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28 de octubre de 2009

Existencia ausente

Como todas las mañanas, don Braulio sacó la silla a la vereda y con radio portátil en mano se dejó llevar por la rutina del barrio con sus protagonistas diarios: el canillita madrugador; doña Etelvina que salía a hacer sus mandados una hora antes que abrieran los negocios; los chicos que iban a la escuela, los barrenderos de la municipalidad; García y López, los dos empleados del banco que vivían en casas contiguas. Incluso hasta los perros callejeros que daban vueltas por la zona parecían ser puntuales en sus visitas a los árboles de la vereda de don Braulio.
En la radio las noticias anunciaban tiempos sombríos, con medidas económica extremas y posibilidad de nuevas pérdidas laborales, se detallaban crímenes violentos y las cifras de accidentes y fallecidos en estos parecían escalar paredes invisibles, subiendo cada vez más.
La amargura que el pequeño parlante despedía a través de voces sin rostro se matizaba con informaciones de menor importancia, como los resultados de los partidos del día anterior, los estrenos esperados para la semana en los teatros del centro y alguna que otra película importante que se vería en las salas en esos días.
Don Braulio permanecía ajeno a las noticias, concentrándose en las imágenes que le regalaban el día, su calle, su gente. El ir y venir que tanto extrañaba.
El mediodía se acercaba. El sol vertical se lo anunciaba. El show de coches por la calle y de gente por las veredas había crecido durante la mañana. Miraba sus rostros, sus gestos, esos pasos raudos y deseaba tanto poder detener a cada uno y preguntarles por sus vidas, invitarlos al diálogo, a hablar de la vida, de las cosas importantes, de los sueños que dejarán olvidados en un rincón en el afán de sobrevivir el día a día.
Anhelaba tanto hablar con la gente, su calle, su barrio. Y más de uno al pasar miraba hacia esa porción de vereda, delante del portón verde, donde solía sentarse todas las mañanas don Braulio con su radio portátil y ahora, vacío, delataba esa partida que tanto dolió.
El fantasma de don Braulio, entendiendo que es imposible volver a ser lo que fue, se conforma entonces con una existencia ausente en este más allá no tan complejo ni misterioso. Y viendo que el mediodía ya se ha instalado, se mete con su silla y radio adentro imitando esa rutina que tanto disfrutara en vida y que nadie le impide seguir repitiendo ahora.
De todos modos, se obliga a retener las lágrimas, porque no le es indiferente el hecho de no poder saludar a nadie y aún más grave, no poder volver a ser abrazado.

15 comentarios:

Harold Diaz dijo...

Contrito relato, pero al tiempo es magnifico.

Saludos!

Ana dijo...

La soledad de los fantasmas. Seguro que les resulta tan dura como la que abrazamos nosotros los vivos. Sucede que como cuentas en tu relato, ya no se la pueden comunicar a nadie. Están del otro lado.
Me encantó.

Anónimo dijo...

Bueno, ya sabes, un error más. El comentario anterior es mio.

SIL dijo...

Muchas veces, te aseguro, he imaginado a un señor que ya no está, que escuchaba su radio portátil en su tallercito,
y pensado,
observando el vacío que dejó y el silencio de su radio...
si estaría ahí... mirándonos a todos, tratando de hablar con nosotros, y esperando ser abrazado.

Y viviré resignada y para siempre
oon la duda de su existencia ausente.

Grande, nene.
Muy grande este relato.
Besos-muchos- Netito.

oveja y negra dijo...

Me gustó el post.Te sigo.Besos.

Mannelig dijo...

El domingo, un desconocido que se cruzó conmigo en la calle, me espetó de pronto: "He comido dos empanadillas, no eran muy grandes, pero estaban ricas", y ante mi confusión, continuó su camino. Ahora me pregunto si tenía ganas de hablar con un ser vivo...

mariarosa dijo...

Pobre don Braulio, con lo necesario que es un abrazo...
Conmovedora historia, muy bueno Neto, siempre es un placer pasar por tu blog.

mariarosa

Lisandro dijo...

Es escalofriante y a su vez triste, me dio esa sensacion a mí.. de vacio. No solamente somos los que quedamos en vida los que añoramos a la gente que se va, sino que me he preguntado y a su vez creo (demasiado ingenuo el pibe), que ellos quieren volver!!! Buenisimo Neto, me ha encantado!!!

Felipe R. Avila dijo...

El cuento es encantador, por lo que tiene en si la palabra: encanta, seduce, te lleva a creerlo.¡Y estamos hablando de un fantasma!
Muy buena la descripción de la vida plácida y tranquila.
Excelente, pero me parece
querido Neto, que el mejor corolario a tu hermoso cuento lo puso don Mannelig.
Así que lo felicito también a él.
Felipe

Anónimo dijo...

estos fantasmales retratos de tus personajes son geniales, siempre envueltos en esa mezcla de melancolia y espanto, siempre un paso más de todo lo que nos rodea...
muy buen relato Netito!!!
abrazos!

Anónimo dijo...

lo dificil que cuesta darse cuenta de una realidad, mas aun cuando en vida has estado guiado por rutinas.

muy bueno Neto!, un beso.

Con tinta violeta dijo...

Ah, tierna historia la del pobre D. Braulio "atado" a su vereda, a su radio y a sus paisajes habituales, aunque ya no tenga la misma cualidad que antaño. El toque de no permitirse las lágrimas es emocionante y genial. Me gusta mucho tu relato.
Besos
Paloma.

el oso dijo...

Don Braulio es un fantasma que anhela abrazar a los fantasmas que viven en el otro plano. Tal vez quizás como ellos a él...
Buenísimo, Neto, conmovedor

Maga h dijo...

De un impacto que lo caracteriza, ese final aterrador como es el hecho de saber que uno ya nunca podrá ser abrazado.

Un gusto siempre mi amigo.

MAGAH

Netomancia dijo...

Harold, muchas gracias!

Luis, es así, una soledad que duele por no poder compartirla, ni siquiera de a ratos.

Sil, también añoro a alguien que sentado en su rincón, con la portátil en mano, me hacía pasar buenos momentos. Es bueno no olvidar eso que nos hace bien. Saludos!

Sofy, gracias. Sígame sin miedo.

Don Mannelig, como dice Felipe más abajo suyo, lo suyo ha sido la perla del relato. Gracias!

Mariarosa, muchas gracias por tus palabras, me alegra que así te resulte.

Lisandro, los que quedamos extrañamos y por qué no pueden extrañar los que se van, verdad? Un abrazo.

Felipe, muy bien dicho. Sin dudas que es así, una perla del hombre de tierras españolas del que recomiendo su blog, porque escribe muy bien y es un placer la lectura de sus escritos.

Dieguito, personajes oscuros y melancólicos, me debe entusiasmar mucho cierto director no? Un abrazo!

Sonia, muy buen punto de vista del relato, porque la rutina es sin dudas de lo que muchos nos aferramos para existir. Saludos!

Doña Tinta, si, es así, muchas veces nos atamos a algo para saber donde estamos y a Braulio le ha pasado de no querer irse, porque esa atadura es su existencia, aunque ahora ausente.

Don Oso, un recíproco deseo del que nosotros solo sentimos una parte. Hasta que crucemos de veredad, claro está jaja. Un abrazo!

Doña Magah, a veces el terror no necesita de monstruos o mucha sangre para ser terror. Gracias por pasar, como siempre. Saludos!