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2 de marzo de 2010

El interrogatorio

A Martini, López y Abregú los llamaron aparte. Fueron obligados a sentarse en un sillón de cuero desgastado por el uso y los amenazaron con golpearlos si hacían el menor sonido.
Esperaron en silencio, nerviosos, impacientes por saber como se darían los hechos. Fuera, otros trescientos empleados eran sometidos a rigurosos interrogatorios, todos con el mismo fin.
Cuando la puerta de la oficina se abrió, entró un uniformado de casi dos metros de alto, que parecía ser un oficial de alto rango. Preguntó a uno de los subordinados si alguien ya les había aclarado a los detenidos de qué se los acusaba, pero este negó con la cabeza.
El oficial sacó un atado de cigarrillos Camel del bolsillo y con cierta parsimonia acomodó el culo sobre el escritorio. Los miró fijamente mientras sacaba un encendedor Zippo y encendía uno de los cigarrillos.
Se lo llevó a la boca y se alejó del escritorio, caminando hacia el centro de la habitación. Con una mirada les indicó a sus subordinados que se retiraran. El portazo hizo reaccionar a los tres detenidos, que no podían dejar de observar al alto policía, como hipnotizados por su imponente presencia.
Con el cigarrillo entre los dedos, dejó escapar el humo por la boca en dirección al techo. Luego bajó la mirada y casi con repulsión les preguntó:
- ¿Quién de ustedes fue? ¿Quién de ustedes mató al gerente general?
Los tres se miraron, llegando a la comprensión de la situación. Ese era el motivo por el cual había sonado la chicharra que habitualmente se tocaba en la fábrica para indicar el horario de salida. Habían sido puestos en fila y de inmediato notaron la presencia policial. Cinco minutos más tarde estaban caminando hacia la oficina de seguridad.
- Muchachos, son gente grande. No me hagan perder el tiempo. A ver usted ¿Martini, verdad? A ver Martini, explíqueme que se siente.
Y de inmediato le enterró el cigarrillo en la frente. El grito de Martini fue desgarrador, la falta de previsión sumado al susto, hicieron que se meara al instante.
López y Abregú instintivamente tiraron sus cuerpos hacia atrás, como si la pared no estuviese allí.
- ¿Cuánto tiempo quieren hacerme perder? ¿López? ¿Usted que puede decirme?
Los ojos de López se agrandaron al punto de parecer reventar. No sabía si protegerse el rostro o los brazos. Sin embargo el oficial no optó ni por uno ni por los otros. Levantó su zapato con suela de cinco centímetros y lo bajó con fuerza encima de los testículos de López, doblándolo en dos.
El policía lo levantó del hombro y lo arrojó otra vez al asiento. Las lágrimas le caían pesadamente.
Abregú quería largarse a llorar ahí mismo. Sabía que ese día tendría que haber faltado, haberse quedado en su casa a cortar el pasto o hacer algún mandado. Tenía al oficial parado a sus pies.
- ¿Abregú, cierto? ¿Y, usted, qué...
- ¡Fue López oficial, fue López! ¡López lo acuchilló, fue López! ¡Por favor, ya sabe, no me lastime, por favor!
El oficial siguió de largo hasta la puerta, la abrió e hizo pasar a los dos guardias anteriores y llamó a otros más.
- Oficiales, llévense a Abregú, es el asesino.
- Pero... pero... - balbuceó Abregú, mientras era blanco de las miradas de sus compañeros y los demás policías.
- Pero nada Abregú - dio tajante el oficial - Al menos Martini usó la cabeza y no habló y López tuvo huevos y se quedó callado. Pero usted Abregú, usted me da asco. Usted tiene lengua y la usa para delatar a gente inocente.
Y dicho esto, lo tomó del cuello, le abrió la boca y tras estirarle la lengua hacia afuera, se la mordió con tanta fuerza que le arrancó un pedazo haciendo que la sangre saltara por el aire.
Los policías se llevaron a Abregú que iba dando alaridos de dolor. El oficial se quedó en su lugar, con la boca chorreando sangre y los otros dos detenidos aún sentados, petrificados, a su espalda.
Sacó nuevamente el atado de cigarrillos y le ofreció a Martini y López. Por miedo más que por deseos de fumar, ambos aceptaron.
- Muchachos - les dijo mientras enfilaba hacia la puerta - a veces la justicia necesita de métodos pocos ortodoxos para hacerse prevalecer. Y si algún día cometen un asesinato, permitánme un consejo: no revelen con qué arma lo hicieron sin que antes otro se los diga a ustedes primero.
El portazo los hizo reaccionar nuevamente. Eran libres otra vez. Aunque ninguno de los dos ocultaba el profuso deseo de asesinar al oficial de policía que recorría sus venas.

8 comentarios:

SIL dijo...

La violencia bien sembrada engendra asesinos hasta en las almas mansas...

Tremendo cuentito, Netuzz.

Hasta pareció que sonaba ¨Lo bueno, lo malo y lo feo¨ de fondo, che.
:)

Abrazo y te extraño.

SIL

Harold Diaz dijo...

Excelente relato!!

Saludos !!

Anónimo dijo...

es que si nos tientan podemos llegar a ser tan malvados.....

Martín Gardella dijo...

Quiero un piloto automático como el tuyo que, a pesar de la supuesta ausencia, nos regala estos relatos tan buenos! Buenísimo! Un abrazo

Con tinta violeta dijo...

¿Sabes? Durante unos segundos he respirado porque sabía que era ficción, pero luego he recordado cuantas confesiones se han debido arrancar a golpe de violencia y a gente sin ser culpable...uf.
Pero sí, no debe ser sencillo aguantar la presión y al final se escapa el detalle que nos delata...
La historia es buena...
Espero que estés disfrutando tu merecido descanso...y que bueno que se puedan programar estos post, si no te echaríamos mucho de menos.
Besos.
Paloma.

el oso dijo...

El pez por la boca sangra...
Excelente Neto (e impresionante).

Y deje de hacer laburar a los enanos...

Abrazo

Netomancia dijo...

Doña Sil, no me diga que el que hacía de policía era Clint Eastwood!!! Un gusto verla por acá y comprobar que ha leído y comentado cada escrito que ha salido en mi ausencia. Gracias!

Harold, muchas gracias!

Don Diego, por las dudas, no lo tiento! Jaja. Un abrazo!

Martín, te presto uno entonces! No era supuesta, era ausencia real, pero utilicé el sistema de programar las publicaciones, así salían publicados cuentos previamente escritos durante mis vacaciones. Te mando un abrazo!

Doña Tinta, muchas gracias! Si, he descansado y muy bien. Vuelvo con ganas de reemprender el camino de la escritura "en vivo" jaja y no "programada". Saludos!!!

Don Oso, chas gracias. Pobres enanos, es todo cuento de Felipe, ya le voy a mandar a la Comisión Anti Verdura para que rectifique sus dichos jaja. Un abrazo!

HUMO dijo...

Que placer tu vuelta Neto!

Ya extrañaba estos relatos maestros!

Muy bueno!

Besos!

=) HUMO