Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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19 de enero de 2010

Artemio

Artemio era de esos borrachos largos, de los que se acodan al mostrador y no dejar de hablar ni un segundo, ni siquiera cuando uno está dialogando con otra persona, interrumpiendo o solamente hablando por encima de las otras voces.
Petiso y desgarbado, de cabello corto y grasoso, con un ínfimo flequillo prácticamente pegado sobre la frente, con unos bigotitos chiquitos y los ojos siempre colorados, era el centro de las bromas cada noche, aprovechando la clientela que Artemio estaba chupado y no entendía ni jota de lo que le decían, pero contestaba a todo.
Y si a esto le agregamos que al menor trago que probaba su voz se ponía aguda, casi como un chillido, el show que involuntariamente podía ofrecer, era impagable. Para la gente, claro. Para uno que labura, se vuelve pesado. E incluso para los que no son habituales, como ser grupos de amigos que están de pasada por unas cervezas después de un partido de fútbol, parejitas cuchicheando secretos en las mesas más arrinconadas del local o viejitos timberos que se quedaron sin guita en el bingo de la vuelta y se pasean por el lugar buscando algún conocido que lo invite un trago para olvidar las pérdidas.
Cuando no estaba alcoholizado, se podía decir que hasta era un tipo tratable. Decía ser panadero, pero dudaba de la veracidad de sus dichos. Más de uno le había preguntado a lo largo de los años dónde era que hacía su oficio y siempre nos cambiaba la bocha de lugar, una noche nos decía que en la zona norte, la otra en un barrio cerca de la autopista, en otra ocasión que trabajaba en su casa y mandaba a vender lo que producía a su mujer... en fin, las respuestas eran varias, pero la verdad en mi opinión, brillaba por su ausencia.
Sin embargo Artemio siempre tenía sus pesitos para pagar, aunque a veces tras la cuarta cerveza y entiéndase bien, la cuarta botella de litro, es decir, el cuarto porrón, pedía el fiado con la perorata de siempre, qué cómo no le iba a fiar a él, que iba todas las noches, qué patatín, qué patatán. Regla número uno, nunca fiarle a un borracho.
Renegaba un rato, mientras los otros se despanzaban a carcajadas, porque gesticulaba y en cada movimiento parecía que se iba a derrumbar llevándose mesa, mostrador y clientela por delante, como un malabarista de circo de esos que montan los monociclos y zigzaguean poniéndolo a uno a punto para un infarto. Pero aquí, si alguno se moría, era de la risa.
Y el show favorito de todos era el momento de la partida. Solía venir a pie, lo que era de agradecer. Algunos nos decían que vivía a unas siete cuadras, otros que a diez, aunque nunca se ponían de acuerdo para que lado. Y no era para menos, con lo borracho que estaba, Artemio salía cada noche para un lado distinto. Flameaba por la vereda como un barrilete, parecía que se chocaba contra las paredes de las casas, pero de inmediato corregía el rumbo y salía disparado para el lado de la calle y cuando parecía que tropezaba con el cordón, pum para el otro lado y así, en un zigzag permanente desaparecía cada noche de nuestra vista.
Nadie atinaba a acompañarlo, mejor era reírse. Total, era un borracho. Nadie lo obligaba a tomar y así, el tipo era feliz.
Esa era nuestra forma de razonar. Es, en realidad. No va a cambiar nada lo de Artemio. Cuando el día de mañana nos caiga otro parecido, olvidaremos a Artemio y nos reiremos del nuevo.
Aquella noche que no llegó con la puntualidad que lo caracterizaba, alrededor de las nueve de la noche, de una de las mesas alguien se animó a bromear con que había encontrado otro tugurio que le vendiera más barato y le fiara. Nos reímos todos. A veces se demoraba, porque ya venía "tocado" de algún otro boliche. No siempre la curda se la agarraba a la noche. Algunos decían verlo tomar desde la mañana, en bares de otros barrios o en la calle misma, sentado bajo un árbol de la plaza.
A eso de las diez de la noche, apareció Marcos, concurrente habitual, amigo del Gancia y las papitas fritas para picar. Traía un talante que madre mía.
- ¿Qué te pasa Marcos?
- Ni me preguntés Oscar, mejor ni hablar.
- Pero que pasa querido, tenés una cara...
Marcos se pasó el dorso de la mano por la cara, como sacándose el cabello de la frente. Me pidió agua.
- ¿Agua? Bueno, si, no hay dudas, estás enfermo - dije bromeando. Pero por esas cosas que uno intuye, ni yo, ni tampoco los que estaban presentes, festejaron la broma.
- Mirá Oscar - dijo al fin, bebiendo el agua de a pequeños sorbos - No somos nada. No somos nada.
- Marquitos, qué te pasa - le dije como si le estuviese hablando a mi pibe, después de alguna mala tarde en la escuela.
Y Marcos se me puso a llorar, ahí adelante de todos, sin importarle nada.
- ¡No somos nada Oscar! ¡No somos una mierda!
- Negro, pará, pará... - le dije mientras daba la vuelta a la barra, viendo que se estaba golpeando la cabeza con los puños.
Llegaron antes dos muchachos que estaban en la mesa más cercana y entre los tres, logramos calmarlo.
- Marcos, por favor, me estás asustando.
Y llorando, como en una confesión, lo largó:
- Lo maté Oscar, lo maté. Al borracho estúpido ese que venía todas las noches. Lo maté Oscar. Me cruzó en la calle y me debe haber reconocido y sacó algo debajo del saco mugriento que llevaba puesto y pensé que era un fierro y lo empujé contra la pared. Se dio con la cabeza, cayó contra el filo de un cantero y se abrió el cráneo en dos. Lo maté Oscar y lo único que había hecho era sacar una petaca de Tía María para convidarme.
- Calmate Marcos, calmate...
- ¡Cómo querés que me calme! ¡Cómo mierda querés! Si antes que llegara la policía arrojé la petaca a un tacho de basura y le puse en las manos un cuchillo que siempre llevo conmigo, y les dije... les dije a los milicos que el tipo me había puesto el metal en la garganta para robarme la guita y lo único que pude hacer fue defenderme. ¿Y sabés que me dijeron después de tomarme los datos? ¿Sabés? Me dijeron "no te pongas mal pibe, total, era un pobre borracho, que seguro andaba seco para los tragos, andá tranquilo que acá no se perdió nada".
Lo observé llorar desconsoladamente y sentí su cuerpo agitarse mientras lo abrazaba. Me quedé pensando en Artemio y en su destino de nada. Y ahí Marquitos, que esa noche le apuntaría algo más fuerte que al Gancia, enseñándome lo que en años me había costado entender: No éramos nada, no éramos una mierda.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

con estos personajes uno puede indagar la miserable condición humana, el destino absurdo que nos espera y las expectativas vanas que ponemos en millones de cosas completamente insignificantes.
no somos nada.... Artemio y Marquitos bien lo sabían...
Felicitaciones Neto por lo del concurso ojala seas el primero de todos!
abrazos!

Con tinta violeta dijo...

Buen relato Neto. A ratos me recordaba alguna historia de Joseph Roth y otras a Chejov...Es cierto que no somos nada...pero me da escalofríos pensar que podemos llegar hasta ese punto en el que vivamos totalmente de espaldas a los que nos rodean y uno llegue a importarle un comino...aunque sea a la gente que ves todos los días. Pero si, la condición humana es así...aunque me niego a no tener esperanza en que el mundo cambiará.
Me alegro de que subas en puntos con tus relatos. Ayer animé a un amigo y votó. Espero que se animen más...lo voy a poner en mi blog.
Besos.
Paloma.

el oso dijo...

De un cuadro costumbrista a una desgarradora historia sobre la condición humana.
Cuando uno pasa por acá, no solo tiene la sensación de leer buenos (muy, muy) relatos sino de meterse en un terreno resbaladizo donde tanto el horror, como la ternura, la risa como la sorpresa, el puñal como la reflexión, esperan agazapados a la vuelta de una oscura esquina.

Abrazo Netox

Anónimo dijo...

definitivamente uno no sabe que reaccion vamos a tener en determinada situacion hasta que no la vives, hasta que no estas realmente en esos zapatos dices y actuas como eres en realidad, un valiente, un cobarde o lo que sea, tu pellejo esta por encima de los demas aunque sea injusto o no?... no lo sabes hasta que tienes que decidirlo.

Que dificil y que real es.

Un placer leerte mi Neto queridisimo, te he leido en la ofi en mis horas de sinquehacer, y me escapo a leerte, mas no puedo comentarte, pero sigo al pendiente de ti. Me alegra mucho saber lo de la participacion de tus relatos en el concurso, te ira muy bien, lo se.

te dejo un abrazo enorme y muchos besos.

cuidate mucho.
=0)

SIL dijo...

Ay! Netito...


'Viejo, solo y borracho'

El viejo me dijo que hay hombres buenos
están debajo de los fondos
y arrastrándose en las piedras

Si en cambio hay otros que vuelan muy alto
pero no saben que la muerte
tiene un solo lugar para todos

Todos los gritos fuertes nacen de
la soledad
uy que fuerte gritas
uy soledad

El viejo me dijo a Cristo lo mataron
por decir que el lugar mas lejano
es el que estamos pisando

El viejo me dijo todos los días caen
para morirse sobre la tierra
y nunca levantarse...


LEÓN GIECO.



Un beso, nene.


SIL

Netomancia dijo...

Dieguito, creo que a todos nos ha pasado de contemplar a alguien que nos lleva a pensar que su vida es miserable y sin sentido y sin embargo, no comprendemos que es una vida hasta que la vida se esfuma. No somos nada o somos todo, siempre según como lo miremos. Gracias Dieguito, ya estoy contento de haber recibido los votos de la gente que me lee acá! Un abrazo!

Doña Tinta, seguro, nadie deja de tener esperanzas en el ser humano, quizá la suma de todos los males y penas que sufre, listados en cualquier parte visible, nos lleve a leerlos, entenderlos, comprenderlos y enfrentarlos, y así, pensar de otra forma. Mil gracias por incentivar gente! Se lo agradezco! Saludos!

Don Oso, aprecio enormemente el comentario, es bueno saber que la sorpresa aún se mantiene incluso para quienes están más tiempo en el blog, no solo compartiendo las lecturas, sino otros rituales que la amistad conlleva. Un abrazo!!!

Sonia, que adecuada reflexión, difícil y real al mismo tiempo, es cierto. Cuando realmente estamos en una situación así, comprendemos que somos y que no. No siempre vamos a estar contentos con el resultado. Muchas gracias por tus hermosas palabras! Slaudos!

Doña Sil, se me vino con la guitarra, la armónica y don Gieco de la mano, a la perinola, para la próxima pongo un escenario y de paso nos recita unas poesías! Muchas gracias!!! Saludos!

Escritos en tu nombre dijo...

Profunda historia. Llega hondo, a lo largo de la vida y con muchos otoños en mí, he reconocido en tu personaje a otros borrachitos de mi barrio.Muy bueno y real.

Maríarosa

Don Belce dijo...

Muy bien narrada la historia, tus textos siempre atrapantes, será porque uno sabe de antemano que con algun final raro salís, que la requebrás diría en una charla de amigos al costado de la barra. Conozco historias de borrachos, y mentiras de borrachos ¡Puf! imaginate, mi viejo tuvo vinería desde que yo nací...
Un abrazo Neto, y felicitaciones por tus éxitos en el concurso "El Arte de la Literatura"

Don Belce dijo...

Ah, ya los voté hace rato a tus cuentos. Cuanto pagabas por cada voto?

Netomancia dijo...

María Rosa, ls inspiración también ha llegado aquí en base de recuerdos de tantos borrachines que me ha tocado conocer. Saludos y gracias por comentar!

Don Alvarez-Ruminant (ja, con doble apellido, qué nivel!) menos mal que aclaró lo de la vinería, sino uno pensaba que estaba haciendo una autobiografía jaja. Muchísimas gracias Sergio, ojalá llegar al 1 de febrero con posibilidad. El pago está en veremos, parece que me están rebotando los cheques jaja. Un abrazo y espero que tus cosas estén bien!

Anónimo dijo...

Ufffffff... Intenso y maravilloso a la vez. Te luciste con este cuento.
Te lo aplaudo.

Un fuerte abrazo.