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22 de febrero de 2010

El bosque alejado

En aquel bosque alejado, donde los árboles crecían frondosos y verdes, fue que Ismael conoció los hechos que lo atormentarían años después.
De carácter malo y contestatario, con tendencia a la falta de respeto hacia sus padres, como era común en los jóvenes durante esos ya distantes tiempos, Ismael era conocido sin embargo por otras virtudes.
En las tabernas del norte hablaban del jovenzuelo que con astucia y coraje confrontaba las costumbres de la época y escapaba cada noche con una joven diferente a parajes remotos, desconocidos por los pobladores de la región.
Y en las tabernas del sur, brindaban efusivamente por el mismo muchacho que por las mañanas solían ver corriendo semi desnudo huyendo de la furia de algún padre trasnochado y malhumorado por la desaparición nocturna de su hija.
Las culpas recaían sobre la familia, que harta de excusarse ante los demás, pocas posibilidades veían en cambiar los comportamientos de su hijo. El nulo trato y las pocas palabras que se cruzaban por día, sumado a la siempre ausente imagen de Ismael, deambulando por aquí y por allá, hacían de la autoridad familiar una efímera y casi inexistente figura.
Sin embargo la noche en la que tras trepar la cerca de madera de la vivienda celeste de la manzana contigua a su casa, invitó a la hermosa Aurelia llamándola por la ventana a una pasional aventura bajo las estrellas, fue la noche tras la cual ya nada volvió a ser lo que antes era.
Corrieron a campo traviesa, sintiendo la naturaleza acompañarlos con el canto de los grillos y el ulular de las lechuzas. Jugaron a perseguirse bajo el encanto de la luna, hechizada por el tiempo a permanecer testigo de los amores fugaces de pasiones sin celos. Rieron a más no poder en medio del silencio de un mundo ajeno a ellos.
Ismael la condujo hasta el bosque, ese lugar maravilloso donde los árboles tejían con sus ramas bonitos marcos para un cielo repleto de astros, el que acostado sobre la húmeda hierba, contemplaba rodeado de los brazos de una joven distinta cada noche.
Se tendieron sobre las flores amarillas de un cantero natural y se besaron con la pasión de dos jóvenes sin edad. Desnudos ante nadie disfrutaron de amarse sin sentir culpa ni vergüenza. Acariciaron sus rostros antes del amanecer, sabiendo que debían volver pronto, aprovechando que la oscuridad aún era cómplice de tremenda osadía.
Se habían vestido cuando un ruido, tan pequeño como el de una rama al quebrarse, sobresaltó a ambos. Se tomaron de las manos instintivamente, esperando ver una ardilla bajar del árbol más cercano para luego romper en risas.
Pero no hubo ardilla. El sonido volvió a repetirse, ahora más cerca. Se miraron uno al otro, buscando en los ojos las respuestas que sus palabras no se animaban a decir. El ruido se repitió y otra vez, y una vez más.
Pero allí no había nadie, al menos de momento. Pegaron sus espaldas al tronco más ancho y aguardaron allí a que aquello que provocaba el sonido, saliese a enfrentarlos.
Temían que fuera un oso o quizá un gato salvaje. Pero el crujido no era ni de uno ni del otro y por más que las palabras estuvieran ausentes, en sus mentes martillaba la verdad.
De repente todo fue silencio. Ni los crujidos, ni las avenas, ni siquiera el viento. Como si el mismísimo tiempo se hubiese detenido. Pero entonces, casi como una premonición, un pichón de gorrión cayó del nido en el que crecía, en lo alto de la copa del árbol, y se estrelló contra piso, desparramando sus diminutas vísceras en dirección hacia donde ellos estaban.
Aurelia mutiló el aire con un grito de horror que aguardaba en su garganta por salir desde mucho antes y se aferró de su amante nocturno, colgándose del cuello. De la nada, Ismael escuchó con claridad un siseo, un sonido tan imposible como real y en sus brazos sintió como el cuerpo de la hermosa pareja de la noche se estremecía y tras pocas convulsiones dejaba de existir.
Se desprendió de los brazos de Aurelia y la dejó caer desesperadamente, aún más al ver la sangre salirle de la boca, esa que había comido a besos, convertida ahora una abertura inerte de la cual fluía viscosa y tibia la sangre que antes gobernaba sus venas.
Temblando y con ganas de vomitar, vio en la espalda de Aurelia, a merced del bosque cuando se trepó a su cuello, una flecha enterrada justo en el medio, de cuya herida también la sangre manaba tiñendo de rojo la delicada prenda que la cubría.
De ahí el siseo, y de los pasos del asesino, los crujidos. Pero no veía el rostro de aquel rufián y no estaba muy seguro tampoco de querer verlo. Buscó reparo en otros árboles, tanteándolos sin mirarlos, presa del pánico y rehén del momento. Por sus mejillas corrían lágrimas, no por Aurelia, sino por su vida, a la que ya creía extinta.
Sin saber en que momento, comenzó a correr. Con todas sus fuerzas, esperando en cualquier instante el contacto fatal de la punta, previo a ese siseo que jamás dejaría de oír. Corrió sin importante la naturaleza, sin detenerse a oler las flores, corrió para escapar de la muerte.
Llegó al pueblo exhausto, casi sin habla y la mente todavía en el bosque. Balbuceó incoherencias, el nombre de Aurelia, el sonido de los pasos, el siseo de la flecha. Quiso decir más, pero sus fuerzas lo abandonaron.
Despertó por la noche sin deseo alguno de escapar de su casa y arrebatar a joven alguna del lugar. En el bosque perdió la pasión, el mal carácter y su convicción. Se encerró en el olvido, cambiando astucia por miedo, valentía por terror y dolor por amor.
En esos bosques alejados, donde aún muchos años después buscan algunos, entre árboles frondosos y verdes el cuerpo de Aurelia, el joven Ismael conoció los hechos que jamás dejaron de atormentarlo.

9 comentarios:

Harold Diaz dijo...

Excelente relato, quedo fascinado!

Saludos!

SIL dijo...

Me quedé como con ganas de saber quién la mató...

Genial TODO, y sobreTODO el párrafo inicial y final, casí repitiéndose...

///En aquel bosque alejado, donde los árboles crecían frondosos y verdes, fue que Ismael conoció los hechos que lo atormentarían años después.////

Otro excelente cuento, misterioso y mágico también, Netuzz.


SIL

Maga h dijo...

GENIALMENTE CONTADO!

Me encantó, buenísimas las descripciones, las sensaciones!

Una perla suya Don Neto!

Abrazo!

Anónimo dijo...

ayyyyyy Ismaelito, te quedaste loco con el relato del Neto como me pasó a mí?
impecable!
maestro!

Con tinta violeta dijo...

Fantástico, Neto. Todo un acierto dejar fuera del relato al arquero. Es mejor la sensación de "presencia" y el terror del siseo de la flecha.
Justificado además el cambio de vida...
Felicidades, que descanses en tus vacaciones y aquí nos hallarás a tu vuelta, pegados a la pantalla, leyendo lo que programes...
Besos.
Paloma

mariarosa dijo...

¡Waww...!

Neto que buena historia. Uno la lee y comienza a mirar a los costados presintiendo alguna presencia. Excelente en los detalles y el misterio.

Un saludo.

mariarosa

el oso dijo...

¿Un novio celoso? ¿Un padre furioso? ¿Un gay más celoso aún? Nunca se sabe quién disparará la flecha asesina cuando la felicidad es demasiada.

Formidable, Neto!!

Abrazos y rásquese, que corresponde...

HUMO dijo...

Feliz descanso y gracias por dejarnos esta obra de arte!

=) HUMO

Netomancia dijo...

Bueno, también este relato les ha gustado. No tengo más que agradecerles! Un abrazo!