Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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7 de mayo de 2010

La mujer sobre el piano

Con patética mirada y gestos carentes de cordura, la mujer sobre el piano alzó la copa y en un intento de dirigirse a los presentes levantó la voz y casi tartamudeando pidió un brindis, pero sin terminar la frase, dejando pendiente el interrogante sobre el motivo y provocando una escena que arrimaba a lo horrendo al contornearse hacia delante y atrás en un fuerte espasmo, para luego vomitar todo aquello que había bebido junto a lo sólido que tenía dentro.
Los ubicados en las mesas más próximas dieron un brinco de sus sillas, en algunos casos volcando vasos y botellas, escapando de esa lluvia asquerosa que rociaba todo por doquier y despertaba en sus vísceras las mismas ganas de devolver.
La mujer quedó tendida de rodillas con las manos en el abdomen, aún boqueando y con su cuerpo atormentado por el malestar, temblando y sudando al mismo tiempo, en tanto el pianista y otros músicos amagaban a acercarse sin hacerlo, como temiendo otro acto involuntario de nauseas y sus viscosas consecuencias.
Desde los rincones de mayor penumbra se escuchaban las voces preguntar qué es lo que le había pasado y en los sitios con mayor luminosidad, se veían los ojos desorbitados de la gente, intentando digerir el momento sin saber como proseguir a continuación.
Finalmente, uno de los músicos se acercó a la mujer para ayudarla a ponerse de pie, sin embargo ella rechazó con vehemencia el brazo que la asía por debajo de la axila. En cambio, se recostó sobre la tarima, al pie del piano y apoyó su cabeza contra éste, aunque sin dejar que se viera su rostro.
El buen samaritano se retiró haciendo gestos de incomprensión hacia sus compañeros. Uno de los presentes en el bar se acercó con sigilo, anunciando a los que estaban más cerca que era médico. Subió al pequeño escenario y se agachó junto a la mujer. Intentó dos veces tomar el pulso pero ella se resistió. Con paciencia levantó su rostro tomándola con suavidad del mentón. Se asustó al verle los ojos inyectados en sangre, temiendo una hemorragia interna de compleja resolución.
Nuevamente buscó la forma de tomar las pulsaciones, pero otra vez se encontró con la tenacidad confrontándolo. Finalmente ella rió, muy por lo bajo, pero rió. El médico llevó su mano otra vez al delicado mentón pero esta vez el brazo de la mujer lo detuvo a mitad de camino. Se sorprendió por la velocidad del movimiento, pero aún más por haberlo hecho sin mirar.
El rostro, sin embargo, se fue elevando por decisión propia. La palidez avanzada, el cabello negro y lacio cayendo con suave fatalidad, la nariz perfecta y sucia por las salpicaduras del vómito reciente, los ojos inyectados en sangre y resaltados con delineador oscuro, las cejas finamente depiladas y los labios... los labios rojos como el fuego, pero resquebrajados por el dolor, dejando al descubierto esos dientes blancos como el marfil, brillantes como el sol que ninguna posibilidad tenían de ocultar los enormes, puntiagudos y letales colmillos que caían como dagas desde la encía superior y entonces...
Entonces fue la voz sensual que antes no había podido ser, la que se hizo oír muy por lo bajo:
- La sangre que ardía en mi copa estaba envenenada... por suerte estoy a tiempo y beberé de tí para sanar.
Y el cuello del médico fue subyugado por esos colmillos sedientos, que penetraron sin el mínimo escrúpulo, desgarrando la piel como si se tratase de una fina capa de miel, hincando sus venas con el mismo placer que se siente la muerte del otro lado de la vida.
La fuerza regresó a la mujer, remitiendo la palidez, limpiando la sangre mala. El cuerpo inerte del bondadoso doctor cayó sobre la madera, como una naranja exprimida. Ella se puso de pie, majestuosa. Su mirada firme, sus gestos seguros, su paso elegante. Miró a sus músicos y les guiñó un ojo. No iba a ser tan fácil deshacerse de ella.
- Vamos chicos, alegren la noche, hagan sonar sus instrumentos con sus habilidades humanas. Habrá tiempo de dialogar después y brindar por el hijo de puta que ya no quiere que beba de él.
La música inundó el salón y la fiesta siguió adelante en aquel bar de las afueras de la ciudad. Solo aquellos que no eran de la especie se alejaron presurosos y espantados del lugar. El resto disfrutó de la noche, como cada noche, sin preocuparse por denuncia alguna, ya que nadie jamás creería que cosas así sucediesen bajo el mismo cielo y el mismo aire que todos apreciamos y respiramos.

8 comentarios:

SIL dijo...

Ocurre que a veces no es tan fácil librarse de algunas mujeres...
:)

Este relato está espantosa y brutalmente bien armado.
Traspasa la simple sensación de terror y le suma la del asco.
Vaya combinación oscura para lograr el objetivo de este genial escritor.

Espero que hayas sido del grupo de los que pudieron escapar y no de los que se quedaron a la blood party ...
:D
Abrazo inmenso

SIL

el oso dijo...

Coincido con Sil...
Tampoco de los chupasangres...
El relato está bárbaro, con esas néticas gambetas a la comodidad del lector que nos fascinan.
Tiene ese aura de fatalidad de los terrible capaz de hacernos correr escalofríos de ida y vuelta.
¡Fantástico, Neethoven!

Don Belce dijo...

El relato es muy bueno, "hincando sus venas con el mismo placer que se siente la muerte del otro lado de la vida" me gustó mucho esa frase.
Ud juega con el lector, lo lleva donde quiere, le hace sentir repulsión, miedo, algunas veces la ambigua necesidad de interrumpir la lectura y acelerarla para conocer lo antes posible el desenlace de la historia.
Me queda la sensación de que juega con el lector al igual que el gato juega con el ratón antes de convertirlo en su cena, totalmente a su merced solo nos queda esperar desde que lugar y en que momento descubrirá sus garras y nos liberará del tormento que ud mismo ha creado.

Anónimo dijo...

y buehhh.... habrá que alegrar la noche sea como sea, cueste lo que (quien) cueste!
Arriba la orquesta, a seguir en pie!
Relatazoooooooooooo!
Un abrazo Netitooooo!

Con tinta violeta dijo...

UUUUfffff, vaya mezcla de estupor, sorpresa, horror y escalofríos...lo ganial de tus cuentos es que uno jamás se queda indiferente...
vaya con la vampiresa...y pobre doctor, arrugadito como una pasa...vamos como para ir de bondadoso por la vida en barrios a las afueras...
Felicidades Neto,
Besos.

Netomancia dijo...

Doña Sil, es que me di cuenta que este blog está poblado por muy pocos vampiros y decidí traer algunos de estos amiguetes. La banda sigue tocando, así que por favor, entre con cuidado! Saludos!!!

Don Oso, a veces no es fácil escapar de nada, ni de los impuestos! Esos si que dan miedo! Jajaja. Ahora voy a escribir la historia de un profesor atrapado por fuerzas ocultas de un ministerio. Ja. Un abrazo!

Don Alvarez, me encantó su comentario. Aunque hay un detalle... quién le dijo que quiero salvar al lector del tormento? Jaja. Un abrazo desde los confines de los host gratuitos donde usted me ha mandado a husmear!

Don Diego, no tanta algarabía, la muchacha que está sobre el piano está mirando para su mesa. Mmmm, le llamó la atención su cuello. Vaya despidiéndose que lo necesitan en el escenario. Un abrazo!

Doña Tinta, vaya a los lugares conocidos, nada de 5 tragos al precio de 1. Eso ya es sospechoso. Puede que el líquido de los tragos, lo lleve uno dentro antes de entrar al bar. Saludos!

Un punk ignorante dijo...

La verdad que muy bueno el relato.

www.cordurainsana.blogspot.com

Te dejo mi blog, si queres pasate. Saludos

mariarosa dijo...

Era un vampiro, un bello y maldito vampiro. Muy buena historia, la escena del vomito es dificil de escribir, por lo menos para mí, la has logrado sin exageración y con recursos naturales.un saludo.

mariarosa