costumbre de arrojarse contra su figura, embistiendo desde un costado o desde atrás, tomándolo por sorpresa. Con la excusa "uy, no lo vi" salía corriendo, al mismo tiempo que reía con ganas, lo mismo que sus compañeros de colegio, que lo acompañaban en la "jocosa" aventura.
Por más que se alejara del frente del local en el horario que sabía, salían de la escuela, los niños lo buscaban. Más de una vez estuvo a punto de golpearlo, pero se contenía a último momento. Tampoco podía insultarlo ni arrojarle cualquier cosa que tuviera a mano. Por más que lo deseaba, no podía. Con seguridad lo echarían del trabajo y lo necesitaba más que nunca.
Había tenido la suerte que se lo dieran seis meses antes, cuando lo despidieron de su trabajo de administrativo, en una importante empresa de la ciudad. Por supuesto que no era un placer cumplir ese rol, pero le aseguraba el dinero para mantener a su familia.
Intentaba pensar en eso cuando le sucedían esos hechos desagradables. Sobre todo con el niño, al que no le dirigía una sola palabra, ni siquiera de reprimenda. No podía.
Llegaba a la casa molido, cansado de tanto caminar y más aún, moralmente destruído por esas bromas que le gastaban y las actitudes de ese niño. Pero al llegar a su hogar, mágicamente todo aquello desaparecía.
Su mujer lo recibía con un gran abrazo y un beso en la boca, le preguntaba con interés si le había ido bien en la oficina, sin saber que lo habían echado medio año antes y le decía que ya le tenía preparada la cena.
Luego, bajando a los saltos las escaleras, llegaba para rodearlo por la cintura con un abrazo, su hijo, a quién llenaba de besos. Ese niño tan hermoso, que era el mismo que cada mediodía al salir de la escuela le propinaba un golpe y le decía barbaridades hasta humillarlo por completo. ¡Qué cruel era el destino! Pero lo amaba. Y sin embargo, no podía decirle nada. Porque de hacerlo, la imagen de la tranquilidad que pesaba sobre el hogar se desmoronaría de la misma manera que lo hacía él, disfrazado con ese traje caluroso y ridículo, cada mediodía al ser atropellado por su propio hijo.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno, es increíble las cosas que el ser humano puede hacer por su familia.

Saludos desde Neuquén

Martha Barnes dijo...

¡Neto,me gustaría leer un cuento que no me cause tristeza!Yo me detengo a hablar con esas personas metidas en calurosísimos disfraces y me dicen lo difícil que es. Por otra parte... no voy a ser yo ,quien te descubra como un gran escritor. Te mando un beso. Martha

Don Belce dijo...

Que crueldad la tuya
Siempre pienso en quienes por dos mangos deben disfrazarse de superhéroes, barney o con todo tipo de disfraz, y más en el ridículo personaje Papá Noel, en pleno verano vistiendo trajes calurosísimos, pagando culpas un pobre diablo a causa de una sociedad estúpida sin identidad propia, jaa, ya parezco Violencia Rivas!
Muy bueno su cuento Neto, aunque esta vez no haya sangre.
Un abrazo!

HUMO dijo...

Demoledor!
No se cómo , pero siempre siempre termino con la boca abierta como un pescado jajajajajaj que buena carnada tirás, que lo parió!

Besos!

=) HUMO

Felipe R. Avila dijo...

Mas que un pollo...¡es una gallina!
Temeroso del niño,jojojo...muy buen relato,Neto.

Netomancia dijo...

Don Horacio, muchas gracias. Si, no hay dudas de eso. Un abrazo.

Estimada Martha, qué cosas difíciles me pide jaja. Al menos los comentarios son jocosos jaja. Muchas gracias! Saludos!

Sergio, te imaginás el traje de don Belce???? Repartiendo folletos sobre la maldad en la peatonal de Rosario!!!!

Doña Humo, que manía la suya eh! Jaja. Muchas gracias, como siempre.

Don Felipe, el tipo no quería fajar al pibe, era su hijo. Es decir, si había fajarlo, que se enterada quién le pegaba, más vale en casa y por otro motivo jajajajjaja. Un abrazo!

Carla Kowalski dijo...

Que triste Neto... No poder contarle a la familia lo que le pasa debe ser terrible.

mariarosa dijo...

Uy... que triste.

El amor de los padres, aguanta todo.Hasta tener un pequeño demonio por hijo.

Un cuento diferente, y como siempre: Muy bueno.

cariños.

mariarosa

SIL dijo...

Qué trasfondo inmenso tiene este cuento !!
Con qué elementos tan cotidianos se puede reflejar la incondicionalidad- hasta el absurdo- de padres para con hijos.



SIL

Netomancia dijo...

Carla, triste e impotente de no poder remediarlo, sin dudas. Saludos y gracias!!!

Doña Mariarosa, ud lo ha dicho, aguanta todo. Incluso esas humillaciones. Gracias!! Saludos!

Doña Sil, muchas gracias. Es cierto, sin ir muy lejos, el cuento es un reflejo de eso. Saludos!!!

Enca Lambrado dijo...

A estas fechas me supongo que ya habrá o encontrado otro trabajo o fue descubierto, que lindo relato Neto saludos.